[dropcap]A[/dropcap]grada escuchar al alcalde de la ciudad disuelto en orgásmicas satisfacciones y elogios al Museo de la Casa Lis. Aunque, la verdad, tampoco es que vaya más allá de lo normal, de lo que parece racional en relación con ese centro cultural configurado por la aportación fundamental de los fondos de Manuel Ramos Andrade y la aportación municipal, sobre todo, con el edificio singular modernista que este año cumple los 110 años de su recorrido tan rompedor, pero tan engarzado, en plena la Salamanca clásica.
Señalo esa posición del alcalde –al que hay que reconocer que en su tiempo de mandato siempre ha mantenido la línea de reconocimiento a la Casa Lis–, porque choca abiertamente, por suerte, con las posiciones que ahora se cumplen diez años estuvieron a punto de reventar ese Museo de Art Nouveau y Art Dèco. Sé que la memoria de la mayor parte de la gente es demasiado frágil, en unos casos, y en otros se impone el archivo por conveniencia. Pero en situaciones como las que se vivieron en aquel periodo es imperioso no olvidar, y recordarlo. Sería un delito aplicar la evasión de “pelillos a la mar” con la que tantas veces se quiere eliminar decisiones y actuaciones con peso procedentes del capricho personal, de la prepotencia política, de la arbitrariedad puramente arbitraria, llevando por delante a saco lo que proceda en esa irracionalidad en la que no importan las consecuencias que se derivaban, en ese caso, para la ciudad.
Lo que señalo que no se puede olvidar y deberá figurar –como demasiadas situaciones del estilo– en los anales de Salamanca fue cuando durante el gobierno de Julián Lanzarote, en 2005, se le colocó un dogal a la Casa Lis para ahogarla y dejarla moribunda. Se trataba de cepillarse al director, Pedro Pérez Castro, sustentado por la disposición del mecenas Ramos Andrade y amparado por su adecuada gestión, pero que estorbaba a la arbitrariedad lanzaroteña, que ya se expresó desde el primer momento de la llegada a la alcaldía. Recuérdese –y debe recordarse– que con motivo de las elecciones de 2004, se registró un masivo envío de folios difamatorios sobre Pérez Castro, autoría que en sede judicial reconoció el jefe de gabinete de Lanzarote, Ángel Porras (un tipo que no daba un paso sin una orden de su jefe), y que esos impresos se metieron en sobres en la sede del Partido Popular; incluso, se publicó una foto de la tarea en la que se veía claramente como tal impreso era introducido en un sobre en esa sede del PP de la plaza Julián Sánchez El Charro. A estas alturas, todavía algunos aún nos escandalizamos por cómo fue posible que aquella gente saliera del juzgado sin sentencia condenatoria, dadas pruebas tan evidentes.
En medio de esa situación denigrante, se celebraron dos plenos municipales, pero especialmente uno de ellos, en los que, valga cómo síntesis, se vocearon auténticas burradas –así, burradas– sobre la Casa Lis y su director por parte del portavoz popular, Fernando Rodríguez, quien curiosamente, meses después iba a llegar a ser presidente del Patronato que gobierna el Museo…, y cambió de modo notable sus posiciones. Aquellas burradas fueron refrendadas por todo el grupo popular, donde ya figuraban algunos ediles que aún ahora mantienen su sillón y manifiestan su rotundo afecto a la Casa Lis y su trayectoria; si no me equivoco, incluso la presidenta de las Cortes de Castila y León. (Con alguna frecuencia me planteo recopilar una amplia serie de posiciones y situaciones absolutamente increíbles de las que he sido testigo en esta ciudad y, evidentemente, de cómo sus protagonistas luego se han lavado la cara con absoluta deshonestidad).
[pull_quote_left]Tal fue la situación de ahogo originada por el dogal económico, que Pedro Pérez Castro dirigió una carta “desesperada” a los directores de los museos españoles para denunciar el momento al borde del cierre por el que se cruzaba.[/pull_quote_left]Tal fue la situación de ahogo originada por el dogal económico, que Pedro Pérez Castro dirigió una carta “desesperada” a los directores de los museos españoles para denunciar el momento al borde del cierre por el que se cruzaba. Se impedía al Museo todo tipo de acción cultural propia de un museo, desde la celebración de exposiciones temporales hasta la rentabilidad de sus fondos y otra serie de felonías propias de mentes calenturientas a las que no les importaba el desprestigio y el riesgo de hundimiento del Museo. Menos mal que la Junta, a través de la consejera Silvia Clemente, trató de no identificarse con las burradas municipales. Y gracias a que la resolución, capacidad y apoyos con que contó el director del Museo hicieron posible plantar cara a la arbitrariedad de Lanzarote frente a un Museo con prestigio, mientras –también esto no puede olvidarse, hay que recordarlo– el alcalde empezó a volcarse y a reventar fondos públicos en aquella majadería de sonrojo considerada como modelo que fue el denominado Museo Oriental en la Torre de Abrantes (bueno, dicen de Los Anaya), que resultó una falsificación de tomo y lomo. Groserías tan evidentes ya no tienen asiento en la mayoría de la memoria de los salmantinos. (Incluso cuando un servidor publicó una información documentada sobre la situación de Casa Lis en el diario “El País” (18 mayo 2005) recibió un “recado” para que “me cuidara”).
Tras esta síntesis (dentro hay mucha más “grasa”), vuelvo a señalar que satisface la actual posición de quien gobierna aún el Ayuntamiento y preside el Patronato Ramos Andrade en la Casa Lis. Como satisface encontrarse con páginas publicitarias de relieve sobre la actual exposición sobre Coco Chanel y sus presentaciones de promoción adecuadas, e igualmente agrada bastante que uno se vaya topando con piezas procedentes de la Casa Lis cuando se recorre una exposición de referencia como es “El gusto moderno. Arte Déco en París, 1910-1935” que se muestra en la Fundación March madrileña. Es un momento dulce para la Casa Lis. Pero hace diez años todo lo que es y representa ese Museo se pretendió dinamitarlo para satisfacer egolatrías personales-políticas con el amparo de quienes formaban el grupo de gobierno municipal, y eso, que fue de enorme importancia –nada de rencor, pero sí memoria– no debe olvidarse. Y debe recordarse.
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2 comentarios en «Los tiempos de la Casa Lis»
Muchas gracias Ignacio,por dedicar este articulo a la Casa Lís.Estás recordando cosas que los buenos amigos del Museo recordamos y pasaron en esta «»gran casa»»y sobre todo su «»magnifico director»»Pedro Pérez Castro,afortunadamente todo está superado y este gran Museo sigue adelante por la gran labor de su Director.
Gracias Justi por tu cariño hacia este Museo y hacia mi persona. Como muy bien dice Ignacio Francia tenemos una memoria muy frágil, pero es importante recordar determinadas actuaciones para que no se repitan. Como comprenderás debo primar los intereses del Museo por encima de cuestiones personales. El cuerpo me pide «guerra» cuando recuerdo aquellos días que dejaron marcas en mí y en mi familia. Gracias Ignacio por seguir siendo un gran periodista.