[dropcap]D[/dropcap]espués de la pavorosa muerte de Ramiro y de su entierro siguieron días de horror en Almenara de Tormes. Nadie se atrevía a adentrarse en el bosque del páramo, ni tampoco en las riberas. La gente salía de sus casas lo imprescindible; parecía que la vida se había detenido. Pero más terribles aún eran las noches… Nadie dormía, todos pendientes del más mínimo ruido o ladrido canino.