[dropcap]S[/dropcap]e veía venir que esta vez tocaba meterme con la Semana Santa. Bueno, más que meterme con la semana en la que se conmemora la muerte y supuesta resurrección del que hoy en día sería un hebreo antisistema de la antigüedad, pretendo criticar el hecho de que, al margen de las parafilias de cada cual, se paralice la mitad del país para que unas personas ancladas en aquel pasado de la Roma imperial paseen escenas de un marcado carácter “gore” por las calles.
Y es por esa parafilia que en estos días, en los que se celebran con carácter público, como digo, las mayores festividades católicas, yo me pregunto hasta qué punto esta piel de toro en la que cohabitamos es un país laico y aconfesional, como dice la Constitución. Porque otra cosa no, pero hacerle caso a la Carta Magna es una cosa que no sucede a menudo.
Seguramente varios de los lectores que paséis por estas líneas, os sintáis ofendidos por mis palabras y seguramente diréis que si no me gusta la Semana Santa, me basta con no asistir a las procesiones, como pasa con la tauromaquia, otro espectáculo ignominioso y “gore”, adalid de nuestra excelsa cultura de la que hablare otro día. Si no te gusta, no vayas. Bien, ese puede ser un argumento perfectamente válido si no fuera porque con no asistir no se eliminan ninguno de los detalles que, a mí personalmente, me ofenden.
El primero de esos detalles es que las procesiones atentan contra la laicidad y aconfesionalidad del Estado. Esto es así, pero no es normal que el jefe del Estado que representa a todos los españoles acuda a los actos de la Semana Santa, por muy católica que sea su majestad, siendo el nuestro, un país en el que se profesan varias creencias. ¿O es que acaso nuestro querido Filippo también celebra el Sabbat Judío o ayuna en Ramadán? Tal vez sea, porque los judíos y los musulmanes que pagan religiosamente, nunca mejor dicho, sus impuestos o que los practicantes de esas religiones que han nacido en este país, no son españoles. Tal vez sea solo un acto más de racismo. Pero claro, diréis que el judaísmo y el islamismo son religiones extranjeras, como si Jesucristo hubiera nacido en Segovia.
Otro de esos detalles que digo, es que la presencia del cristianismo en España, de la forma en la que está presente, nos cuesta dinero. Y aunque ahora me vengáis con el cuento de que a nadie se le obliga a marcar la casilla de los fines sociales en la declaración del IRPF, todos sabemos que la financiación de la iglesia va mucho más allá de ese 0,7% y para los incrédulos, aquí os dejo algunos datos.
Por último, quiero mencionar un detalle que más bien tiene que ver con los valores de cada uno. Cierto es que cada cual puede ser o no ateo, agnóstico o creer en la existencia de un señor mágico del espacio y llamarle como quiera. En ese jardín no me meto. Desde luego lo que no me parece consecuente es, que por un lado prediquéis solidaridad, generosidad y amor al prójimo mientras solo lloráis como magdalenas cuando os llueve y no podéis sacar a los muñecos a la calle pero os da igual que desahucien a vuestros vecinos o que, según el CIS, el 12,5% de la españolas haya sufrido malos tratos alguna vez en su vida. Todo eso os da igual. Solo os interesa adorar ídolos de barro y pasear trozos de madera.
1 comentario en «Trozos de madera»
Yo creo que a estas alturas es evidente que lo que vemos en nuestras calles, al menos en la mayoria de poblaciones, no es un acto de fe, si no un acontecimiento tradicional y turístico más que nada.Las procesiones son un elemento cultural, desde el punto de vista del conjunto. En un plano más cercano, la verdad es que el comportamiento casi sectáreo de muchedumbres llorando cuando no puede salir un paso, como si de la muerte de un familiar se tratara, da vergüenza ajena, por no decir algo peor, sin mencionar otras conductas individuales que dan más pena que asco y que seguramente todos conocemos.
El atentado contra el laicismo que mencionas… bueno, creo que esto es simple folclore, y no nos engañemos, así lo ven la mayoria de los que salen tanto a procesionar, como a ver una procesión.
Otros privilegios que citas de la Iglesia si son reprobables, y está claro que deberían ser objeto de revisión.
Saludos de un admirador.