Opinión

Nieve

[dropcap]A[/dropcap]Al norte de la provincia de Burgos hay paisajes que sorprenden por su majestuosa crudeza. No me extraña que allí se forjase el temple castellano. Es donde más orgulloso me siento al ser heredero de aquellas bravas gentes que regalaron su lengua a todo un continente y más.

En algunos sitios, marchando por las peladas parameras, destacan las altas estacas a ambos lados de la carretera. Uno se imagina que son para orientar al arriero durante las nevadas, que allí deben ser tremendas, de más de un metro de altura. Los aislados caserones de piedra dan una sensación de intenso frío invernal.

Y así es.

Sobre ello me relataron una historia que os voy a trasmitir. Ocurrió en el borde de la Meseta sobre los valles cántabros, que se abren a la vista del viajero en los Portillos. Quizás el más espectacular de ellos sea el de Lunada.

Para darle más énfasis os lo he escrito en primera persona, como si yo hubiese intervenido en aquellos episodios, que no puedo decir cuando se produjeron, aunque supongo que hace mucho, muchísimo tiempo.

¡Ahí os va!

———

OLYMPUS DIGITAL CAMERA«En aquel invierno cayó una descomunal nevada. Ya se sabe que los Portillos próximos a Espinosa de los Monteros se “cierran” casi todos los años, pero en aquél el mal tiempo se había adelantado, trastocando todas las previsiones. No paraba de nevar y nevar.

«Se corrió la voz de que un matrimonio de ancianos vaqueros había quedado bloqueado en su cabaña, cerca del Portillo de Lunada. El cura de Bárcenas se encargó de organizar una partida de rescate y allá fuimos 8 paisanos, a intentar socorrer a aquellos desventurados, con la desazón de si los encontraríamos muertos con su ganado.

«Salimos antes del amanecer, pues el camino era largo y difícil; y más ante la amenaza de fortísima tormenta. Las primeras leguas, con la nieve blanda de más de una vara de espesor, resultaron cansadísimas, pese a ir bien preparados para andar sobre ella. Más arriba la nieve había endurecido, lo que nos permitió avanzar más deprisa.

«Al llegar al Portillo el cura oteó con un catalejo. El panorama era esplendoroso en su grandeza y silencio.

«- ¡Están vivos! ¡Allí, allí! ¡Se ve humo!

«Aquello dio fuerzas a nuestros agotados cuerpos y seguimos, seguimos… Uno de nosotros regresó para dar la buena noticia y decir que después del rescate bajaríamos a La Concha. Ya se veía, a simple vista, el hilito de vida que subía, vertical, hacia el cielo…

«Llegamos. El humo salía de un pocillo de hielo, que el calor de la lumbre de abajo había formado sobre la chimenea. Tendría tres a cuatro varas de profundo. La casa estaba debajo, completamente enterrada en la nieve.

«A nuestras voces en el pocillo respondieron los viejos: –¡Sí, sí!. ¡Estamos bien! ¡Sacadnos de aquí!

«Con palas, con las manos, con lo que fuese, trabajamos duro y, al fin, pudimos desbloquear la puerta. ¡Cuanta alegría! ¡Qué abrazos!

«Como habíamos previsto la tormenta arreció hacia Espinosa, haciendo imposible la vuelta hacia el sur, así que lo que hicimos fue atajar por lo directo, portillo abajo, en un zigzag muy frenético; de vez en cuando rodábamos ladera abajo hasta que la misma nieve nos frenaba.

«Y así fuimos descendiendo, hasta llegar a zona menos pendiente, en la que ya pudimos organizar una recua con la que pudimos ponernos a salvo en las primeras casas de La Concha, ya anochecido. Allí pasamos la noche. Al día siguiente nos desperdigamos por los caseríos que nos dieron solidario albergue hasta que pudimos emprender la vuelta.

2«Varios años después pasé por el Portillo de Lunada, con el cura y varios de los compañeros de aquella jornada. Al llegar al alto, el cura nos dijo:

«-¿Os acordáis de aquello?

«- ¡Cómo olvidarlo!.

«- ¡Pues mirad por donde bajamos!.– Y señalaba con su bastón la ruta seguida.

«¿Cómo era posible que hubiésemos hecho aquello? ¡Si estaba casi vertical!. La juventud y la necesidad… ¡Teníamos que bajar rápido, que se acercaba la noche…!

«En otra ocasión, por aquellos mismos paisajes solitarios, fuimos como mozos a recoger una yeguada montaraz que había quedado en las alturas. Aquel año se decía que el lobo se mostraba más osado que nunca. Pero lo que ocurría es que había más, como muy bien pudimos comprobar al subir… Oíamos claramente sus aullidos durante las noches; ahora veíamos sus huellas y el destrozo que habían hecho en el ganado.

«Encontramos el rebaño en una pequeña cumbre y pudimos ver la inteligencia de estos animales. Las yeguas habían formado una rueda con las ancas hacia fuera. En su interior, los potrillos y potrancas. Alrededor, el gran garañón no dejaba de dar vueltas, tranquilizando con su fuerza impresionante a las nerviosas hembras.

«Al sentirnos, aquellas caballerías, semisalvajes, que por lo general rehuyen al hombre, debieron saber que veníamos en su ayuda y, al unísono, rompieron su circular formación. Relinchando, se acercaron dócilmente a nosotros y, así, emprendimos presto la retirada.

«Y es que los animales tienen una sabiduría natural que nos maravilla. Cuando yo era muy pequeño, allá en el caserío, a media mañana mi madre decía algunas veces: –“Mañana va a nevar”.

3«Me explico. Algo más arriba de las últimas casas había unas cuevas y recovecos que las cabras montesinas utilizaban como refugio cuando la ocasión se ponía negra.

«Los cascabeles y cencerrillos que llevaban avisaban a mi madre, de oído más fino, que bajaban allá, barruntando lo que al día siguiente nunca fallaba.

«Pero… ¿quién les enseña meteorología a estos animales, “que están como cabras”?

———-

¡Qué! ¿Os gustó? De las ruedas defensivas de las yeguas ante la amenaza de los lobos ya había oído. Algunos años después tuve ocasión de ver una por mí mismo. ¡Ya os lo contaré!

2 comentarios en «Nieve»

  1. Hola Emiliano. Tus «aventuras» son una delicia. ¡¡Como pasa el tiempo¡¡¡ Me gustan mucho tus escritos. Bueno esto te lo dirán muchas personas. Además vamos quedando pocos que leen y escriben. Odio el móvil. Supongo que tu también habrás visto a dos novios (el y ella) que van por la calle cada uno con su móvil y sin dirigirse la palabra. Cuando se queden solos , yo creo, que no tienen nada que decirse; es la nueva epidemia: vacío mental de ideas por falta de ejercicio cerebral. Enhorabuena por regalarnos tu prosa y con ella la esperanza de no perder el lenguaje escrito (¡¡y el hablado¡¡). Un abrazo
    Loli

    Responder
  2. Querida Loli: espero que mi ocurrencia de hoy te ha refrescado este verano ardiente, que no ardoroso. Pues lo mismo me han producido tus palabras, que son muy refrescantes. Pienso lo mismo que tú. Y me da pena de esta juventud, que cree que sabe disfrutar y son totalmente analfabetos en ese sentido. ¡No tienen tiempo, colgados del móvil, de ver tranquilamente un amanecer! ¡No saben que no hay nada más bello que eso! Bueno, creo que estoy exagerando, porque en esta vida hay muchísimas cosas muy hermosas de las que gozar.
    ¡Disfrutémoslas, Loli! Con un abrazo muy fuerte

    Responder

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios