[dropcap]E[/dropcap]s un lujazo pasear por Salamanca. Disfrutar de su calles y edificios, pero la ciudad esconde más rincones con encanto y establecimientos que engrandecen más aún este bella ciudad. De la mano de Eva González, directora de la web Hostelería Salamanca caminamos y degustamos la ciudad del Tormes
Me han dicho que Coco Chanel está en la ciudad y que se ‘hospeda’ en la Casa Lis. Salamanca siempre es una buena opción para disfrutar de unas vacaciones, incluso para los propios salmantinos, porque pasearla continúa siendo gratis… para lo demás…
Y así con esa premisa, cruzo el Puente Romano, el mismo que cruzaron, parafraseando a Fray Luis de León ‘… los pocos sabios que en el mundo han sido’. Sigamos el sabio consejo del fraile Agustino y huyamos del mundanal ruido y busquemos la senda, quizá ésta nos lleve a reponer fuerzas en el Parador y desde allí, contemplar una de las ‘postales’ más bonitas de la ciudad a la que le ríe el Tormes.
Desandando lo andado, pero esta vez eligiendo la puerta de entrada del Enrique Esteban, con B que rezan antiguos escritos, concejal al que le debemos que no se tiraran los muros del Puente Romano y que mediara para conseguir financiación para un nuevo puente. ¡Y vaya si lo consiguió! Logró construir uno de los puentes modernistas más bellos de nuestro país. Así, volvemos a imbuirnos en el espíritu modernistas y ¿por qué no? en los locos años veinte y con ese toque a charlestón, flecos y champagne nos dejamos perder por la Cueva de Salamanca, nos llenamos del espíritu romántico y trágico de Calixto y Melibea, admiramos la fachada de la Catedral Vieja y sin darnos cuenta estamos tomando un te mañanero con la mismísima Madame Chanel y sus amigos en la Casa Lis.
Cuando regreso al presente, me dirijo hacia la catedral para visitar la exposición de Santa Teresa. La Santa Andariega me recibe con los brazos abiertos y la mirada al cielo y recuerdo una de sus frases: ‘He cometido el peor de los pecados, quise ser feliz’. Creo que lo consiguió, aunque dudo que sea feliz con el fariseísmo que se está haciendo con su vida y obra.
El tiempo vuela y quiero regresar a la realidad y qué mejor que hacerlo en la Plaza Mayor, sentada en una de las terrazas. Allí, el reloj, punto de encuentro de los salmantinos y los foráneos, me indica que es la una de la tarde. Hora perfecta para que nos sorprendan con una de las creaciones culinarias que están revolucionando la gastronomía charra.
No quiero levantarme, pero el aperitivo me ha abierto el apetito. En el restaurante, donde se pueden ver a Los Churriguera ‘diseñar’ la Plaza Mayor me doy un homenaje y pido tartar de atún rojo, un arroz meloso y un buen asado. Todo delicioso. Cuando me levanto de la mesa rondan las seis de la tarde. Cruzo la Plaza Mayor y me siento en la terraza del Café Novelty, café mítico porque sus puertas las han atravesado grandes del pensamiento como Unamuno, que dijo aquello de … ‘Y Cuando el sol al acostarse encienda/ el oro secular que te recama,/ con tu lenguaje, de eterno heraldo,/ di tú que he sido’. O Gonzalo Torrente Ballester... Tanto amaba a este lugar que incluso hoy, podemos tomar café a su lado.
Después de un rato me marcho por la concurrida calle Toro, aunque pronto me paro para entrar en Zara. No tengo intención de comprar nada, pero la tienda se encuentra situada en lo que antes era la iglesia de un convento y tiene una cúpula impresionante. Salamanca rezuma arte.
El estar en este ‘templo’ me ha hecho pensar que quiero visitar otro, un poco menos mundano, pero que me deja perderme en sus tejados. Ieronimus me permitirá casi tocar la Torre del Gallo, contemplar el impresionante retablo y recogerme.
Quizá por esa meditación, al salir estoy mareada de tantas escaleras pero ha merecido la pena, entre otras cosas porque se me ha abierto el apetito. Quiero seguir mamando historia y por ello, me siento en el Gran Hotel. No queda nada del legendario hospedaje que dio aposento a toreros, artistas y militares que tejieron, o eso nos han llegado, estrategias que desembocaron en la 2ª Guerra Mundial. Al menos, Enrique de Sena habla de la fiebre del wolframio y del Far West y cómo ingleses y alemanes se repartían el oro negro. Entre ensoñación donde hay planos de un reparto de la vieja Europa, doy buena cuenta de un exquisito jamón y un delicioso queso, regado con un buen caldo. Porque ya lo dijo Lázaro de Tormes: “Mas lo que uno no come, otro se pierde por ello».
Paseo y veo como se enciende la noche, la Torres de la Clerecía, al final de la hermosa calle Compañía me espera el Palacio de Monterrey y al doblar la esquina, doy unos cuentos pasos para que Víctor Gutiérrez deje sobre sus platos tanto arte como transmite esta ciudad.
Aunando las grandes y bellas artes he comprobado que el mayor lujo de la ciudad es pasearla y, eso, es gratis. Dejo que mis pasos me conduzcan al hotel Rector, donde pasaré la noche, porque quiero seguir aprendiendo y quién mejor para enseñarme que la cabeza de la Universidad.
3 comentarios en «Salamanca en EXCLUSIVA»
Gracias por este estupendo artículo. Al leerlo parece que eres tu quien hace el recorrido.
MUCHAS GRACIAS POR UN REPORTAJE TAN BONITO
Hasta el ciego del Lazarillo vería y sentiría esta Salamanca tan bien narrada