Antonio Romo es generosidad en el más amplio sentido de la palabra. El párroco ha sido merecedor de la Medalla de Oro de la Provincia que entrega la Diputación de Salamanca en el Día de la Provincia
Generoso y solidario, además de tolerante, trabajador y sensible. Todos estos adjetivos pueden ser atribuidos a Antonio Romo, que desde este miércoles lleva la Medalla de Oro de la Provincia, pero seguramente haya muchos más que lo califiquen y quizá parafraseando al poeta, Antonio Romo es en el buen sentido de la palabra, bueno.
Modesto, también sería un calificativo que le iría como aniño al dedo. «No he hecho nada heroico o extraordinario. Sólo he seguido el consejo que me dio mi padre: Tú, hijo, cumple siempre con tu deber».
Durante su vida ha tenido momentos de debilidad, pero ha sabido «buscar en esta reflexión la fe». Así, poco a poco, con paciencia y entrega a los demás y reconociendo que él sólo no lo habría conseguido. «Me han ayudado muchos a hacer el Rebaño, la Casa de Acogida, El Ropero… No es mucho pero ese poco lo hicimos y así surgió el milagro de la solidaridad».
El discurso, Antonio Romo lo finalizó con un poema de Gloria Fuertes que un día «un alcalde de los que está aquí, me regaló». El poema se titula Labrador. Momento emotivo, pero hubo uno aún más desinteresado, cuando el sacerdote Romo invitó a Paco Buitrago a subir al escenario. Allí le colocó la medalla en señal de que él sería su sucesor. Ambos se abrazaron y se emocionaron.
Antonio Romo tiene sucesor en su bien hacer y en su legado de generosidad y ese es: Paco Buitrago.