Opinión

Engañada

Mi memoria sigue firme. ¡El título de la película es correcto!
Mi memoria sigue firme. ¡El título de la película es correcto!

[dropcap]E[/dropcap]stando por el Occidente de Asturias me contaron una historia que me hizo pensar en la frecuencia universal de algunos hechos. Al oírla recordé una gran película, protagonizada por Ingrid Bergman y Anthony Quinn — creo que se llamaba algo así como «La visita del rencor» y que también se representó en TV, en aquel maravilloso «Estudio 1», puede que con otro título. El tema principal debe ser viejo como el mundo. Quizás figure entre los antiguos cuentos hindúes o tibetanos. No sé.
Dicen que ocurrió en La Caridad hace muchos, muchísimos años. Tantos, que los nombres de los personajes se perdieron en la niebla de los tiempos… ¡Tendré que inventarlos…! ¿Carmiña y Diego…?

Pues erase que se era una primavera, con toda Asturias como una esmeralda sembrada acá y allá de infinitas flores. Y en aquel ambiente de euforia y alegría, durante una Romería a la Virgen, Diego vio a Carmiña, y ella no sólo eso, se enamoró perdidamente de él. ¡Nada nuevo bajo el sol!

Y aquellas verdes praderas, aquellos bosques, aquellos caminos hasta el mar, contemplaron sus amores, cada día más apasionados. Y una noche de luna llena, tras el baile romero, ocurrió lo que tenía que ocurrir: ambos jóvenes se entregaron uno a otro, sin reservas, sin freno…

Vivieron su enlace carnal, intenso, hasta que un día Carmiña comunicó a Diego que estaba esperando un niño.

La noticia trastornó al galán, en cuyos planes no estaba, ni lo había pensado, el casorio sin dote.

¿Qué hizo Diego? Pues hizo una canallada frecuente en todo tiempo y lugar: convenció a varios amigotes de taberna y griterío para que declarasen –si hacía falta, que la hizo– que ellos, varios, habían mantenido relaciones pecaminosas con la moza.
Y la pobre Carmiña, a quien acompañó su madre, huyó de la maledicencia popular, que veía en la joven engañada una depravación que no tenía.

¿Dónde fueron? ¡Qué más da! ¿Nació el niño? No se llegó a saber si sí o si no. El caso es que no se volvió a saber de Carmiña nunca más.

Diego siguió su vida de juergas y conquistas y, a su debido tiempo, dejó de rondar a las mozas rozagantes para pretender a una rica casadera, poco agraciada, sí, pero con un patrimonio muy suculento. Y pasada la euforia primicial, compensó el escaso atractivo y gran pudibundez de su señora con frecuentes visitas a Oviedo y a Lugo por cuestión «de negocios».

Al cabo de muchísimo tiempo apareció por La Caridad una opulenta mujer, frisando la ancianidad, en una majestuosa calesa tirada por dos mulas. Se notaba su gran riqueza por los dos criados que la acompañaban, de librea, altos, fuertes, rubios, con fiera mirada, faz patibularia y fabla hereje.

Aquella mujer se alojó en la venta con sus criados pero a los pocos días adquirió una vivienda… ¡Hablaba con todos; se interesaba por sus vidas, sus hijos, su trabajo, sus problemas…! Y favorecía las pequeñas necesidades, sembrando de dinero su alrededor. Fue, por todo ello, muy bien acogida en La Caridad.

Supongo que habréis adivinado que Doña Carmen, que así se llamaba ahora la opulenta señora, era Carmiña, la doncella engañada que huyó hacía tantos años a otras tierras. Después de una vida licenciosa conoció en Bilbao a un inglés que se la llevó a Londres. Ajada ya por la mala vida trabajó como criada en varias mansiones hasta que engatusó a un anciano caballero muy rico, con el que casó.

Ya viuda, decidió regresar a La Caridad de incognito, acompañada de una poderosa escolta.

Y así, indagando sobre todo, distraída y lentamente, como si fuera uno más entre todos los vecinos, supo que aquel Diego, que había envenenado y arruinado su vida, era ahora un viudo rico, sin hijos, muy respetado por el paisanaje. Vivía, achacoso, en un caserón del que apenas salía, en La Granda, en el camino que va a Boal.

Pasaron tres meses y Doña Carmen desapareció de pronto, dejando la casa que había comprado vacía y sin vender. Nadie pensó que ya no volvería…

Dos días después el caserón de Don Diego, en La Granda, ardió muy violentamente, por los cuatro costados, sin que nadie pudiese atajarlo, derrumbándose entre llamas y chispas…

Cuando todo se apagó y pudieron removerse las cenizas se encontró entre ellas un cadáver rígido, carbonizado, con las manos en la espalda y las huellas, en el cuello, de una soga corrediza…

A poco, se supo que Doña Carmen fue encontrada muerta en Luarca. Entre sus papeles había una cédula en la que figuraba su nacimiento en La Caridad, sesenta y dos años antes…

6 comentarios en «Engañada»

  1. A finales de los setenta, veraneando en el Occidente de Asturias, teníamos la costumbre de comprar en una carnicería que había en La Caridad. Mientras Pili lo hacía yo me quedaba en el parque con los niños. Allí, en un banco, un paisano muy mayor me contó la historia que os relato hoy.
    Dos años después pregunté por aquel anciano y había fallecido. Sondeando sobre aquella vieja historia de «la engañada», sólo una señora muy mayor me la amplió relacionándola con un hombre que hizo muchas trapisondas siendo alcalde, pero no sabía cuándo. Casi se puede decir que era una leyenda, que había oído a su abuela como si fuese ya entonces un cuento muy antiguo. Al comentarla hubo algunas personas que se ofendieron, no sé por qué, porque casos parecidos se han dado en todo tiempo y lugar, supongo; algo así como si fuese la «Dolores de Calatayud».
    Por esta razón he puesto el nombre de Diego al personaje masculino de mi relato, pues, por si no lo sabéis, tal apelativo es proscrito en Asturias; o al menos lo era hasta hace no mucho. El motivo es el mal recuerdo de un gobernador, o Virrey, que dejo una malísima memoria por sus actos.

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  2. Querido Emiliano,

    El relato de hoy es conmovedor. No te voy a proponer como otras veces que lo alargues, lo cual podría dar lugar a un novelón en siete volúmenes que, como bien sabes, algunos leeríamos encantados. Pero como te he comentado alguna vez prefiero las historias que tienen más contenido personal y en ese sentido me inclino más por tus relatos que tienen argumentos basados en tus propias experiencias, claro que esté también lo está pero la experiencia de haber escuchado un relato no es lo mismo que la de haber vivido algo. En definitiva y para no hacer el comentario muy largo te diré primero que me quedo con la sensación que quedan más cosas por contar de Madrid que de Asturias. Peeero….! Un momento, que también tengo la sensación de que este relato de hoy es una pequeña muestra que nos has puesto a modo de trampeja, como indicándonos a tus lectores que, si verdaderamente te pusieras a contar un día lo que puedes contar de Asturias, entonces es cuando íbamos a quedarnos patidifusos.

    En cualquier caso tenemos mucha tarea por delante, tu escribiendo y nosotros leyendo y barruntando por donde irán tus próximos escritos. Apuesto a que la serie «Asturiana» no se ha acabado.

    Un abrazo y mis mejores deseos para la Navidad.
    Hasta pronto,

    Emilio

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  3. Por otra parte he barruntado que si el caso de este Diego se viniese a dar hoy en día con lo que las ciencias han adelantado, una prueba de paternidad basada en la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) hecha a tiempo habría ayudado a ponerlo en su sitio y… Adiós, Diego Valor ( no es eso lo que se dice exactamente pero parecido; Te suena?)

    Un abrazo ya tardío en esta tarde oscura.

    Hasta pronto,

    Emilio

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    • Querido Emilio: Has pensado lo mismo que yo. Esta historia es imposible hoy. Por muchas razones que sobra decirlas. Pero ha debido ser muy frecuente en el pasado. Naturalmente me refiero al engaño por el hombre. A mí me hablaron de ello en otro pueblo y ocurrió por los años 50. Lo que ignoro es cómo se descubrió que era un engaño. Lo que es más raro es la venganza por parte de la mujer. Tal dramatismo era lógico que fuese un filón literario.
      Se me está ocurriendo una ficción contraria: que sea el hombre el asediado y la mujer el objeto de su venganza. Lo primero es muy frecuente hoy. La venganza es lo raro, como no sea un caso más de lo que se llama impropiamente «violencia de género».
      Un abrazo

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  4. Apasionante. Mezcla de El Conde Montecristo, Calle mayor de Bardem y la Señorita de Trévelez. ¿Cuántas cuitas perdidas, cuánto dolor infringido en aras del qué dirán, la testosterona y la estulticia…
    Es verdad, hoy tenemos pruebas de laboratorio, como dice Emilio, para identificar paternidades..pero, ¿y la crueldad? ¿Cómo se detecta y se combate?…

    Gracias Emiliano.

    Un fuerte abrazo de tu humilde lector

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  5. Lo que me dices, querido amigo David, da mucho que pensar. A lo mejor algún día se puede detectar y hasta puede que vacunar… ¿Por qué no?
    Un abrazo

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