Opinión

Las reformas que se muerden la cola

[dropcap]C[/dropcap]oincidiendo con Joan Rosell (pero al revés), este futuro neoliberal que su ideología defiende, se parece demasiado al pasado liberticida que logramos dejar atrás. Rancio y obsoleto deja vu.

 

«Recuerden el principio», debió sugerir Adán a los que se asomaron al precipicio del fin de la Historia.

Al principio, cuando todo el mundo tenía claro que aquello era una estafa y no la «herencia recibida», una guerra y no un pecado, una involución y no una culminación, alguien de tan dudosa coherencia como Zapatero, y alguien tan poco sospechoso de honestidad, como Sarkozy, coincidieron en el mismo diagnóstico: esto es una mierda.

O dicho con palabras más elegantes: «Hay que reformar el capitalismo».

Pero aquella iluminación duró menos que una sombra.
¿Recuerdan?

Y efectivamente lo reformaron, pero con tijera de podar aplicada a nuestros cuellos, que hoy ya todo el mundo los encoge y agacha, y en cuanto a los derechos son pasado y ni el olvido los recuerda: derechos laborales, pensiones (las que ganaron nuestros padres), sanidad y educación, democracia, soberanía, dignidad, humanismo… aquellas raras plantas del jardín del Edén. Hoy trasquiladas, hoy desplumadas.

Y como el hombre es un animal de costumbres, el hombre libre, el hombre cultivado, el homo occidentalis -quien lo habría sospechado- se acostumbró en apenas tres días a ser esclavo y obediente, y de la mano de su dueño y sujeto del morro regresó al corral.

Al principio de los principios había un jardín, con todas las puertas y tentaciones abiertas. Se entraba y se salía, sin pedir permiso al guarda.
Y al volver de explorar el futuro, el planeta y las tentaciones, el jardín siempre estaba allí, con sus troncos fieles y cargados de años, y sus copas frondosas repletas de sabiduría intemporal.

[pull_quote_left]¿Significará algo que el único capaz de frenar a la ultraderecha  en Austria, haya sido un ecologista, y que los que hacen –disfrazados de centro-  la política de la ultraderecha, colapsen?[/pull_quote_left]Alargabas una mano, y sorprendías a Platón hablando del alma y del pensamiento formal, pero también del Estado y del “bípedo implume” (ningún ángel desterrado las conserva) como de un animal más. Y Diógenes, el cínico, el “Sócrates delirante”, desplumaba un gallo y se lo arrojaba a la cara a la Academia y al Estado de Platón, diciendo: ese es el hombre de Platón. Un mundo eficiente, inhumano, y por decreto feliz.

Alargabas otra mano, y conversabas con Montaigne, en diálogo con la humanidad entera, de carne y hueso. Otra, y saboreabas la manzana de Newton, antes de romperte los dientes con el peso de su luz, o encontrabas la felicidad tranquila de Epicuro en la poesía de Lucrecio, que hablaba ya de un jardín sostenible, como el único hogar posible para una humanidad humana.

La explotación sin fin del planeta y la esclavización renovada (tecnológica y macroeconómica) del hombre (gallo desplumado) de Platón ¿Quién las distingue?
Y las «reformas» que bendice y ordena la única ciencia verdadera, la única ciencia del bien y del mal, ¿quiénes las predican?

¿Significará algo que el único capaz de frenar a la ultraderecha  en Austria, haya sido un ecologista, y que los que hacen –disfrazados de centro-  la política de la ultraderecha, colapsen?

Rajoy, fiel a su estilo, le cuenta a Juncker –conseguidor  de elusiones fiscales- lo que no nos cuenta a nosotros, simples votantes: que la operación de acoso y derribo del Estado social y de derecho, continúa.

Y Juncker le responde: “Rajoy, se fuerte”, que yo voy preparando el castigo.

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