«Uno de los tantos motivos de orgullo de las gentes de Salamanca es la belleza de sus monumentos arquitectónicos, conseguida por el labrado y repujado de la piedra arenisca con que se construyeron. Es tanta la filigrana que admite su laboreo que dio origen a una denominación especial dentro del estilo gótico tardío: el plateresco, aludiendo precisamente a la coincidencia en representaciones plásticas con esta artesanía.
La piedra de los monumentos salmantinos parece que se enciende y llamea cuando el sol crepuscular las ilumina. Ha sido y es objeto renaciente de la admiración de cuantos tenemos la dicha de contemplar tan vivificante espectáculo, cantado por los poetas».
Esto lo escribí en 1981 con motivo de una ayuda a la investigación que concedió la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca para conmemorar su centenario. La convocatoria daba preferencia a las realizadas para tratar la «enfermedad de la piedra» en la arenisca de Villamayor. En este apartado se premió a 5 equipos, que publicaron sus Memorias en un volumen de 565 páginas titulado «Estudio sobre las alteraciones y tratamiento de la piedra de Villamayor«, en 1985. Me cupo el honor de presentar públicamente este libro, junto a los otros dos de la Serie Monografías: «Quelonios fósiles de Salamanca«, del que fui único autor, y «Obtención del furfural a partir de residuos de la industria piñonera«, de un equipo dirigido por Fidel Mato.
He de decir que el espectáculo llameante de la piedra de Villamayor no es continuo. Sólo se da en determinadas condiciones de luz crepuscular. Cuando lo ves te quedas boquiabierto ante tanta belleza.
Yo tuve la suerte de contemplarlo dos veces. La primera un atardecer otoñal mirando desde la ventana de mi despacho en la Facultad de Ciencias hacia la fachada del Colegio Mayor Fray Luis: parecía arder con un resplandor rojizo. Si ya estaba enamorado de mi Salamanca, aquello me llevó al éxtasis. No pude menos que llamar a todos mis compañeros para que lo contemplasen.
La segunda vez fue aún más impresionante. Fue el 6 de diciembre de 1987. Lo recuerdo muy bien porque era la inauguración del I Congreso Español de Herpetología, en la que yo daba la lección magistral. Y también se abría –sólo por aquel día– el Aula Alfonso X El Sabio, donde se estaban instalando ya las vitrinas provisionales de la Sala de las Tortugas. Había quedado de madrugada con José Antonio Valverde, el fundador del Parque de Doñana, y marchábamos por la calle de Libreros. Yo le iba explicando esta singular propiedad de nuestra arenisca cuando, al llegar ante la fachada de la Universidad, RESPLANDECIÓ la pared de enfrente, reflejándose en el monumento. ¡Muchas veces me lo recordó después mi ilustre amigo!
Permitidme un inciso. Ya sabéis que la Herpetología es la parte de la Zoología que estudia a los anfibios y a los reptiles. Pues bien, en aquel congreso, cuya inauguración fue en el Aula Salinas de mi Universidad de Salamanca, se me ocurrió decir que era el lugar idóneo porque se situaba entre la dichosa rana sobre la calavera, en la fachada –¡sí, esa!– y la tortuga que sostiene una de las figuras de los «enigmas» –el primero– del Claustro. ¡Justo en medio!
Volviendo a la arenisca de Villamayor, no he oído a casi nadie hablar de este fenómeno del llameo. Parece como si los salmantinos, que tanto presumen de su «Roma la Chica», no supiesen exactamente lo que tienen. Ciudades en que se emplea la arenisca como fundamento de la construcción hay muchas, pero ese espectáculo sólo se da en Salamanca y creo recordar que también en una de la India (¿quizás Chittorgarh?).
¿Por qué se produce? Fue ya investigado por los años 30 y achacado a la presencia de micas ferruginosas, que se descomponían levemente durante el envejecimiento secular de la piedra.
Pero no es esta la única cualidad de la insigne arenisca de Villamayor. Tan famosa es, que se ha intentado falsificar, habiendo sido preciso establecer unas normas de calidad para evitar engaños.
Hay mucho que hablar de las areniscas. Pero, si os perece, lo haremos otro día…
5 comentarios en «Piedra llameante»
Querido amigo Emiliano,
Me vas a permitir una pregunta que aunque pueda parecer insolente, espero que no lo sea, sino que, al revés, sirva para aclarar tu relato.
Dices: RESPLANDECIÓ la pared de enfrente, reflejándose en el monumento. Pero…¿Qué pared de enfrente? Supongo que tendría que ser la del Museo de Salamanca, es decir el edificio que está al otro lado del patio. De verdad es posible ver el resplandor de aquella pared en la fachada de la Universidad? Sería al amanecer?
Un abrazo y hasta pronto,
Emilio
El fenómeno del llameo sólo se da en piedra antigua. No lo he visto, ni Vicente Polo, que dedicó tanto tiempo de su vida, desgraciadamente truncada por el cáncer, a la arenisca de Villamayor, tampoco
Un abrazo, Marcelino.
Querido Emiliano:
Agradezco que nos transmitas estas vivencias en relación con la Arenisca de Villamayor.
Estoy deseando que nos transmitas algunos de tus conocimientos científicos relacionados con esta misma arenisca.
Por mi parte trato de aportar soluciones para que la roca arquitectónica Arenisca de Villamayor, contribuya a la mejor arquitectura desornamentada que se desarrollará en el s.XXI y siguientes.
Tuve la oportunidad de colaborar con Álvaro Siza Vieira para mejorar la utilización de la piedra de Villamayor en el proyecto que propuso y ganó en concurso internacional para la nueva y nonnata biblioteca de humanidades de la Universidad de Salamanca.
Espero comentar este tema contigo y alguno de los amigos que tus ocurrencias nos une
Un abrazo
Marcelino
El fenómeno del llameo sólo se da en piedra antigua. No lo he visto, ni Vicente Polo, que dedicó tanto tiempo de su vida, desgraciadamente truncada por el cáncer, a la arenisca de Villamayor, tampoco
Un abrazo, Marcelino.