[dropcap]A[/dropcap]l irse el rapaziño, Catorcena, Pepiño y Senén quedaron impacientes por saber que tenía que decir Lucinda. Así que nada más terminar el ágape corrieron a la casucha de la sanadora. Pero ella se empeñó en hablar a solas con Catorcena, de modo que únicamente entró él. Una vela sobre la mesa y la lumbre que calentaba un caldero eran toda la iluminación del lóbrego cuchitril.