¿Habéis sentido alguna vez la pasión por el juego? ¿Noo? ¡Pues yo sí! ¡Lo confieso!
Era el curso 1959-60. ¡Año trascendental para mí, aunque no lo sabía entonces! Estaba yo estudiando el Preuniversitario, un extraño invento de entonces, que para mí fue un año de descanso entre el bachillerato y la Universidad. Todos los años cambiaban la programación no básica. A mí me tocó estudiar «Cervantes y el Quijote» y «Los Concilios Ecuménicos», tan de moda entonces con el revuelo que habían levantado Juan XXIII y Pablo VI.
Aún recuerdo la relación completa de los 20 que hubo antes del Vaticano II. ¿Cómo es posible que me acuerde? Pues porque me inventé una clave nemotécnica que no he olvidado : «nicoecacoconico leluvicofeletreva» que corresponde a las primeras sílabas de las ciudades donde se celebraron.
Por cierto, muchos recordaréis aquella otra clave que aprendimos siendo niños, cuando estudiábamos el Catecismo y había que saber el Sermón de la Montaña: («pomanllohammilimpapa»). Y tantas otras que hoy nos parecen inútiles, pero que en su momento nos sirvieron para aprobar aquellas asignaturas, sin recurrir a las «chuletas». No me arrepiento de haber empleado esas técnicas nemotécnicas, que considero muy útiles cuando tienes que hablar de algo. ¿No es mejor usarlas en público, en vez de emplear unas cuartillas? ¡Leer lo puede hacer cualquiera! ¡Si sabe, claro!
Bien. Pues en aquel gozoso curso una de mis inquietudes fue crear algo parecido a un club de ajedrez. Para ello disponía de los teléfonos de mis rivales en los Campeonatos Escolares, en los que quedé una vez cuarto y otra segundo.
Seis aceptaron mi idea y nos reunimos un sábado en casa de uno de ellos, que estaba por el barrio de Argüelles. Repetimos todas las semanas. Un día, uno de ellos, después de las partidas de ajedrez, propuso jugar a las cartas. En la sesión siguiente alguien dijo que por qué no poníamos algo de dinero para dar más emoción. Las apuestas eran muy pequeñas dado que nuestra economía no era lo que se dice muy boyante.
Y fuimos dejando el ajedrez para ceñirnos más a los naipes.
(«Un juego vil, / que no hay que jugar a medias, / pues juegas cien veces, mil, / y de las mil ves, febril, / que o te pasas, o no llegas. / Y el no llegar da dolor / pues indica que mal tasas / y eres del otro deudor. / Más ¡ay de ti si te pasas. / ¡Si te pasas es peor!» Podría seguir, pero no lo hago para que busquéis y leáis a Muñoz Seca. ¡No os pesará!)
Un día me di cuenta de que estaba ansioso, muy ansioso, de que llegase el sábado, no para descansar de los estudios, sino para sentir la emoción del juego. No sé cómo, pero debió encenderse una lucecita en mi cerebro y les dije a mis camaradas que no me esperasen en la sesión siguiente. Lo repetí una semana después; y la otra, y…
Siempre, durante toda mi vida, cuando recuerdo aquella decisión de cortar por lo sano, siento una gran satisfacción por haberlo hecho. A lo largo de mi vida he conocido personas que sufrieron en sus mentes, y en sus carnes, arrastrando algunas a toda su familia, el mal del juego, la ludomanía, que puede llegar a ludopatía. Y sé que es uno de los vicios más terribles, puede que el peor.
Y veo a los niños con sus maquinitas, que no dejan ni para comer, con la aquiescencia de sus padres, y me da miedo el futuro.
Porque es una pasión tan intensa, tan pegajosa, que es luego muy difícil arrancarla. Puede ser el origen de algo peor, si hay dinero de por medio. ¡Se empieza por poco, y sabe Dios cómo se acabará! ¡Cuántos delincuentes habrán empezado así!
7 comentarios en «Ludomanía»
Me resulta familiar y cercano el recurso de las reglas nemotécnicas que, además de ayudar a aprobar algún examen, sirven para poner lubricante a nuestras trabajadoras neuronas. Recuerdo que todos teníamos en nuestra cabeza los números de teléfono de los amigos, familiares, allegados y algún que otro organismo oficial u oficina de asuntos relevantes…Ahora, ni uno!
Tal vez no sea verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor, sin embargo una ola de nuevos lubricantes viene a impregnar nuestras neuronas y del placer y el disfrute podemos pasar a la obsesión: redes sociales (como si fueran la panacea, que no digo yo que no sirvan, de ninguna manera) y otros cloroformos que cada uno puede mencionar, si es que lo huele…
Gracias Emiliano, por tu refrescante columna del lunes. Un buen lubricante de neuronas!!
Emiliano,enterada de tu «pequeña ludopatía»,en equella época estudiantil…Yo he recordado como tú,el pomamllohanmilipape y otras más,¡qué años mas bonitos quedaron atrás!, yo los recurecuérdo nostálgica….Mi deseo es compartido contigo respecto a otras amenazas,que bullen en en esta sociedad..Gracias Emiliano,y hasta la próxima semana de esta lluviosa primavera.Un abrazo.
Siempre unidos tu y yo en el recuerdo de unos tiempos que se fueron y de los que nunca hay que arrepentirse de haberlos vivido. ¡Más bien todo lo contrario! Y la prueba de que no se olvidan es que los acompañan aquellas claves nemotécnicas que tanto nos ayudaron y que no eran tan difíciles de aprender con nuestra mente tan fresca…
Un abrazo muy fuerte, Azucena
Pues sí, a mí me gusta echar una partidita a las cartas de vez en cuando, pero no cabe duda que hay gente a la que los naipes le han traído buenos disgustos. ¡Ah! muy buenas las reglas nemotécnicas, aunque también las palbrejas no eran precisamente muy sencillas ¿eh? . Un abrazo
No pasa nada por echar una partidita de vez en cuando ¡Todo lo contrario! ¡Son imprescindibles para la salud mental y para desarrollar el espíritu deportivo! Con lo que hay que tener cuidado es con la ansiedad por jugar, que puede degenerar. en enfermedad. Esta semana he sabido que hay una Sociedad de ayuda a los ludópatas, ASALJAR. No es tan conocida como las de Alcohólicos, pero merecen todo el respeto por su benemérita labor.
Las reglas nemotécnicas ¡que útiles son!
Un fuerte abrazo, querido amigo
Hola Emiliano. Aqui tienes una «complice» de tus concilios. Yo tuve tu misma convocatoria:Concilios y Cervantes. ¡¡¡¡Somos de lo mejorcito¡¡¡¡ A ver quien hoy ha leido ALGO del Quijote o al menos de Cervantes. ¡¡Que tiempos ….¡¡¡
Ya ves que no estas solo ni a tres tirones. Siempre hay alguien que comparte cosas tuyas. C’ est la vie….
Un gran abrazo de tu amiga
Loli
¡Vaya, vaya! ¡Así que tú también gozaste de aquel año bienaventurado! ¿Dónde lo hiciste? ¡Mira que si nos hubiésemos cruzado alguna vez, sin conocernos entonces! Yo estudié en el Instituto Cervantes, que estaba en la calle Fortuni, 15, donde hoy está el Instituto Alemán. Guardo unos recuerdos maravillosos de mi paso por aquel Centro, que me formó y fue poco menos que m i hogar durante 7 años venturosos.
Un fortísimo abrazo, Loli