Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, que trata de ayudar a los fumadores a dejar el tabaco como jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (19º Post)
[dropcap]E[/dropcap]l primer golpe en la frente. No me lo podía creer. El Gobierno realiza campañas publicitarias costosísimas para que los jóvenes no comiencen a fumar y los mayores vean claramente el riesgo para su salud que entraña fumar un cigarrillo, pero no paga los medicamentos que te ayudan a dejarlo.
Por curiosidad, voy a apuntar en el libro verde que tengo que preguntarle a Miguel por estas campañas, si son eficaces o no para que los fumadores dejen el cigarrillo y cuando al final se deciden a ello.
Por otro lado, a mí nadie me garantiza que voy a dejar de fumar si compro los parches, pastillas o chicles, ¿no? Solo me aseguran que me va a resultar más liviano contener o mantener en su madriguera a Endriago o lo que es lo mismo, luchar mejor contra el síndrome de abstinencia.
Estoy de acuerdo con Ana en la premisa de que comprar un paquete de tabaco se está poniendo como un artículo de súper lujo para el bolsillo, sin olvidarnos de lo que le hace a nuestro cuerpo, pero me repito: Es muy caro el tratamiento. Debería estar subvencionado por la Seguridad Social, si fumar está considerado una enfermedad, como comentó Miguel en la primera visita, pues entonces ¿porque no se financiaba el tratamiento como el de otras enfermedades crónicas?
Mi primera anotación en el cuaderno fue: Preguntar por qué no están incluidos estos medicamentos en la Seguridad Social, si fumar es una enfermedad. Con estos pensamientos y más irritada y enfadada de lo que cabría esperar, me fui a fumar un cigarrillo a la cocina. Como prometí a Amparo y a Miguel cuando terminara el paquete de tabaco que tenía empezado lo dejaba. Eso, al ritmo que fumaba podía ser el día de Reyes. Me lo echaría de regalo, pensé.
Ese cigarrillo que me fume en la cocina no me supo ni bien, ni mal, ni regular. No me planteé que sería el antepenúltimo de mi vida, ni que me iba a resultar fácil o difícil dejarlo. Simplemente lo fumé. Después me planté delante del ordenador a mirar las páginas web que me había indicado Miguel. Me pareció muy interesante, quizá por aquello de que me gusta el cine, la que reflejaba la historia de amor que tienen Hollywood y la industria tabaquera.
Cine y tabaco, un tandem perfecto, que ha logrado subvencionar multitud de películas y seducir a muchísimas personas para que se encendieran un cigarrillo de los que fuma su actor o actriz favorito en alguna película.
No se puede fumar en el cine. Esto no siempre ha sido así. Los más maduros del lugar recordarán que antes se podía fumar en las salas de exhibición. Pero no es lo que se nos antoja en este momento. Lo dicho, no se puede uno encender un cigarrillo en el patio de butacas, pero como fumador, estás viendo a los actores encenderse uno tras otro. Por ejemplo: Scarlett Johansson en ‘Match Point’, de Woody Allen, cuando insinuante se enciende un cigarrillo y echa el humo en la cara de Jonathan Rhys Meyer.
O de la clásica escena de Olivia Newton-John en ‘Grease’, cuando su personaje –Sandy apaga un cigarrillo ante el atónito rostro de un jovencísimo John Travolta que da vida a Danny. Y empiezan los dos a cantar: You are the One, that I want.
Buceando por Internet me encontré, como podéis imaginar, con cantidad de escenas de cine y tabaco. Pero hay algunos fotogramas del cine clásico que merece la pena recordar, por lo que me vais a permitir que los mencione. Por ejemplo: a Audrey Hepburn sosteniendo una boquilla tipo vampiresa de la que se prolongaba un cigarrillo, en ‘Desayuno con diamantes’. Precisamente esa imagen de la estrella fue la que escogió la casa alemana Schlegel para lanzar un sello de la actriz.
Qué decir del atractivo Gary Cooper sosteniendo un cigarrillo o de la enigmática Marlene Dietrich. Y la mirada perdida de Gary Grant viendo las filigranas del humo, lo mismo que Valentino o Lucille Ball, George Nader, Mae West, Elizabeth Ashley y el mismísimo Marlon Brando, que estaba endiabladamente arrebatador con su camiseta blanca, en ‘Salvaje’ y con una estética similar a James Dean, en ‘Rebelde sin causa’. Pero si hubo una fumadora empedernida en el cine esa fue Bette Davis, que fumo compulsivamente dentro y fuera de la pantalla.
Solo hay que teclear tabaco, cine o cigarrillos en la red y casi de manera inmediata y paralela van asomándose enlaces y páginas donde los títulos clásicos de la historia del Séptimo Arte están ligados a la industria de los fabricantes de cigarrillos.
1 comentario en «El paquete de tabaco… un artículo de lujo»
Muy bien, querida periodista. Me están dando ganas de empezar a fumar por el placer que se debe sentir al dejarlo. Aunque más que placer debe ser satisfacción. ¿Noo?
Un abrazo