[dropcap]D[/dropcap]urante años las escuelas, junto a la sociedad, han perjudicado a los niños con una valoración desigualitaria de las distintas capacidades de cada uno de ellos. A día de hoy esta situación comienza a dar sus primeros pasos hacia el cambio. Pero aún no es suficiente y debemos tomar conciencia para seguir avanzando.
Llegados a este punto, hay una gran necesidad de apostar por dar una importancia igualitaria a todas las capacidades. No sólo por las brillantes aportaciones a la humanidad que nos estamos perdiendo, desaprovechando posibles talentos, también está en juego la felicidad de muchos. Debemos recordar que el fin último de la educación es facilitar que el individuo se realice como persona.
Por tanto, empecemos a referirnos a los alumnos como potenciales genios. Pero no sólo viendo en ellos a futuros grandes científicos o matemáticos, como hacíamos en el pasado. Un científico probablemente posee diferentes capacidades que un futbolista o que un músico, por poner un ejemplo, pero no es más inteligente. Dejemos de discriminar, hablemos de genios en la comunicación, genios en la capacidad de relacionarse e interactuar con los demás, genios capaces de tocar un instrumento mientras fluyen con la música llegando al corazón del resto a través del sonido, genios hablando en público, genios que disfruten esbozando lo que sus ojos ven o lo que su mente puede imaginar en un cuadro, genios con habilidad para expresar sus pensamientos sobre el papel y crear y vivir historias maravillosas, genios apasionados por despertarse cada mañana a hacer deporte y romper todas sus barreras físicas y mentales, genios con gran empatía y ganas por ayudar a los demás, genios que vivan profundamente conectados con la naturaleza y luchen por ella…
Nos hemos engañado mucho tiempo, el objetivo de la educación no debe ser el de acceder a un buen puesto de trabajo ganando mucho dinero. Hay gente mucho más feliz viviendo con mucho menos. ¿Acaso el dinero da tanta felicidad cómo la que puede dar ese momento arañando una guitarra en la ventana de tu habitación?
Pedir a personas diferentes que den los mismos resultados es limitar a algunos de ellos, personal y profesionalmente. Lo que significa también quedarnos sin sus frutos, sin sus regalos a la humanidad.
Tenemos demasiados talentos olvidados y sin trabajar. Demasiada gente frustrada, incluso teniéndolo todo en apariencia. No permitamos que ni uno más se marche, recuperémonos.
Dejemos de dar más importancia a unas habilidades que a otras, las personas son diferentes al igual que los árboles del bosque, pero todos crean una hermosa armonía. No somos adivinos, nadie puede predecir el futuro de una persona. Dejemos que las semillas florezcan, no las cortemos cuando ni siquiera conocemos el fruto que van a dar.
La razón de ser de la educación es que el ser humano sea feliz.
Fran V. Hdez.
Pedagogo. Formador de élite.
Experto en Gestión y Desarrollo del Talento para jóvenes.
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