Opinión

Berlanguiano: El humor como antídoto

[dropcap]S[/dropcap]in quitar un ápice de seriedad al asunto, cuyas consecuencias ni unos ni otros han sabido calibrar con acierto (y cuando hablo de “unos y otros” y tiro del hilo de la madeja hacia su cabo lo que encuentro son unos políticos corruptos a los que les conviene tapar sus fechorías), creo que el humor es siempre el mejor antídoto contra situaciones que han superado el umbral del mal rollo.

Después de todo, la carcajada y la risa no son sino la explosión de un aire atrapado entre pecho y espalda, que pone a prueba el vigor del diafragma, y que se emite casi como una ventosidad que nos libera de un aire retenido y malsano.

Lo mejor que uno puede hacer con todo lo que tenga que ver con nacionalismos, patriotismos, supremacías raciales y banderas, es reírse de ello.

Lamentablemente nuestra vida nacional siempre ha abundado en momentos aciagos y deprimentes (así el de ahora) que requieren, por una parte de humor para soportarlos con paciencia cristiana, y por otra de esfuerzo para corregirlos con ánimo civil. En este caso, el humor y el esfuerzo son compatibles.

Nuestros padres y abuelos tuvieron que bregar con lo suyo. Ahora nos toca a nosotros, pero sin humor todo intento de corrección puede volverse demasiado serio, o incluso traumático.

Hay un misticismo insano de la patria y la mejor manera de contrarrestar ese delirio místico es con el laicismo apátrida de la risa.

Por ello el humor de Berlanga, Gila, o Forges, que aplican a los guisos más indigestos un fino licor de hierbas, puede servirnos de ejemplo y guía para afrontar situaciones que tomadas en serio echarían a perder nuestra salud.

Vienen estás reflexiones a cuento de un artículo de El País: “La urna nacional: 9 escenas sobre Cataluña que podía haber filmado Berlanga” en que para contrarrestar la información más tétrica y actual, se aborda el espíritu “berlanguiano” de ciertas situaciones vividas estos días. La rústica comicidad de estas anécdotas nacionales nos recuerdan tiempos pretéritos y escenas cinematográficas del gran director valenciano. Parece que el tiempo no pasa por nosotros.

Y dentro de esas anécdotas podemos ver por ejemplo esa cohorte disciplinada de fruteros extremeños (algunas de las disciplinantes con el mandil puesto) desfilando en fila india y besando la bandera, e intentamos no emocionarnos demasiado hasta el punto de no aguantarnos la risa.
Ellos mismos, que seguro son buena gente y nos proveen de sabrosa y rica fruta, al final estallan también en risas y vivas a todas las fuerzas de orden público. Y porque no había más.
El hecho llamativo de que muchos de ellos vistan de rojo no significa que no sean extremeños.

Vemos también -no sin sorpresa- la llegada marcial de la Benemérita a un pueblo catalán de 176 vecinos, y a los paisanos del lugar que con tranquilidad mediterránea y buena educación les dan a los agentes las buenas tardes (“bona tarda”), y a punto están de invitarles a merendar sentándolos a su mesa. Pero ellos, muy profesionales, empiezan por acordonar la zona, un tanto vacía, al parecer con intención de confiscar los votos emitidos. Entre cordón y cordón policial me parece ver que queda atrapado un señor gordo que espatarrado en su silla se está comiendo un helado, o quizás esté durmiendo la siesta tras habérselo zampado.

Avancemos y veamos esta otra escena, entre clerical y leninista, mitad y mitad, en la que en medio de la celebración de una misa que no sabemos si es válida para ganarse el cielo, unos interventores-monaguillos hacen, al pie del párroco y casi bajo su casulla, recuento de votos de unas urnas semiclandestinas. Quizás son los mismos votos que buscaba la benemérita en la escena anterior.

Vemos también una imagen de unos antidisturbios, imponentes en su attrezzo, que vigilan y controlan a pie de mesa una partida de dominó. ¿Será un cruce cuántico de universos paralelos?

¿Hay algo mejor que estas escenas cómicas y epatantes para combatir, sin perder el humor, la influencia nociva de las patrias?

Busco en el diccionario de la RAE el término “berlanguiano” y no lo encuentro. Al parecer en 2009 el periódico “Las Provincias” puso en marcha una campaña para su inclusión en el Diccionario, pidiendo a “actores, eruditos, y usuarios de la web” una definición del mismo.

El actor Juanjo Puigcorbé dijo: «Dícese de la situación coral aparentemente caótica o esperpéntica donde los caracteres muestran o ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral pero de una forma vitalista». No está mal.

Marta Sanz lo definió así: “Una mezcla de ironía, sal gorda y picante”. Salvador Sánchiz dijo: “Vocablo usado en el imperio austro-húngaro que significa valenciano escéptico y socarrón”.

Posdata: “La urna nacional: 9 escenas sobre Cataluña que podía haber filmado Berlanga”

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