[dropcap]R[/dropcap]ecientemente la Universidad de Salamanca ha festejado a sus funcionarios no docentes que cumplían 15, 25 y 35 años de servicios en la institución.
Y también, de un modo especial a uno que ha estado –está– 50 años en el Alma Mater: Andrés Sánchez Boyero.
¡50 años en su puesto! ¡Eso sí que es un FÓSIL VIVIENTE! Pero… ¿cómo es posible trabajar todo ese tiempo?
La única explicación lógica, sin estar jubilado aún, es que comenzase a hacerlo siendo niño, algo así como lo que sucedía en los ejércitos con los cornetas y tambores hasta la Guerra de la Independencia.
¡Pues efectivamente. Eso es lo que sucedió en este caso! Fue el 14 de octubre de 1965. Yo había llegado a Salamanca justo el día antes, como profesor adjunto de Antonio Arribas, catedrático de «Cristalografía y Mineralogía para explicar Geología». Hacía falta un mozo de laboratorio y alguien recomendó a Andresillo, que se incorporó con 15 años cumplidos. Eso se podía hacer entonces.
En realidad el trabajo que hacía era el de «chico para todo» y Andrés se aplicó a ello con el entusiasmo que nunca le faltó. Cuando no tenía mucho que hacer se venía conmigo al campo. Por entonces Antonio Arribas y yo estábamos haciendo el mapa geológico de la provincia de Zamora para el Ministerio de Agricultura y, como testimonio, nos quedó aquella foto, con Andrés encorbatado, que nos hizo Sisinio, el conductor de aquel dos-caballos que nos traía y llevaba por aquellos queridos caminos y campos zamoranos. Fue, lo recuerdo bien, en el pantano del Esla, en Ricobayo. En la otra foto estamos los mismos personajes 50 años después –Andrés sin corbata– en el Paraninfo de la Universidad, el día de su homenaje.
Otro día, haciendo el mapa geológico de La Armuña, para el I. O. A. T. O. (Instituto de Orientación y Asistencia del Oeste, hoy I. R. N. A. S. A., Instituto de Recursos Naturales, aquel magnífico centro creado por Felipe Lucena), conducía Nemesio. Marchábamos por aquellos campos sin vallas, con el único obstáculo de los arroyos, y a veces ni eso; era por los alrededores de la ermita de Espino-Arcillo, cerca de Tardáguila. En esto apareció en los cielos una avioneta. Nos dio una pasada por encima, a baja altura, jugando, supongo. A Andresillo y a mí nos hizo gracia la broma, pero no a Nemesio, que –nos dijo– ya le había ocurrido lo mismo otras veces y tenía miedo a un accidente. Así que detuvo el coche en medio de aquel llano herbáceo. La avioneta había dado la vuelta y nos embistió a más baja altura que antes –bajísima, pues. Nemesio salió del coche y esgrimió la llave de desmontar ruedas. Cuando el aviador, que había vuelto a dar la vuelta, vio la arrojadiza amenaza, puso «pies en Polvorosa», o –mejor dicho– «alas en Matacán».
Muchas más cosas nos pasaron en estos últimos 50 años, unas familiares y otras laborales. Me vienen a la memoria las rabietas que tenía Antonio Arribas por el tiempo que tardó Andrés en aprender a hacer bien las preparaciones microscópicas. ¡Era una vez, y otra, y otra más, y ¡¡nada!!, que se frustraban en el último momento!
¿Y las fotos en el laboratorio? ¡Costó quitar aquel tono grisáceo, en «panza de burro»!
¡Cuantos recuerdos! Andrés fue el primero que entró en aquel equipo, al que se añadieron después Nico (q. e. p. d.), Balta, Nacho, Emilio y algunos más. Y Gloria, que se incorporó también muy jovencita, sustituyendo a la hija de aquel Sisinio, compañero de fatigas campestres. Todos fueron más que empleados. Formábamos una gran familia en aquel ambiente que parecía estar en constante ebullición, de tanto trabajo que teníamos en aquel Laboratorio de Mineralogía, con sus más buenos que malos momentos.
¡50 años juntos! ¡Medio siglo de actividad continua!
¡FELICIDADES, ANDRÉS!
6 comentarios en «Cincuenta años juntos»
Casi, casi, no sabría decir cuál foto es anterior y cuál posterior. Y es que estais hechos unos chavales. Seguro que es por vuestro buen humor…
Un abrazo
Algo así debe de ser. Veo, querido amigo Emilio, que has captado la idea.
Un abrazo
Gracias Emilio nos ves con buenos ojos.
No puedo miraros con otros, queridos amigos de mi alma.
Un fuerte abrazo
Qué maravilla poder disfrutar del trabajo durante tanto tiempo! Porque se percibe claramente que has y habéis disfrutado.
¡Pues sí! Si disfruté con lo que hice. Han sido 50 años imborrables. Me considero muy afortunado por haberlos vivido.