La monarquía había gozado del favor y del aprecio de la sociedad española de una forma incuestionable durante buena parte del reinado de Juan Carlos I, pero las cosas empezaron a torcerse hace poco más de un lustro y ahora la institución atraviesa una etapa en la que es cuestionada junto con otras d las organizaciones básicas del sistema.
Su desprestigio la ha hecho más vulnerable, y ahora se ha visto al lado de los partidos políticos, los sindicatos, la Iglesia, el Parlamento y el Gobierno, que son las instituciones peor consideradas por los españoles.
Del trono al infierno, arrastrada por las conductas personales del Rey (el viaje a Botswana, la aparición de Corina…), las dudas que siempre la han acompañado sobre su papel en el día del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, los problemas de corrupción que también han salpicado a miembros de la familia real (Urdangarín y, quizá, la infanta Cristina) y sus apariciones de la mano de empresarios contratistas españoles que utilizan la figura del monarca para conseguir adjudicaciones, como hemos visto recientemente en Emiratos Árabes y Kuwait.
Desapego hacia la monarquía
Factores que han hecho que creciera el desapego hacia la monarquía, que ha dejado de ser intocable para ser cuestionada, al menos en las conversaciones de barrio.
Y cuando han querido restablecer la imagen del Rey, Don Juan Carlos ya no estaba en plenitud de facultades después de sus reiteradas visitas al quirófano. Empeñado en hacer ver que seguía en condiciones, sus apariciones públicas se convertían en un calvario en el que su figura se iba resintiendo. Y eso, sin contar con la inestimable colaboración de sus asesores de imagen, que le hicieron comparecer para ofrecer unas disculpas muy ‘sui generis’ tras partirse la cadera estando de safari, y la entrevista ‘improvisada’ con Jesús Hermida, pasando por alto los problemas judiciales de su hija y su yerno.