[dropcap]L[/dropcap]a semana pasada hablé de unos fósiles, descubiertos en 1906 en San Morales (Salamanca), perdidos al fallecer su propietario.
No es la única ocasión en que esto ocurre, desgraciadamente. Así, no se sabe nada de los hallazgos citados por Juan Vilanova en 1876 en Sanzoles (Zamora), ni los de Gabriel Puig y Larraz en 1883 en Corrales (Zamora), ni por Salvador Calderón en 1904 en Villamayor (Salamanca), ni… tantos otros ejemplos que se pueden poner, que nos hablan del equivocado interés por la Paleontología de Vertebrados que se ha tenido en nuestra España.
Y ello sin contar los que fueron recolectados por coleccionistas que los poseyeron con amor –eso sí– pero que se fueron con ellos al olvido eterno.
Pero… ¿es que todo es negativo refiriéndonos a este tema? ¡No! En el extremo opuesto está lo que viene a continuación.
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Relata Eduardo Hernández Pacheco, en 1914, que encontrándose en Zamora le visitó un farmacéutico que le entregó unos dientes de mamíferos hallados en Corrales del Vino. Los determinó provisionalmente y fueron colocados en una vitrina del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (MNCN).
En 1921 visitó dicho Museo el célebre paleontólogo Frederic Roman. En compañía de José Royo Gómez redeterminaron y dataron aquellos fósiles en la parte media del Eoceno medio. Decidieron hacer una excursión para visitar los dos yacimientos hasta entonces conocidos del Terciario inferior español: San Morales y Corrales del Vino. El objetivo era definir los estratos y hallar nuevos fósiles que corroboraran sus apreciaciones. La fortuna les fue esquiva tanto en la población salmantina como en la zamorana, como cuentan en sus dos monografías de 1922 y 1923.
Pasó el tiempo y en 1986 me fue entregado un paquete que estaba almacenado en los sótanos del MNCN. Contenía una caja cilíndrica de metal con fósiles y una tarjeta de visita de Arturo Rebollo Alonso; en su reverso estaba escrito: «Fósiles procedentes de Corrales (Zamora). En una bodega del pueblo»; también había un corte estratigráfico dibujado a mano.
Tanto en el MNCN como por mi parte se pensó lo más lógico: que era lo recogido y dibujado por José Royo Gómez y Frederic Roman en 1921. Y que la tarjeta sería de un vecino de Corrales que les atendió durante su estancia en la villa.
Bajo estas suposiciones escribí una nota en 1986, en la que se determinaba todo el material presente en la caja metálica, dándose la curiosa circunstancia de que no había nada nuevo, pero sí lo hubiese sido de haberse estudiado en 1922.
Pues bien, todas esas suposiciones sobre «los fósiles de Royo Gómez en Corrales» son erróneas: La tarjeta de visita de Arturo Rebollo Alonso no corresponde a alguien que atendió a los ilustres paleontólogos en 1921, por la sencilla razón de que por entonces AÚN NO HABÍA NACIDO.
En mayo de 2012 su hijo, José, leyó en Internet mi artículo de 1986 en que se mencionaba la tarjeta de su padre. Puesto en contacto conmigo se pudo recomponer la verdadera historia del suceso.
Arturo Rebollo Alonso nació en Argujillo (Zamora) en 1933. Era hijo de un farmacéutico en la Puerta de la Feria, en la capital zamorana, Ángel Rebollo (¿No sería él la persona que entregó los dientes famosos a Eduardo Hernández Pacheco, en 1914?).
Siendo estudiante en la Escuela de Ingenieros de Caminos, C. y P. de Madrid, fue él quien extrajo en 1959 en la bodega de sus tíos Ludivina Rebollo y Andrés Luelmo los restos fósiles que guardó en una caja metálica circular de vendas o de algodón. En Madrid enseñó los fósiles a Clemente Saenz, que consideró que lo mejor era entregarlo a la Real Sociedad Española de Historia Natural. Fue así como ambos, con Francisco Hernández Pacheco, llevaron la caja metálica, con su contenido, la tarjeta y el dibujo al MNCN. Y allí estuvieron hasta 1986. Posteriormente Arturo Rebollo fue un insigne arquitecto, ingeniero, geólogo, autor de la presa-bóveda de Susqueda, con estructura «en caparazón de tortuga», referente de la gran presa de Almendra. Se le concedió la medalla Ildefons Cerdà por su brillante vida profesional.
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Esta es la historia. Desde entonces las búsquedas de fósiles en Corrales se ciñeron a la famosa bodega. Fue allí donde estuvo Miguel Crusafont y lo que motivó mi entrada en el mundo de la Paleontología de Vertebrados. Con posterioridad el enorme interés de Luis Alonso, corralino de nacimiento, y de su hijo Luis, ampliaron los puntos de interés a todo el término municipal. Hoy toda la zamorana Tierra del Vino ha dado numerosos yacimientos, algunos de ellos ya clásicos por el gran valor científico de los mamíferos y reptiles en ellos encontrados.
4 comentarios en «La curiosa historia de una caja de vendas»
Interesante artículo como siempre,mi cariñoso saludo.Sigue ilustrandonos con tus clases magistrales.
Muchas gracias, Azucena. Con alumnas como tú, es muy fácil ilustrar.
Un fuerte abrazo
Interesante artículo Tio Emilio! Me gusto mucho. Dios te bendiga! Besos desde Brasil
Gracias, querido sobrino. ¡Fíjate lo que se puede hacer contando las cosas que a uno le han pasado! Todo el mundo debería hacer lo mismo. Es perpetuarlo en letras.
Un abrazo