[dropcap]H[/dropcap]ay muchas expresiones que se utilizan en la conversación cotidiana que no sabemos el porqué de las mismas. Emiliano Jiménez nos va desvelando semana tras semana algunas curiosidades de estas frases hechas que resultan tan contundentes y esquemáticas en la charla diaria
Ir de picos pardos.
Significa irse de juerga, divertirse
En las viejas ciudades medievales las ordenanzas establecían una señal para indicar las casas de lenocinio y a las mujeres que ejercían «el oficio más antiguo del mundo». En las ventanas o balcones se colocaba un ramo de llamativas flores; de ahí el nombre de rameras.
En Salamanca la costumbre era que estas llevasen la falda recogida en pico y que fuese de color pardo. Ello fue regulado en tiempos de Carlos III, estableciendo un tejido pardo, cuadrado, con orificio en el centro para introducir el cuerpo, y con las esquinas, los picos, recogidos. En la famosa escalera de la Universidad de Salamanca hay dos personajes a cada lado del primer tramo que llevan la falda recogida así, indicando su oficio.
Con la Iglesia hemos topado
Se dice esto cuando nos encontramos con un obstáculo insalvable, motivado por unas normas que no esperábamos, de algún organismo o personaje poderosos.
Aunque se da por supuesto que la frase la dijo don Quijote a Sancho, ello no es cierto. Don Quijote fue a ver un bulto sombrío creyendo que era un castillo; al acercarse vio que era la iglesia de El Toboso, y dijo «Con la iglesia hemos dado, Sancho», refiriéndose a un edificio, no a una institución.
¡Que Dios nos pille confesados!
Esto se dice cuando se tiene miedo a las consecuencias de algo que va a ocurrir. Evidentemente la frase alude al peligro de muerte, ya que para entrar en el Cielo hay que confesar antes del fallecimiento.
Dar la murga
Dar la murga es lo mismo que dar la lata, ser un pesado, un impertinente, un…
Seguramente la expresión se debe a que se llamaba murga a un conjunto de malos músicos, que iban por la calle despertando a los durmientes vecinos. Son famosos los tradicionales grupos que alegran los carnavales de Cádiz y otras poblaciones que les imitan, con canciones satíricas muy bien conjuntadas con instrumentos burlescos.
Engañar como a un chino.
Al conquistar los españoles las islas Filipinas y descubrir Urdaneta el Tornaviaje, o sea, la vuelta a Nueva España por Acapulco, Manila se convirtió en la capital del Océano Pacífico, el núcleo del comercio con el gran Imperio Celeste, así como con la India y Japón. El doblón se convirtió en la moneda internacional.
Era muy frecuente que los comerciantes europeos rebajasen el peso de las monedas en sus transacciones con los comerciantes chinos, que no las pesaban. De ahí esta famosa frase.
Pero cuando los doblones llegaban a China y se comprobaba el fraude, los –llamémoslos– banqueros orientales idearon validarlos troquelándolos con un sello propio en cada pieza pesada y comprobada, no siendo rara su repetición. Estos doblones resellados son muy buscados por los coleccionistas numismáticos.
Algo que generalmente se ignora es que con la desaparición del comercio hispano chino, sustituido paulatinamente por el yanqui y otras monedas –que se siguieron resellando, incluso en pesetas de Alfonso XIII–, la moneda-base del Pacífico pasó del doblón al dólar.
Pero había que caracterizarlo con un signo que recordase la vieja divisa española y se inventó el conocido símbolo. Pero ¿qué significan la S con las dos barras verticales?: ¡Son las columnas de Hércules con la cinta del Plus Ultra, esquematizado, que figuraban en los doblones españoles!
También se dice de esta frase que tiene su origen en la mano de obra china que Perú, en el siglo XIX, empleó en sus explotaciones del guano en las islas del Pacífico, prometiendo un buen sueldo, que luego no se cumplía.