Cementerio de quita y pon

Cementerio
El cementerio, ahora conocido como de San Carlos Borromeo. (Archivo)

El camposanto de Villasandín, ordenado construir inicialmente por el general Thiebault, no se levantó hasta la epidemia de cólera del año 1832. El Obispado costeó las obras ante el desdén del Ayuntamiento.

 

Tuvo que ser el general francés Thiebault, el mismo que ordenó expropiar las casuchas junto a la Catedral para abrir la plaza de Anaya, quien emprendiese en 1811 la iniciativa de construir en Salamanca un cementerio para el conjunto de la ciudad. Hasta entonces los salmantinos tenían la insalubre costumbre de realizar los enterramientos en parroquias y conventos, o en los espacios que tenían los hospitales de la Santísima Trinidad y del Amparo.

El camposanto ubicado en 1802 frente a la puerta de San Vicente (en la zona del paseo que hoy lleva ese nombre) estaba destinado únicamente a los pobres que morían en el hospital general, que se encontraba entonces en el que fue colegio mayor del Arzobispo. Así lo destacan Nieves Rupérez y José Ignacio Díez en un artículo publicado en la Revista de Estudios, que edita la Diputación de Salamanca.

cementerio dia de los santos
Aspecto que ofrece el cementerio el Día de Todos los Santos hoy en día.

La zona elegida fue la huerta de Villasandín (o Villasendín, según otras fuentes), a unos 800 metros desde la puerta de San Bernardo, antigua propiedad de los jesuitas y posteriormente del seminario conciliar de San Carlos. Aunque un edicto ordenaba enterrar exclusivamente en el cementerio a partir del 25 de mayo de 1812, la resistencia a todo lo que oliese a francés hizo que el camposanto quedase temporalmente en desuso.

Cuando en el Trienio Liberal (de 1820 a 1823) surgió otra vez la necesidad de contar con un cementerio, la zona elegida fue el convento de Franciscanos Descalzos, conocido como El Calvario que después ha dado nombre al campo de fútbol sobre el que ha terminado construyéndose la estación de autobuses. Aunque llegó a nivelarse y acondicionarse el terreno e incluso a levantarse varias paredes exteriores, siempre según datos de Nieves Rupérez y José Ignacio Díez, el proyecto quedó abortado cuando finalizó el Trienio.

La epidemia de cólera morbo asiático de 1832 hizo que los salmantinos olvidasen sus signos de rebeldía contra los franceses o contra el poder político, ya que hasta entonces seguían enterrando en las iglesias. El cementerio general, que volvió a ubicarse en la huerta de Villasandín, se incluyó entre las medidas preventivas contra esa enfermedad aprobadas en abril del citado año y la primera inhumación tuvo lugar el 3 de mayo siguiente. “Correspondió a la niña de trece años Teresa Valera (sic)”, citaba El Adelanto en un artículo de 1924 con motivo de la festividad de Todos los Santos, “sobrina del prelado que ordenó la construcción del cementerio”, el obispo Agustín Lorenzo Varela.

Ni siquiera pudieron esperar a que se produjese en octubre de 1832 la inauguración del camposanto, con procesión desde San Martín y segunda bendición (la primera había tenido lugar cuando el proyecto de Thiebault, en mayo de 1812). El plan para la construcción de este cementerio fue encargado al arquitecto municipal, entonces Tomás Francisco Cafranga, aunque el Ayuntamiento se desentendió del proyecto y el Obispado costeó casi dos tercios de los gastos de construcción.

Desde entonces, destacan Rupérez y Díez, ha habido sucesivas ampliaciones: en torno a 1870 (diseñada por José Secall), en torno a 1920 (diseñada por José Yárnoz), en 1953, en 1964 y en 1973. El cementerio, ahora conocido como de San Carlos Borromeo, está incluido en el catálogo de edificios de interés debido a sus “canónicas portadas”.

Por: César Yuste Prieto

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