Pongamos que hablo de Madrid

 

[dropcap]N[/dropcap]ada más lejos de mi intención que plagiar, no ya una letra amuleto -fatua superstición- sino título tan sutil, equiparable a cualquier encarnadura melódica. Madrid, desde hace siglos, simboliza el corazón vivificante, eje neurálgico del paisaje nacional. Niego toda suposición ofensiva contra la dispensa autonómica, aunque considere oneroso, desde un punto de vista económico, el Estado de las Autonomías. Reconozco el prestigio de Barcelona, Valencia u otras ciudades que salpican solemnes los rincones patrios. Ciudades llenas de espíritu, de hervor, de sentimiento; pero, como en las percepciones, cada cual adiestra su umbral para priorizar estímulos y pasiones. La Historia ha decidido que su umbral se optimice cuando afloran sentimientos auténticos, entrañables, reales, hacia una ciudad presidida por el oso y el madroño. 

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