[dropcap]L[/dropcap]os bloques o bolos graníticos forman paisajes fascinantes. No es nada extraño que en ellos la imaginación se desboque, creando singulares historias en relación con el Más Allá o con seres mitológicos.
En muchos sitios podemos encontrar este tipo de paisaje de peñas caballeras, en mayor o menor escala. Pero a veces sorprende encontrar un bloque granítico -o de otra naturaleza rocosa- en un sitio en que no debía estar. Se les suelen llamar erráticos. Parece lógico pensar que cayeron del cielo y, movidos por una primigenia idea, suponer que de allí los expulsó un Ser superior por motivos que sólo Él sabe. ¿Qué os parece si con esta base invento una leyenda? ¡Es muy sencillo!
Por ejemplo: «allá en los ámbitos celestiales se libró, antes del tiempo, una descomunal batalla entre los gigantes Tales y los Cuales. Cuando la victoria parece que se iba a decantar por los Cuales, o sea, que los Tales iban perdiendo terreno –perdón, en lugar de terreno sustituirlo por «nubarrones»– se apareció una angelical doncella, de rizos vaporosos, ojos como luceros, labios como el crepúsculo. Era Tal –no Fulana de– y por ello alentó a los suyos con sus refulgentes miradas. Se entabló una lucha directa entre los capitanes de ambos bandos y, por fin, el de los Tales cercenó la monstruosa cabeza del de los Cuales, que cayó entre truenos, convertida en piedra, a los territorios sólidos de abajo. Y allí quedó, como monumento a aquella pavorosa y mortal batalla en la que los Tales vencieron a los Cuales».
¿A qué queda bonito? Pero la realidad es que aquel gran bolo granítico, y otros más pequeños que hay por las inmediaciones, fueron llevados allí por la lengua de un glaciar, arrancados de un lugar donde no llamaban la atención por ser todo de la misma naturaleza pétrea.
Claro está que hay veces en que a alguien le es más provechoso aludir estas rarezas a orígenes divinos, o –por motivos sensacionalistas– a procedencia extraterrestre o alienígena.
La roca anómala, cuando no es un resto de morrena glaciar, puede ser un meteorito. Hay veces en que se les ve descender y se localizan sin problemas. Pero en algunos casos llama la atención algo inusual, como el freno de carro del que os hablé hace unas semanas. Tanto los meteoritos como los bloques o cantos erráticos se pueden identificar sin demasiada dificultad por los expertos. Pero si el cuerpo extraño tiene la misma composición que el terreno en que se encuentra puede pasar desapercibido, salvo que se les vea caer. Son los lititos, muy raros.
Bueno pues todo esto se me ocurre a partir del recuerdo de un paisaje de mi querida Galicia, donde hace años no era fácil llegar y hoy sí, por la proliferación de caminos asfaltados que nos llevan a los innumerables molinos eólicos, muy necesarios para el desarrollo industrial –o, como dirían en siglo XIX, «en alas del progreso»–, pero que han hecho huir a muchas meigas. ¿Dónde se habrán ido estos entrañables seres, no tan horribles como dicen? Me las imagino corriendo empavorecidas y gritando de miedo ante la invasión de las maquinarias ensordecedoras.
Abandonaron sus hogares rocosos, sus rincones de embrujo, sus brumosos bosques, llenos de embriagadoras setas y yerbas, sus casitas hoy ruinosas, antes llenas del silencio secular.
Y dejaron sus «penas abaladoiras». ¿Que qué es eso? Pues… la semana que viene os lo contaré. Mientras, disfrutad con otra cosa.
4 comentarios en «A Pena Abaladoira»
Muy buena explicación, pero me quedo con la victoria de los Tales y la cabeza segada del jefe de los cuales. Eres genial. Un abrazo
Muchas gracias, Armando. ¡Ya sabía yo que esa era la parte que más te iba a gustar!
Un abrazo
Me ha encantado tu lección, con ese soporte imaginativo en forma de cuento,bella descripción para soñar!…Soñemos!..
Un abrazo desde el Pinar,aquí se sueña también.Azucena
Gracias, Azucena. Me imagino lo bien que estás descansando en El Pinar. ¡Poco calor y noches con manta! ¡Qué delicia!. Sigue soñando, y escribe algo, aunque me imagino que no hace falta que te lodiga.
Un abrazo muy fuerte