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Los amantes de O Xistral

[dropcap]E[/dropcap]n mi ocurrencia de la semana pasada os dejé cuando aquella mala mujer, hermosa como Venus, quedó con un trozo de la manga de Rosendo, cuando éste huyo de ella como de la peste. Y Elvira decidió tomar una cumplida venganza sirviéndose de la prenda.

Pero… ¿qué tipo de venganza?, habréis pensado más de uno en esta semana en que os abandoné con la duda. ¿Es que el poder faraónico llegó alguna vez a aquel recóndito lugar gallego? ¡No! Rosendo no era José, ni Elvira la mujer de Putifar, ni Galicia era Egipto. Me viene a la memoria algo que leí hace tiempo sobre este personaje bíblico… Pero eso, si os parece, lo contaré otro día.

¿No recordáis que la madre de Elvira tenía ciertos conocimientos, digamos, satánicos y que con ellos hizo un conjuro al que acudió una bruxa. Pues esos conocimientos se los había trasmitido a Elvira, que hizo lo mismo para calmar su despecho.

Pero esta vez la respuesta fue diferente. Elvira sintió la llamada de la bruxa, para que fuese ella quien acudiese a su encuentro. Y así, con el trozo de tela, se encaminó por las enzarzadas veredas, que se abrían a su paso, por en medio de la intrincada fraga, hasta la cova das bruxas. Allí contó su caso y su mortal deseo.

Súa vinganza será cumprida. Pero ¿o que me vai dar a cambio?– dijo la bruxa.

– O que me di. Vou cumprir-la!

¡Pidote a vosa alma. Vai vir aquí todos os sábados durante nove meses e sempre facer o que eu digo!

Y Elvira aceptó, sellando su pacto diabólico con una gota de sangre digital, que cayó en el puchero donde hervía la mixtura herbácea con el trozo de tela de la manga de Rosendo y un cabello de la bruxa.

A partir de ese momento el espíritu infernal, o demo, se adueñó de un hermoso y enorme garañón negro, con una luciferina estrella en la frente, convirtiéndole en una fiera.

Pronto llegó el día de la rapa das bestas. Todos estaban ansiosos por ver qué pasaba con el gran macho, cuya terrible fama se había corrido como el viento por aquellos agrestes valles, atrayendo a más gente que otros años.

"O demo escapa", dibujo de Emiliano Jiménez.
«O demo escapa», dibujo de Emiliano Jiménez.

Al conseguir, por fin, aislarle en el curro y enfrentarle a otro garañón, casi lo mata. Espuma blanca le salía de la boca. Un tenue vapor de todo su hermoso cuerpo. En esto estaba cuando vio a Rosendo y fue derecho a por él. Le golpeó con las manos y antes de que cayese el mozo al suelo le propinó la coz definitiva.

La cabeza del hombre resonó como una sandía que se abre ante sus despavoridos compañeros. Antes de que pudiesen reaccionar el garañón saltó limpiamente la elevada cerca del curro y corrió veloz hacia la cerrada fraga, que se abría ante su trote.

En los días siguientes, por más batidas que se dieron para encontrar y ajusticiar al asesino, no se le halló en parte alguna. No se supo más de él.

———-

El primer sábado después del entierro de Rosendo, Elvira se encaminó hacia su destino… Las zarzas otra vez se descubrían ante ella, separadas por una mano infernal. ¡No había truenos ni relámpagos! No hacían falta para hacer más terrible el decorado. ¡No!

Llegó a la cova das bruxas. Allí la esperaban Demurgis y el asasino cabalo, pastando tranquilamente en un prado aledaño.

¿Y qué ocurrió? Pues que Demurgis, muy, muy vieja, no la dejó marchar de allí, transformando a Elvira en un ser horrible de aspecto –de alma ya lo era– y de nombre: Elvurgis. Y cuando ya no tuvo nada que enseñar desapareció una noche, cumplida su misión.

Y Elvurgis fue la bruxa de aquella fraga, esperando pacientemente que alguien la invocara para atraer a otra infeliz hacia la senda del terror y el mal.

———-

Pero no acaba aquí la leyenda. Todos en aquellos valles relacionaron la desaparición de Elvira con la muerte de Rosendo, y supusieron un amor secreto y poderoso que los había unido en el más allá. Y las rapazas, allá por San Pedro, cuando los mozos celebran la rapa, dejaban caer una coronita trenzada de flores en las corrientes de los arroyos, para que fuesen recogidas por su enamorado. ¿Tendrán algún día estos amantes de O Xistral su estatua, como aquellos de Teruel? ¡Quién sabe!

———-

¡Y colorín, colorado este parto se ha acabado!

5 comentarios en «Los amantes de O Xistral»

  1. Emiliano que nos has hecho sudar esta semana. Ten en cuenta que se ha acabado el verano, que han sido las ferias y ahora ya estamos sentados en los pupitres. Que esto que nos has contado estos días es un poco lúgubre, cuentos de meigas para dias de lluvias y vientos.
    Cuentanos algo mas alegre Emiliano, alégranos el principio de curso que viene todo a salto de caballo…

    Un fuerte abrazo y que sepas que es una lata esto de tener que esperar un dia a ver el comentario publicado porque así no se puede mantener el hilo de la conversación.

    Lo dicho. Hasta pronto,

    Emilio

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    • ¡Ay, Emilio! Si supieras los problemas que estoy teniendo para enviaros puntualmente mis ocurrencias. Salen los lunes, pero hay algo en mi ordenador que no funciona bien. ¿Será la venganza de Elvurgis?
      Un abrazo

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  2. ¡Escalofriante relato! Puede que, pasados los años, se convierta en una leyenda de esas tierras gallegas tan dadas a los misterios… Me ha alegrado mucho retomar el comienzo del curso con tus entradas. Ánimo que queremos seguir deleitándonos este año. Un abrazo

    Responder
    • Muchas gracias, Armando, por tus estimulantes palabras. ¡Quién sabe! Entre lo que leemos y lo que escuchamos, Galicia está repleta de leyendas en montañas y fragas. No tiene nada de particular por lo sobrecogedor de algunos paisajes solitarios, donde, a veces, te encuentras personajes, sobre todo mujeres muy mayores, que parecen salidas de plena Edad Media. Luego están los cementerios y los cruceiros en medio del monte. Todo te sugiere leyendas. Claro que para eso hace falta meterte dentro del alma gallega, sumergirte en el silencioso aroma de los bosques… ¡y huir de lo fácil, de lo que enseñan a los turistas, que –pobrecillos– no saben lo que se pierden!
      Un abrazo

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  3. Querido Emiliano,

    Ya he recibido tu respuesta al comentario anterior en mi buzón de correo pero aquí no la veo, o sea que tarda más en publicarse aquí que en mandarse por e-mail lo cual es un atraso, o bien, como tu dices, una venganza de Elvurgis. Para evitar venganzas y misterios terroríficos yo te pediría que, sobre todo ahora a principio de curso, nos deleitaras con relatos más próximos y amenos, en tu estilo más natural y genuino. Alguna de tus aventuras de los tiempos del rugby o más atrás de tu infancia madrileña, jardín cuyas flores se dejan ver poco por aquí. Mira, esto del jardín con las flores es una horterada de campeonato, pero espero que me lo sabrás disculpar y entenderlo como tantas otras cosas que no parecen como más nos gustaría. Un abrazo

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