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El Claustro de San Francisco el Grande en el antiguo hospital de la Santísima Trinidad

El claustro del convento de San Francisco el Grande se reconstruyó en el patio de lo que hoy es el colegio de las Siervas de San José.

[dropcap type=»1″]E[/dropcap]l patio del antiguo hospital de la Santísima Trinidad, hoy utilizado como espacio de recreo del colegio de las Siervas de San José, no es una edificación del itinerario comunero, sin embargo, sí que lo es gran parte del claustro de San Francisco el Grande reubicado en este lugar por expreso deseo del obispo salmantino, el agustino Tomás Jenaro Cámara y Castro.

El prelado mandó trasladar piedra a piedra los restos del bello claustro que había quedado en pie después de su destrucción en la Guerra de la Independencia y tras la explosión del polvorín de la calle de la Esgrima. Ambos acontecimientos convirtieron el barrio de San Vicente y la actual Vaguada de la Palma en un despoblado lleno de ruinas.

Como si fuera el lugar idóneo para acogerlas, se fueron acoplando en el patio del hospital las columnas con sus labrados capiteles, y fue surgiendo en un patio desnudo un claustro que nos habla del que presidía la vida del convento de San Francisco el Grande.

En el claustro de los franciscanos tuvo lugar una fuerte discusión entre las dos facciones salmantinas inmersas en la revuelta comunera. En el verano de 1520 llegaron a Salamanca emisarios de Segovia pidiendo ayuda urgente. En aquella ciudad castellana habían recibido con hostilidad a sus representantes en las cortes de Galicia porque sus procuradores habían accedido a conceder al rey Carlos el servicio solicitado, en contra de lo acordado por la ciudad que había optado por negárselo. Uno de los procuradores, Rodrigo de Tordesillas, fue linchado y ahorcado, mientras que el otro logró huir. Las fuerza reales quisieron dar un escarmiento y encomendaron la represión de Segovia al alcalde de Corte Rodrigo Ronquillo.

[pull_quote_left]En el claustro de los franciscanos tuvo lugar una fuerte discusión entre las dos facciones salmantinas inmersas en la revuelta comunera. En el verano de 1520 llegaron a Salamanca emisarios de Segovia pidiendo ayuda urgente[/pull_quote_left]

Los segovianos pidieron ayuda a las ciudades comuneras, entre ellas a Salamanca. Al conocerse las noticias de Segovia el pueblo salmantino salió a la calle con gritos de adhesión a la ciudad castellana y de apoyo a los comuneros. Los nobles salmantinos estuvieron divididos desde los primeros momentos. Incluso dentro del mismo linaje los había de los dos bandos. Así como la mayoría de la familia Maldonado apoyó la causa comunera, otras ramas de la misma familia se inclinaron por el rey.

Lo mismo ocurría entre nobles que compartían vecindad. Éste fue el caso de Pedro Maldonado Pimentel, jefe de los sublevados salmantinos, y Francisco de Ribas, camarero del arzobispo don Alonso de Fonseca III, que se mantuvo en todo momento fiel al emperador Carlos. Ambos vivían en la misma plaza de San Benito, a tan solo unos metros uno del otro.

En la reunión que se celebró en el monasterio de San Francisco el Grande para discutir sobre la ayuda a Segovia los dos personajes se enfrentaron dialécticamente, Pedro a favor de socorrer a los segovianos, Francisco de Ribas en contra. Ribas seguía las órdenes de su señor, el arzobispo Fonseca III, que también era miembro de la familia Maldonado.

El incidente llegó rápidamente fuera de los muros del claustro franciscano. Se rumoreaba por toda la ciudad que Ribas había querido matar a Maldonado. Este rumor fue excitando a los partidarios de los comuneros hasta tal punto que llegaron a reunirse unos seis mil hombres armados con gritos de apoyo a Pedro Maldonado. La multitud se desplazó a la plaza de San Benito buscando a Francisco de Ribas para ahorcarlo, aunque pudo huir antes de ser prendido, pero la masa cercó su casa, asaltándola e incendiándola.

Los enfrentamientos entre Pedro Maldonado y Francisco de Ribas venían de lejos. Hacía treinta años que la familia del doctor Rodrigo Maldonado de Talavera -promotor de la Casa de las Conchas y abuelo de Pedro y Francisco Maldonado- y la familia Fonseca-Acevedo, que encabezaba el arzobispo de Santiago, estaban enemistadas. Así se explica que Francisco de Ribas, que no hacía nada sin el visto bueno del arzobispo de Santiago, optase por el rey, al igual que su señor.

Francisco era su mayordomo y sirvió a los dos Alonso Fonseca, padre e hijo. Se ocupaba de los asuntos económicos de la casa de los arzobispos. Su cargo le suponía estar entre los personajes más ilustres e influyentes de la ciudad y de la Corte.

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