Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, que trata de ayudar a los fumadores a dejar el tabaco como jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (12º Post)
[dropcap]Y[/dropcap] de pronto se presentó la enfermera de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico: “Hola Lira, yo me llamo Amparo’. La miré y le dije: ‘Tienes el mejor nombre que se puede tener, porque cuando venimos aquí lo que queremos es que nos amparen’.
Se rió y me pidió que me descalzara, porque «vamos a pesarte».
– Eso es una gran faena, por no decir algo más fuerte. Acaban de pasar las Navidades. Pesaré una barbaridad.
– No importa. Sólo es una referencia, queremos saber lo que pesas ahora. No queremos que engordes, y sobre todo no queremos que eches la culpa a dejar de fumar si engordas.
Setenta y dos kilos. ¡Dios mío! Cuando deje de fumar pesaré ochenta, me dije a mi misma. Bueno, no es un mal precio si dejas de fumar. Eso sí, la operación bikini del verano iba a ser desastrosa.
Amparo me llevó, casi de la mano, hasta el despacho del doctor Miguel Barrueco.
Entré y el médico me tendió la mano y la apretó. Me hizo sentir que ya éramos colegas.
Gestos tan cotidianos como la sonrisa o el apretón de manos logran que sientas que estás en casa, entre amigos. Y, la verdad es que hacía cinco minutos que habían entrado a formar parte de mi vida, de mis conocidos, aunque intuía que serían más que eso a lo largo del largo proceso que dura dejar de fumar.
– Bueno, Lira. ¿Por qué quieres dejar de fumar?
– Por miedo a padecer cáncer.
– ¿Has intentado dejar de fumar alguna vez?
– Sí. Esta es la séptima vez que quiero dejarlo. La primera vez estuve cinco años sin fumar; la segunda, dos, la tercera, uno, la cuarta, otro, y la quinta unos meses al igual que la sexta. No me veo capacitada para dejarlo yo sola. No sé si lo conseguiré. No sé si en esta ocasión tendré éxito, pero ahora necesito ayuda para no fracasar una vez más. Soy consciente de que puedo dejarlo. Es más, no me cuesta demasiado, pero con las mismas recaigo.
– Tienes que pensar que las ocasiones en las que has dejado de fumar han sido siempre éxitos y que los periodos en los que has vuelto no son fracasos, son recaídas temporales. Además tú ya tienes una ventaja sobre otros fumadores: tú sabes que puedes dejar de fumar.
– Sí, pero también es una desventaja, sé que puedo volver y cuando después de un tiempo, sean meses o años, vuelves a comprar un paquete de tabaco, la sensación de fracaso es absoluta.
– ¿Sabes por qué volvías a fumar?
– Sí, lo tengo muy claro. Estoy muy segura de por qué he vuelto una y otra vez, primero a pedir un cigarrillo, luego otro y después, la perdición, a bajar al kiosco o al estanco y comprar un paquete de cigarrillos. Siempre estuvo condicionado a la inestabilidad laboral. Cuando dejaba un trabajo o cuando empezaba uno nuevo, recaía. No sé por qué, siendo consciente de que el tabaco no me aportaba nada. Es más, necesito la voz para trabajar y cuando comenzaba nuevamente a fumar me costaba horrores hablar.
– ¿Cómo crees que te vamos a ayudar aquí?
– No sé, pero tengo claro que aquí os tendré que rendir cuentas de mis actos. Y para mí ese compromiso es importante. Luego no sé, quizá contarle a una persona ajena las sensaciones que siento en mi cuerpo, saber que me van a entender. No sé….
– Bien -dijo Miguel-, nosotros vamos a ayudarte, pero tienes que ser consciente que quien deja de fumar eres tú, quien tiene éxito o fracasa eres tú, nosotros solo somos el instrumento que vas a utilizar para dejar de fumar, para que te resulte más fácil dejar de fumar. Y por cierto, no somos la Virgen de Lourdes, no hacemos milagros.
– (Sonreí) Me imagino. En las ocasiones anteriores que he dejado de fumar –comenté- siempre me ha ayudado decir que estoy dejando de fumar o que ahora no fumo. Era como un compromiso que me hacía a mí misma, teniendo testigos de un contrato imaginario. La primera vez que lo deje, se lo conté a todo el mundo. Todo el que me quiso oír, lo supo. De esa forma tenía ante mí muchos guardianes de mi acuerdo. Por vergüenza a romper ese pacto no volví a fumar ¡en cinco años! Luego se me olvidó el compromiso imaginario, pero tengo que reconocer que siempre me da mucho pudor encender un cigarrillo delante de alguien al que le he dicho que había dejado de fumar. Esa mirada interrogativa o esa pregunta que yo sentía como inquisidora: ¿pero tú no habías dejado de fumar? O ¿pero, tú fumas? Son preguntas difíciles de contestar sin decir una obviedad o una mentira. Somos drogadictos y por definición mentirosos.
– La nicotina engancha, mucho más que otras drogas. Es adictiva y secuestra la libertad y por eso los fumadores se engañan a sí mismos y tratan de engañar a los demás. Los fumadores sois las víctimas de un secuestro: tenéis secuestrada la voluntad y además padecéis el Síndrome de Estocolmo, queréis dejarlo, recuperar la libertad, pero como no podéis conseguirlo fácilmente aceptáis seguir fumando y defendéis a vuestros secuestradores, a los cigarrillos, ante vosotros mismos y ante los demás.