[dropcap]A[/dropcap]penas cruzó el puente internacional Simón Bolívar, en la línea fronteriza entre Venezuela y Colombia, un hombre moreno se le acercó y, deslumbrado ante el azabache intenso de su cabellera, le preguntó que si venía a vender sus ´mechones´. Natalia sonrió y negó con la cabeza. Pero el hombre tenía razón, pues la finalidad de su viaje era esa.