[dropcap]E[/dropcap]scuchar y oír son cosas distintas. Oír lo hacemos con nuestro aparato auditivo y demás conexiones nerviosas que hacen posible esa transformación de las ondas sonoras y escuchar lo hacemos con nuestro aparato psíquico, por eso en la mayor parte de los casos no suele coincidir lo que oímos con lo que escuchamos.
Si lo complicamos más y pensamos que como mínimo tanto el que habla como el que escucha tienen su propia ideología al hablar y al escuchar, al final parece convertirse un diálogo de como mínimo dos personas en algo multitudinario.
¿Para qué nos sirve saber esto? Nos sirve para intentar realmente escuchar al que tenemos enfrente con el menor número de prejuicios posibles y atribuyéndole intención ninguna, la tenga o no. Es la manera de leer (decimos nosotros) o de escuchar menos ingenua y que nos abrirá al verdadero campo del aprendizaje y del conocimiento.
Los malos entendidos en muchos casos surgen cuando se escucha, en algunos casos, algo tan novedoso que por ser tal se considera automáticamente como objeto nocivo sin detenernos en ocasiones a ver de qué nos están hablando. Esto que estamos diciendo nos pasa en mayor o menor medida a todos los humanos, pero cuando uno lo sabe le salva de reaccionar frente a lo que desconoce como si del sistema inmunológico se tratara frente a un cuerpo extraño que lo considera nocivo y agresivo y también dañino.
Siempre hemos de tener en cuenta que las apariencias son engañosas. Detrás de lo que se dice y entre lo que se dice, detrás de lo que se escucha y entre lo que se escucha siempre hay mucho más que a veces ni percibimos, que es inconsciente y no por ello menos importante, sino más bien todo lo contrario.
La objetividad es un imposible en el sujeto psíquico, porque aunque nos repitieran las mismas frases dichas estarían los significantes que se unen a esas frases e incluso palabras para cada sujeto, para el que las dice y para el que las habla, porque cada palabra y para cada persona y en cada discurso tiene su valor, real simbólico e imaginario.
Es recomendable incluir estos instrumentos de escucha en nuestra vida cotidiana para escucharnos más y agredirnos menos.
[pull_quote_left]Querer tener razón es también una posición muy del yo, pero también podríamos decir que es un modo de aislarnos frente al mundo[/pull_quote_left]Querer tener razón es también una posición muy del yo, pero también podríamos decir que es un modo de aislarnos frente al mundo, puesto que no dejamos incluir ningún mensaje nuevo, ningún texto nuevo ninguna palabra nueva frente a lo ya conocido y, además, tampoco abrimos ninguna posibilidad de cambio, porque no tener razón es que otro la tiene o, cuando menos, que la razón es tan solo un usufructo de la razón pero no una propiedad perteneciente a uno cuando la convertimos en propiedad privada. Entonces es cuando construimos nuestras propias murallas frente al mundo y nos aislamos de él para vivir en nuestro propio mundo y no abrirnos al mundo. Eso nos va mermando de tal modo que entramos en una sordera psíquica sin darnos cuenta. Si nota que no, que todo lo que escucha es lo mismo, es una cuestión suya. Es, quizás, el momento de acudir a un psicoanalista.
M.Carmen García Mateos 651831296
Psicóloga –psicoanalista de la Escuela Grupo Cero
— oOo —