[dropcap]E[/dropcap]n estos días del estío crepuscular, cuando la escuela reinicia sus quehaceres con más incertidumbres que certezas, anda uno buscando sus ratitos de paz en la poesía. Ahora con África, una lejanía donde son posibles todas las lejanías, de mi querida y admirada Isabel Bernardo. Había tenido ya la suerte de leer aun sin publicar, en el transcurso de una actividad académica, alguno de estos poemas, desmenuzando sus entresijos y aprehendiendo todo el sentimiento y vitalidad que la poeta insufla a unos versos tremendamente arraigados a la entraña. Con ello, es lógico, uno queda atrapado y expectante a la espera de que la obra vea la luz y gozar así de su lectura. Es una poesía diáfana, muy sensorial y profundamente humana, como ella. Se maneja bien, con la desenvoltura propia de quien ya sabe que ha alcanzado la madurez y no necesita demostrar nada más a nadie.