¡Unamuno! Nombre que conocí en mi Bachillerato como el de un escritor más, al lado de los de Baroja, Azorín, los dos Machado, Pérez Galdós, Benavente… Después llegó aquel Preuniversitario con sus lecturas de textos, donde profundicé y aprendí a admirar, más que a los autores, a la Lengua en que expresaron sus emociones, sus sentimientos, sus amores, su desesperación… ¡Esta Lengua nuestra…! ¡En una palabra: ESPAÑA!
Pasaron algunos años. Ya en Salamanca sentí, poco a poco, como la ciudad iba atravesándome la piel, apoderándose de mí. ¡Como debió pasarle a don Miguel…!
Y llegué a la conclusión, al releerle, que hay una simbiosis, que Unamuno es Salamanca y que Salamanca es Unamuno. Que no es el espíritu de él el que se apoderó de la ciudad. Es ella la que se adueñó de su alma, rehaciéndola, transformando en su carne vasca el sentimiento de la vida castellana, en una amalgama singular.
Me da la impresión de que ese adueñamiento salmantinizante se ha incrustado en otras muchas personas a lo largo de los tiempos, no sólo en literatos; en muchos que han dado fama a «Roma La Chica» por haber vivido, sin haber nacido, en ella.
¿Que tiene esta ciudad, que a tantos enhechiza? ¿Será su piedra luminiscente, la sin par arenisca de Villamayor, única en el mundo, casi?
¿O será el amor atesorado en ella, el que sintieron tantos por «su Salamanca«, que se ha ido acumulando como un gas inerte e invisible, como una batería que se recarga al andar?
¿Qué es lo que tiene?
Hoy, miles y miles de personas la visitan, muchos arrastrados por las corrientes turísticas seudoculturales, que llenan los establecimientos hosteleros, sí, pero que han transformado la ciudad en algo impersonal, una más, cuyo interés fluctúa según el vaivén de la moda impuesta por el dinero fácil.
Pero Salamanca es más, mucho más, que eso. Hay que dejarse llevar por sus viejas calles, vacías, sin los cada día más frecuentes e invasores aditamentos hosteleros que tanto la afean y tanto distraen la atención de quien quiere elevarse por encima de la mediocridad imperante. ¡Aunque muchos, muchísimos, opinen lo contrario! Es entonces, cuando están desiertas, al amanecer, en sus llameantes crepúsculos pétreos, o húmedas por la fina lluvia, o en suaves noches silenciosas, cuando sientes como te penetra la piel, como algo inmaterial que te llega al alma.
¡Mi Salamanca! ¡Cuando yo muera quiero dormir en ti, incorporarme a tu hechizo eterno! ¡Y que por siempre me asocien contigo!
4 comentarios en «Mi Salamanca»
Gracias Emiliano por tu alma siempre vertida en estas hojas del lunes en las que siempre compartes tu generoso corazón. Te leo desde lejos en mi retiro estival pero tu verdad recorre los kilómetros sin barreras. Un fuerte abrazo!! David
Disfruta de tus merecidas vacaciones, David. ¡Disfrútalas!.Me alegro mucho por poder contribuir a que lo pases entretenido con mis ocurrencias.
Un fuerte abrazo, desde Salamanca
Querido Emiliano
Yo tambien te leo hoy desde lejos, desde Levante. Como me ha gustado tu comentario. Coincido plenamente en lo que dices. El otro dia me di una vuelta nocturna por el centro de Salamanca y el espectaculo es bochornoso.
Te felicito por los dibujos. El de hoy esta genial este Unamuno emilianizado.
Un abrazo y hasta pronto. Cuando regrese tenemos que vernos que tengo un par de poster para ti. Hasta luego.
Emilio
Disfruta, querido amigo, de esas vacaciones tan esperadas durante todo el invierno. Y cuando vuelvas, MIRA A VER SI TE PUEDES TRAER UN POCO DE MAR A ESTAS RESECAS TIERRAS CHARRAS.
Un abrazo