[dropcap]L[/dropcap]a ocasión la pintan calva” y en el emblema de Alciato se representa esa ocasión fugaz con larga cabellera por delante -en la frente- y calva por detrás -en el occipucio- de manera que quien la ve venir y la reconoce, la puede asir por los pelos, y quien se despista o duda no podrá echarle mano una vez le sobrepase, rauda sobre sus alados pies.
Todos reconocemos en nuestro pasado, alguna (o varias) de esas oportunidades perdidas, pero no sirve darle vueltas porque al fin y al cabo el tiempo tiene dirección, y existir sólo existe el presente. Si es que este es real y no es el tiempo todo (pasado, presente, y futuro) una alucinación sutil, una tortuga que no se mueve y flota en el limbo (a lo Parménides) sobre la que descansa un elefante hierático y con sobrepeso. Que nada se sabe sobre el mundo físico, y tampoco sobre el espiritual.
Sin embargo, a efectos prácticos y de andar por casa sin tropezar, la memoria que cree en el pasado a fuerza de desengaños, es de gran ayuda para afrontar el futuro hipotético con más decisión y viveza de reflejos, más cargados de empirismo y lecciones, salvo que una filosofía estoica y escéptica nos aconseje resignación contemplativa, parecida a la que inspira el cultivo de bonsáis.
Hay quien piensa (y yo me incluyo) que en muchos momentos y encrucijadas de nuestra historia, España no ha estado a la altura de sus oportunidades, así como en otros periodos (los menos) ha marcado el rumbo a otras naciones.
Pero por lo general y como balance final, parece que nos ha mirado un tuerto.
Cuando la mayor parte de Europa acometía con decisión y brillantez los caminos de la razón ilustrada, nosotros nos empecinábamos en la teocracia y el clericalismo con tal énfasis y fanatismo apologético, que no sin razón se pudo decir que en España la Inquisición murió de vieja. Casi en vísperas de que la ciencia iluminara el origen animal del hombre.
Tal era el caso y el contraste, que los europeos nos visitaban como turistas curiosos para contemplar nuestro “exotismo”.
Cuando la Europa de postguerra celebraba el triunfo sobre el fascismo de Hitler y Mussolini, inaugurando una era de progreso y conquistas sociales que hoy se recortan a degüello (“neoliberalismo” o “socialismo transversal”, llaman a esa guadaña), nosotros al margen de todo y olvidados por todos, inaugurábamos cuarenta años de fascismo y miseria, no sólo económica sino también moral.
El Generalísimo se paseaba bajo palio, como encarnación del Dios justiciero y paleolítico de los desiertos mentales, cual nuevo Moisés de los sueños embalsamados, y nada nos era más grato que la muerte ni más odiado que la inteligencia. Total, que nos perdimos aquello y ahora llegamos con sed de justicia a Europa en el peor momento, cuando la fiesta de la democracia toca a su fin.
Así que en la mayoría de las ocasiones y oportunidades, la historia nos contempla y pierde de vista una y otra vez por el retrovisor. Ese parece ser nuestro sino trágico.
Y han sido las fuerzas progresistas y demócratas, las fuerzas de la razón y de la ciencia, las fuerzas del laicismo y de la izquierda de nuestro país, las que mayor número de oportunidades han perdido y han acabado siempre en la cuneta. Esa es nuestra deuda histórica. Esa es nuestra rémora. Esa es nuestra explicación incivil.
De eso trata, aplicado a nuestra historia reciente, el artículo de Francisco Umbral de 23-06-1991 titulado “La democracia detenida”, publicado en EL MUNDO, que describe una más (y no será la última) de nuestras citas fallidas con la historia.
Allí se lee entre otras cosas:
“Somos una democracia, claro, pero una democracia detenida. Esto ya no se mueve ni para atrás”.
“Hemos llegado a un punto en que el progreso político parece inmovilizado… y el progreso social y económico parece detenido por el bloque teológico del señor Cuevas y la epístola moral / monetaria de Solchaga a Fabio (escrita por Friedman)”.
“Se diría que España ha llegado a lo más que puede dar de sí en democracia”.
“Los socialistas también tenían una revolución pendiente, un socialismo pendiente, una democracia pendiente, en el 82, pero he aquí que el líder, una vez llegado al Poder, convierte lo pendiente en indefinido, y es cuando nos encontramos en la democracia detenida. Y no solo ideológicamente sino fácticamente…”. “Con motivo del reciente viaje de González a Japón se ha comentado mucho su amor por los bonsáis. Es un amor de regresión, una pasión de senectud”. “Los bonsáis son la pasión de un pueblo muy viejo, como el japonés, y de un hombre envejecido, González, que ya no se atreve con los gigantes del sol poniente”.
“Un partido político tiene la oportunidad de hacer la revolución democrática y, en lugar de eso, revende España a sus eternos dueños” dijo Umbral sobre El socialfelipismo: la democracia detenida”.
Hoy Pedro Sánchez tiene ante sí una nueva oportunidad histórica: la de corregir el rumbo involutivo del PSOE y los errores garrafales del socialfelipismo. Que no es moco de pavo.
El nuevo líder del PSOE habla mucho de transversalidad, pero muy poco de paraísos fiscales, defraudadores, evasores, tasa Tobin, monarquía corrupta (que es la clásica, tradicional, y sucesoria), o de los chiringuitos fiscales montados por Juncker y Dijsselbloem, nuestros jefes corruptos de Europa.
Poco cambio parece adivinarse en ese silencio. Quizás esto de la transversalidad es solo una danza de apareo. Y postureo.
Las mareas ciudadanas le han ofrecido en bandeja de plata el pacto de la izquierda, el cambio real, para que la democracia (política, social, y económica) siga avanzando. Él decide y tiene la última palabra. De momento se ha equivocado con el primer pacto suscrito. O quizás no se ha equivocado, y esa es su máscara estratégica: en secreto ha escogido también la senda de los bonsáis enanos.
Veo la entrevista de Jordi Évole a Rajoy. Conclusión: este país no es serio, empezando por su presidente.
Nunca he visto tanta falta de seriedad civil gestionada con tanta parsimonia patética.
La relación de Rajoy con la corrupción pasará a la historia del disparate goyesco.
De hecho en estos días concurren una serie acontecimientos (entrevista de Jordi Évole a Rajoy, papeles de Panamá…) que me hacen dudar si el mundo es real o estamos asistiendo a una película mala, a un falso documental (mockumentary). Pero luego viene Rajoy que -más allá de toda duda metódica- demostradamente es nuestro presidente de gobierno (en funciones), y tras chapotear en una ciénaga de inconsistencias morales y oscilaciones mímicas y gestuales que naufragan en el abismo de la culpa, emerge desde sus propias olas desesperadas, y a punto de la asfixia dice: “hay que ser constructivos”. Y Jordi Évole tan estupefacto como yo.
Los papeles de Panamá: he ahí un nuevo tratado etológico, un nuevo cuaderno de campo, sobre las costumbres y comportamientos de “la casta”, esa raza que aunque no existe (según los medios del establishment) aparece en todos los papeles que se intervienen a la mafia, desde la lista Falciani en adelante. Conclusión más grata: hay periodistas que son de verdad y no monaguillos y lameculos del poder.
Y a continuación algunos echan cuentas: resulta que bastaría una parte de lo robado (que es mucho) para que la mayor parte de nuestros problemas socio-económicos fueran una entelequia. Como lo es claramente llamar crisis a lo que es un saqueo a mano armada.
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