Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, que trata de ayudar a los fumadores a dejar el tabaco como jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (13º Post)
[dropcap]Q[/dropcap]ué el tabaco es malo, que perjudica seriamente la salud, que es caro, que…. Todas aquellas cosas yo ya las conocía, pero me vino muy bien que me las recordaran de forma ordenada, sistematizada. Era como si verbalizándolas se pusieran en orden de importancia. Quizás el argumento de que al fumar no era libre era algo novedoso y lo del Síndrome de Estocolmo me hizo pensar.
En unos minutos habíamos repasado porque fumaba y porque quería dejarlo. No sabía cómo continuaría aquello. No era capaz de prever que me iban a proponer y tampoco si al salir de la consulta debería dejar de fumar ya ¿Habría sido mi último cigarrillo el que me había fumado en la calle antes de entrar a la consulta? Por cierto, una contradicción absoluta. Vas a un hospital, donde hay gente enferma y a la entrada, delante de la puerta observas colillas, cientos de colillas agolpándose en ceniceros, y eso que supongo que cada mañana barren y limpian ese lugar. Claro que, bien mirado, al menos ahora no se fuma dentro del propio hospital. No hace mucho tiempo que las colillas no estaban en la puerta ¡estaban dentro del hospital, en los pasillos y rellanos de las escaleras!
Algo habíamos avanzado. Y recapitulando sobre ello, sí que era palpable cierto cambio: ¡pero si yo he llegado a fumar en un examen, en los pasillos de la facultad, en la cafetería de la Universidad! ¡Dios mío! Nos parecía imposible no fumar mientras tomábamos café. Y mira ahora, no pasa nada. No se acaba el mundo por no fumar dentro del hospital o esperando para hacer un papel en un organismo público o viendo una película o cruzándote el Atlántico o tomando un café.
Miguel me trajo de nuevo a la realidad.
– ¿Cómo quieres dejar de fumar?
– A qué te refieres.
– Si lo quieres dejar de golpe o progresivamente. Como tú creas que se ajusta
mejor a tus posibilidades, que te resulta más fácil para tener éxito.
– Yo no creo en dejarlo poco a poco. En las seis ocasiones anteriores lo he dejado de golpe.
– Bien, pues entonces tenemos que fijar una fecha para dejar de fumar.
– ¿Entonces puedo seguir fumando algún día más? Yo pensaba que al salir por esa puerta ya no podría fumar.
– Vamos a fijar una fecha para intentar dejar de fumar, si te parece empezamos por firmar un contrato, -dijo Miguel-. Firma aquí, en este libro, que se va a convertir en tu “libro de cabecera” los próximos meses. En él vas a encontrar consejos positivos que debes conocer, tareas que debes hacer por tu cuenta para que te sea más fácil dejar de fumar y otras que vas a realizar y que deberás escribir en el propio libro.
¡Vaya! No estaba mal. Me recibían con una sonrisa, me estrechaban la mano y ahora me regalaban un libro. Lo cierto es que un libro al uso no era. Es verde, como la esperanza, pero es más bien un cuadernillo, donde te dan recomendaciones y te proponen actividades y tú tienes que expresar tus pensamientos, dudas y temores. Y al comienzo es donde está el contrato que debes firmar. Allí figura el día en el que dejarás de fumar. Aquello del contrato no sabía si era algo serio o más bien una formalidad. Me desconcertaba algo.
No me atrevía a concretar una fecha. Miguel me preguntó que cuantos cigarrillos llevaba en el paquete de tabaco.
– Cuatro- contesté.
– Pues cuando los termines. Te ves capaz de comenzar a dejar de fumar al terminar el paquete.
– Vale.
– ¿Estás segura?
– Lo tengo que dejar antes o después, para eso estoy aquí, ¿no?
– Sí.
– Pues vale. Al terminar el paquete dejo de fumar.
– Eso cuando será.
– Creo que mañana al mediodía.
– Pues en ese momento comienzas.