[dropcap]E[/dropcap]l duque de Alba frecuentaba la casa de José María Vargas- Zúñiga, al que le unía una gran amistad. José María me invitaba para dar paseos y conversar con ellos. Un domingo, Vargas no pudo venir con nosotros y el duque y yo nos fuimos a dar una vuelta por la Plaza Mayor. Él llevaba unos mocasines de terciopelo rojo que terminaban en una punta escandalosa, como si fuera un cardenal o el mismo papa, un abrigo hasta los pies con sobrepelliz y un sombrero tirolés con una pluma llamativa, de manera que todo el que pasaba a nuestro lado nos miraba con sorpresa, como si fuéramos unos bichos raros. Hasta nosotros llegaban los más curiosos comentarios. La mayoría se sorprendía de la persona a la que acompañaba el alcalde, y los más iniciados sabían que era el duque de Alba y aportaban jugosas observaciones. Llegué a encontrarme violento y movido por la amistad le comenté:
– ¡Jesús, que ya ha pasado el carnaval!
Cariñoso y comprensivo, me miró de forma inexpresiva, pero no me contestó. Aceleré el paso para terminar cuanto antes el paseo.
Jesús me había manifestado su deseo de visitar la sede del Partido Socialista en Salamanca. Tenía curiosidad por saber cómo era la Casa del Pueblo. Yo me hacía el remolón e intenté por todos los medios evitar la visita. Tanto insistió que no tuve más remedio que acceder a su solicitud. Lo hice una tarde, sin avisar al partido, y recorrimos el edificio de la cuesta de San Blas a toda velocidad. La sede estaba abarrotada de militantes y simpatizantes, pero tuve sumo cuidado en no presentárselo a nadie. En cada estancia le explicaba lo que hacíamos en ella, saludaba de pasada a los que me encontraba y, como si tuviera azogue, salí del lugar como de casa que se quema, sin dar la oportunidad a que pudieran pararnos y reconocieran a mi acompañante. Las cosas no salen como uno quiere y algunos socialistas identificaron al duque, así que me preguntaron, no sin cierta ironía, si el que iba conmigo la víspera anterior era Jesús Aguirre, a lo que contestaba cobardemente que se le parecía bastante, que era un conocido mío de Madrid que había visitado Salamanca y que ardía en deseos en conocer la sede socialista de Salamanca.
Cayetana recibió un premio de la sala de fiestas Camelot. Me llamó para saber mi opinión si aceptar o no la invitación para venir a recogerlo. Al decirle que no debía rechazarlo, impuso a los organizadores que Mª José y yo fuéramos invitados al acto, y que el alcalde se lo entregara. Al establecimiento acudió “el todo Salamanca”, especialmente la parte más acomodada y, posiblemente, la que no me votaba. Después de la entrega, Cayetana tomó la palabra para decirles a los presentes que Jesús Málaga era el mejor alcalde que había tenido Salamanca y que había realizado muchas cosas buenas en la ciudad. La concurrencia, educada y cortés, no protestó, pero pude ver alguna cara de contrariedad en la sala. Cayetana apoyaba al político que le caía bien, y yo era uno de ellos. Olvidaba decir que este suceso ocurrió en plena campaña electoral municipal.
— oOo —
3 comentarios en «Los paseos con Jesús Aguirre por la Plaza Mayor»
Da gusto leerle Sr Málaga. ¿estas vivencias están recogidas en algún libro? Si es así ¿dónde puede adquirirse?.
Bien podía presentarse de nuevo a la alcaldía!
El libro se titula ‘Desde el balcón de la Plaza Mayor’ (Memorias de un alcalde), pero está agotado y lo estamos publicando porn entregas semanales en La Crónica de Salamanca
Un saludo
Gracias por la respuesta. Habrá que leer estas interesantes memorias aquí.
Un saludo.