[dropcap]C[/dropcap]on ocasión de las pasadas elecciones generales, Albert Rivera se marcó por encima de cualquier otro objetivo el de salir de ellas convertido en el líder de la fraccionada derecha española. Igual que en su momento Pablo Iglesias pretendía asaltar los cielos, Rivera creyó llegada la ocasión de arrebatar al degradado PP la hegemonía de ese hemisferio político. La fragilidad de Pablo Casado y la irrupción de Vox contribuían a la expectativa.
pacto
Mañueco-Igea: La bicefalia está servida
[dropcap]E[/dropcap]sta comunidad está cansada de 32 años de mayoría absoluta del PP, de clientelismo, de soberbia, (…) No hemos venido aquí a que las cosas sigan igual.”Así se expresaba, no ya durante la campaña electoral, sino días después de las elecciones del 28 de abril el vicepresidente único y portavoz del inminente gobierno bipartito presidido por Alfonso Fernández Mañueco. Por esas fechas, el que había sido candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Junta, Francisco Igea, todavía no había cambiado el “chip”. Seguía instalado en el mantra del “cambio y la regeneración democrática”, algo metafísicamente incompatible con el PP de Fernández Mañueco, de naturaleza refractaria a esos principios.