[dropcap]H[/dropcap]ace tiempo que en los pueblos de Salamanca -exceptuando los del Alfoz- no se escucha esta pregunta: ¿Cuántos niños han nacido este año? De hecho, hay casi un centenar pueblos donde no han nacido niños en los últimos cinco años. En cambio, es frecuente escuchar esta otra: ¿Cuántos vecinos se han muerto? Más aún en estos días, donde los que se fueron allá por los cincuenta, sesenta y setenta del pasado siglo, y los que se han ido en estos primeros años del siglo XXI, retornan a sus municipios para descansar y disfrutar de la Semana Santa, porque quien más o quien menos, tiene un pueblo donde se siente como en casa, que es su patria chica.
La pregunta sobre los nacimientos puede parecer descarnada, incluso tendenciosa. Por eso vayamos a los datos, que no mienten. En toda Salamanca había a fecha de 1 de enero de 2018 un total de 11.303 personas entre 0 y 4 años. Diez años antes, 13.799 y 40 años atrás, 24.691. Perdemos población a marchas forzadas, porque no se reponen las bajas, aunque aumente la esperanza de vida.
En 1900, solo el 7% de los salmantinos vivían en la capital
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, conocido por la investigación de los yacimientos de Atapuerca, en Burgos, estudia la humanidad desde hace 800.000 años. Comenta que dentro de 20 años todos viviremos en grandes ciudades de millones de habitantes. Quizá va a ser mucho, pero lo cierto es que en Salamanca capital vive el 43,29 % de los salmantinos. Cuando en 1900 la provincia de Salamanca contaba con una población de 326.233 habitantes y solo el 7% vivía en la capital.
Quizá, una de las mayores preocupaciones que tienen los alcaldes en la actualidad es la despoblación. Hemos preguntado a cuatro regidores municipales cómo afrontan ellos el drama de perder habitantes de forma paulatina.
Diego Ledesma, alcalde de Saucelle, asegura que es muy «complejo». El Ayuntamiento contrata a 15 o 16 personas todos los años. Saucelle tiene la suerte de contar con un ‘vecino’ de excepción, Iberdrola, que ayuda a mejorar las arcas municipales. «Nos gustaría poder contratar más, pero no es posible. Nos encantaría que hubiera más iniciativas privadas, pero es complicado, sobre todo, en invierno», dice.
La solución que plantea Diego Ledesma es hacer un «plan de desarrollo serio. Por ejemplo con el almendro y todo lo que lo rodea. Fomentar el cooperativismo, donde estuvieran implicados los pueblos de la comarca, incluso que fuera transfronterizo».
Esta idea de unir fuerzas en el pueblo o con los colindantes también la plantea Manuel Prada, alcalde de Valdelosa, municipio vinculado al corcho y la madera. «He estado en Portugal y es espectacular lo que hacen con el corcho. Desde el Ayuntamiento haríamos todo lo que esté en nuestra mano para que se creen las infraestructuras y así dar trabajo. Nos gustaría que se fomentaran cooperativas vinculadas a la leña y el corcho», explica.
Desde el consistorio de Valdelosa contratan a 20 personas por temporada, «pero eso no consolida población». Prada apuesta por la residencia de ancianos, ya que al ser trabajos más profesionales «sí que genera empleo de calidad».
Alcaldes con ideas
Volviendo a las estadísticas. En 1960 Salamanca contaba con una población de 415.893 habitantes, de los cuales, 87.338 estaban asentados en la capital. Todos conocemos a personas que se han ido del pueblo en las últimas décadas. Incluso recientemente. Muchos reconocen que se podrían ganar la vida mejor que en la ciudad. Pero, el pueblo cada vez cuenta con menos vecinos de tu edad con quien hablar, lugares donde ir, ‘ambiente’… Hoy en día se demanda algo más que un techo y un plato de comida para sentirse realizado.
Al igual que Ledesma y Prada, José Francisco Bautista, alcalde de Hinojosa, apuesta por potenciar lo que tiene cada comarca, en su caso el agua y el Parque Natural de Las Arribes. «Están absolutamente desaprovechados tanto el parque como el río, el embalse de Almendra o Vega Terrón. Podríamos construir un mini polígono comercial y esto asentaría población».
Isidoro Carbonell, ingeniero agrónomo, cree que el grandísimo error que se comete es seguir ligando la economía del medio rural solo al sector primario. «Sólo se enfoca en agricultura, ganadería, turismo rural, … Eso es inviable, porque la propia dinámica del sector, cada vez más productivo, indica que donde antes sobrevivían 100 agricultores, hoy en día se concentra la actividad en media docena de ellos».
Hay menos agricultores y la naturaleza recupera terreno. Eso lejos de ser un problema, puede ser una gran esperanza de un mundo mejor. La naturaleza es sabia y no precisa la gestión del ser humano para sobrevivir, es una falacia, más bien todo lo contario.
«Todo eso se traducirá en una recuperación de biodiversidad, una mejora de los servicios ecosistémicos del medio, que no sólo son la economía monetarista del producir cereal o terneros… si no la calidad del paisaje para disfrute de la sociedad, reducción de las pérdidas erosivas, fijación de CO2 atmosférico, mitigación del cambio climático, mejora de la calidad de las aguas, …», puntualiza el ingeniero agrónomo.
Vivir en el pueblo
Carbonell propone seguir el modelo europeo. Que la actividad industrial o de desarrollo de nuevas tecnologías se deslocalice de las grandes ciudades. Hoy en día, gracias a internet y a las plataformas logísticas no hay el menor problema técnico en tener una pequeña industria, un centro de atención al cliente de una empresa, una tienda online, un despacho de ingeniería, … en cualquier pequeño pueblo.
Pero, para eso se necesitan buenas comunicaciones, tanto físicas como digitales, algo por lo que nadie apuesta en esta región, así como un cambio cultural que permita atraer al mundo rural a este sector de la población joven e innovador que podría instalar su actividad fuera de las grandes ciudades.
Chema Lobato, alcalde de Tenebrón, un pueblo de 156 habitantes, donde la economía se sustentaba en la agricultura y ganadería, comenta que los jóvenes no quieren trabajar ya en este sector y que le gustaría dotar al pueblo de una mejor conexión a internet, «pero es muy caro para nosotros. Solo podemos dar lo que ofrecemos ahora. Estamos esperando a que haya una subvención que no llega», comenta.
El alcalde de Hinojosa señala que en lugar de primar «el clientelismo político que, además, tiene los días contados por la falta de población, habría que apostar por las pequeñas industrias de construcción, queserías y darles ventajas fiscales, tributarias o energéticas para que se quedarán, aunque quizá a esto último llegamos tarde».
Al concluir la conversación con los interlocutores, de una u otra forma, todos han coincidido en que «tenemos que ofrecerles alternativas a las personas que se quieren asentar en el pueblo» y «los que hacen las leyes, no viven en los pueblos y, si me apuras, no saben ni dónde están«.
[box type=»shadow» align=»aligncenter» class=»» width=»555px»]NACIMIENTOS A LA BAJA
Un total de 79 pueblos de la provincia no saben lo que es celebrar un nacimiento desde hace, al menos, cinco años. Así se desprende de los datos del Instituto Nacional de Estadística (Ine) sobre el movimiento natural de la población entre 2012 y 2016, último del que hay datos disponibles por municipios.
Si eso es desalentador, lo peor es que puede aumentar la lista de pueblos donde ya no hay nacimientos, porque hay otros 140 pueblos salmantinos donde solo ha habido entre 1 y 3 nacimientos en el último lustro.
En otros 81 localidades se han registrado entre 4 y 10 nacimientos. Se trata de pueblos de residencia de la madre, porque casi todos los niños nacen en el hospital.
En definitiva, hay 290 pueblos de la provincia con diez o menos nacimientos en último lustro de los 362 que integran la provincia.[/box]
Documentación:
INE.
‘Cuando ya no esté’. Programa presentado por Iñaki Gabilondo en #O de Movistar