Opinión

Tomar las de Villadiego

[dropcap]L[/dropcap]legué a Villadiego el domingo 29 de junio de 1982. La razón de aquel viaje fue una información, un mes antes, de un antiguo alumno oriundo de allí, que donó dos fragmentos de placas de tortuga gigante e indicó la presencia de un ejemplar muy completo en buen estado de conservación.
Y allí me fui. Mi ex-alumno me esperaba a la entrada de la villa, acompañado por tres personas, que se presentaron como del Ayuntamiento. Nada más bajar del coche me espetan: «Usted puede ver y fotografiar lo que quiera, pero de tocar, nada».

Testudínido de Barruelo de Villadiego (Burgos) (STUS 12.077). Fotografía de Santiago Martín.
Testudínido de Barruelo de Villadiego (Burgos) (STUS 12.077). Fotografía de Santiago Martín.

Mi habitual prudencia y educación me impidieron subirme al coche y dejar Villadiego y sus tortugas de inmediato. Así que nos trasladamos al edificio llamado Arco de la Cárcel, donde estaba instalado un museo heterogéneo, más etnográfico que otra cosa, con un cuadro de un pintor famoso y, sobre una mesilla, la tortuga que yo había ido a ver.

Quedé muy sorprendido. Se conservaba la mitad posterior de peto y espaldar y, lo que es más importante por la novedad, los huesos de las patas y de la cola. Se deducía que toda la parte delantera, con el cráneo, había sido barrida por la erosión. El ejemplar era muy bueno.

Una vez vista –y nunca tocada– nos trasladamos con mi ex-alumno a Tapia de Villadiego, donde había otra tortuga depositada en la iglesia. Hubo que esperar a quien tenía la llave del abandonado templo. Y allí, sobre la pila bautismal, muy rústica, habían colocado un tablero y, encima, el caparazón completo de una tortuga gigante, que habían vaciado por dentro. De su interior salió una rata enorme, chillando. El fósil conservaba la forma pero le habían embadurnado con yeso de tal modo que impedía hacer la más mínima observación. Incluso le habían pegado placas encima, seguramente pensando que quedaría más bonita. ¡Bendita ignorancia!

De vuelta en Villadiego pude ver y tocar, en una casa, unos huesos sueltos, entre los que había una mandíbula de un rinoceronte miocénico.

Y no habiendo más asuntos que tratar, nos tomamos una cerveza en un bar de la hermosa Plaza Mayor, doblemente porticada, y nos despedimos de mi abochornado ex-alumno.

Pero no acaba aquí la historia. Como un mes después, me encontraba en un restaurante, en Ayllón (Guadalajara), comiendo y viendo el telediario. ¡Cual no sería mi sorpresa cuando dicen que el conocido paleontólogo Emiliano Jiménez había dirigido unas excavaciones en Villadiego para extraer unas tortugas gigantes fósiles, muy importantes! Me atraganté.

"Tortuga". Aerografía de Tito Jiménez (1988).
«Tortuga». Aerografía de Tito Jiménez (1988).

Y aún hay más. En diciembre recibí una carta de mi ex-alumno en la que contaba que el otoño había sido muy malo y que se había propalado por la zona que la Universidad de Salamanca pagaba hasta cuatro millones de pesetas por cada tortuga que se encontrase. Con ese aliciente ¿cómo no se iba a llenar el campo de intrépidos cazatesoros? Y como se decía que únicamente se hallaban en el término municipal de Villadiego, se había organizado un servicio de vigilancia en sus límites, para impedir que los forasteros fuesen los beneficiarios de tal bicoca. ¡Algo así como lo que pasa ahora en muchos pueblos con las setas!

Según parece se localizaron seis ejemplares que, por supuesto, fueron destrozados al intentar extraerlos.

En 1991 pasé por Villadiego y visité, privadamente, el Arco de la Cárcel. De las extremidades de la tortuga, apenas protegida, faltaba gran parte. ¡Era de esperar! Había como una valla protectora, inútil. ¿Qué quedará, hoy, de aquel ejemplar? ¡Que cada cual interprete lo hasta aquí relatado como más le guste!

En 1992 algunos vecinos avisaron y acompañaron a miembros de mi equipo, que pudieron rescatar parte de un caparazón de un testudínido pequeño en Barruelo de Villadiego, expuesto en la Sala de las Tortugas, de Salamanca, con el número 12.077. Recientemente ha sido estudiado, intentando redefinir los géneros de esta familia a nivel europeo. Los dos fragmentos sin valor taxonómico donados en mayo de 1982, están etiquetados como 2.551 y 2.552; son del Mioceno de Villadiego (Burgos).

4 comentarios en «Tomar las de Villadiego»

  1. Querido Emiliano,

    Pues ¿Qué quieres que nos parezca esta anécdota de hoy? Mi impresión es que ya lo sabes. De todos modos el comentario tiene que ser de agradecimiento y de ánimo, porque la información que das es muy interesante y valiosa. Es muy importante tener conocimiento de estos detalles que lógicamente no suelen encontrarse en las publicaciones al uso.

    Aprovecho la ocasión para hacer publicidad de un libro que pronto saldrá publicado en Amazon, por si pudiese interesar a alguno de tus lectores, o si pudieses comentarlo por ahí:

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    de Emilio Cervantes (Autor), Guillermo Pérez Galicia (Autor)

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    Un fuerte abrazo,

    Emilio

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  2. ¡Vaya, cómo son los de Villadiego! Y, por lo visto, casi creas una nueva fiebre del oro por aquellos lares, ¿eh?. Gracias por compartir tus vivencias, siempre amenas y sorprendentes. Un abrazo

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  3. Son cosas que pasan, Armando. Anécdotas vividas que, con humor, no dejan mala huella. ¡Pero fue una verdadera lástima ver como aquella joya se perdió! ¡Cuantas se habrán perdido por un mal uso! ¡Incluso a uno mismo!

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