[dropcap]O[/dropcap]cho siglos contempla a nuestra Universidad y desde entonces millones de estudiantes han pasado por sus aulas, en la serie ‘Ilustres de la Usal’ queremos rescatar la vida y trayectoria profesional de algunos de estos alumnos con notoriedad mundial que se formaron en Salamanca.
En esta ocasión, nos vamos hasta Venezuela (o quizá no). País natal del escritor Juan Carlos Méndez Guédez. Es barquisimetano, pero pronto se trasladó a Caracas, donde estudio en la Universidad Central de Venezuela, hasta que en 1996 puso rumbo a Salamanca y aquí se doctoró en Literatura hispanoamericana.
Corría 1996, cuando el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez pisó por primera vez tierras salmantinas. En la Universidad de Salamanca obtuvo el doctorado con una tesis sobre la obra de José Balza. El escritor nos cuenta su paso por la ciudad que lo deslumbró, dejando una huella indeleble en su vida y en su literatura.
“Para mi oficio de escritor Salamanca fue fundamental. Era un lugar que había leído con pasión en algunos de los fragmentos de El Lazarillo de Tormes, (uno de mis libros preferidos), y sobre todo, era el sitio de las piedras color oro, como me la describió en una oportunidad Silda Cordoliani”, puntualiza el narrador venezolano.
Visa para un sueño
Imágenes y sensaciones de su época de estudiante en la Universidad de Salamanca, lo regocijan y enternecen: “Cuando estaba en las clases en el Palacio de Anaya y por la ventana contemplaba la Catedral y el vuelo de los gorriones, me invadía una sensación infinita de gratitud por la vida. Tocar sus piedras era una experiencia inolvidable y si tuviese que elegir un sitio te hablaría de la Iglesia de San Marcos, románica, redonda, ensimismada, una especie de perfección serena que miraba cada mañana; pero, por supuesto, lo que más me gustó era la gente con la que allí compartí. Algunos pocos permanecen, pero en general nos hemos dispersado por el mundo y ese es el agujero melancólico que vivo cada vez que regreso a ella”.
Entre tantas anécdotas vividas en la ciudad charra, Méndez Guédez recuerda que “una madrugada en una discoteca llamada La Biblioteca sonó una canción de Juan Luis Guerra: Visa para un sueño. Al escucharla, al escuchar una de sus frases: buscando visa la razón de ser, buscando visa para no volver...comprendí que pasaría mucho tiempo viviendo en España, que aquí era feliz y que el planificado viaje de vuelta debería esperar mucho tiempo”.
Su obra vinculada a Salamanca
Parte de la producción del narrador sudamericano está impregnada por la magia y majestuosidad de Salamanca, su Universidad y su gente. “En Salamanca escribí dos novelas y una novela juvenil, aparte de un buen número de cuentos. Las horas parecían inmensas y todas ellas se poblaban de escritura. En mi narrativa, cada tanto regreso a Salamanca.
La ciudad aparece en mi novela Árbol de luna; en El Baile de Madame Kalalú; también es citada en La Ola Detenida. Tengo, además, un cuento titulado así: Salamanca, sobre dos personas maduras que regresan a ella y recuerdan el tiempo en que convivieron en ella antes de la brutal separación vital y política que tuvieron años después; y otro cuento titulado El Lazarillo de Borges, donde hago un juego de anacronismos y revisito mi amada novela picaresca, pero la mezclo con historias de brujería, merengues de Rubby Pérez, cuentos de Borges, fragmentos bíblicos y hasta alguna pequeña referencia a Platero y yo”.
Sobre el VIII Centenario
A propósito del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca y de la consignación del Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía al poeta venezolano Rafael Cadenas, Juan Carlos Méndez Guédez afirma que “Iberoamérica siempre tiene puesta su mirada en la Universidad; es innecesario recalcar que es una referencia ineludible. Por lo pronto, puedo decir que estoy muy feliz de que el premio de poesía de la Universidad haya recaído en el más grande poeta vivo que tenemos en español en estos momentos: Rafael Cadenas. Era justo y necesario que una Universidad que ha prestado tanta atención a la literatura venezolana, gracias al interés de Carmen Ruiz Barrionuevo y del equipo profesoral que allí labora, tuviese ese gesto que honra tanto al poeta como a la propia universidad”.
Por: Raúl Márquez (Táchira, Venezuela)