Una coproanécdota

– Me han contado una cerdada que ocurrió hace mucho tiempo en un centro docente.

¡Ah, síi…! ¡Cuente, cuente!

– Pues verá usted… Un día, a primera hora de la mañana, las mujeres de la limpieza encontraron en un sitio muy destacado una defecación. ¿Me entiende, noo? ¡Que no era de un gato o un perro, vamos!

– Claro. ¡Que había un excremento humano!

– ¡Eso es! Llamaron al director, o decano, antes de proceder a limpiarlo. Y a los bedeles, por si alguno sabía algo…

– ¿Y qué pasó?

– Por aquellos tiempos los puestos de bedel de los centros docentes, y creo que de otros de tipo oficial, eran ocupados por guardias civiles que habían cumplido cierta edad y que podían pasar a la situación de empleo en destinos civiles hasta su jubilación. ¿Lo sabía?

– Sí. En mi Facultad era así, y hacían su labor muy bien. Se veía que eran gente muy disciplinada… ¿Y qué?

– Uno de estos bedeles dijo, muy serio: «Esto lo ha hecho una mujer«.

-¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿???????????

– Eso mismo pensaron todos. El director le pregunto que por qué había dicho eso. –«¿Es qué las heces masculinas son distintas de las femeninas?«

«A lo que aquel bedel respondió: -«No, señor. Pero cuando alguien se pone en cuclillas para hacer eso, la distancia entre la hez y la huella de la orina es mucho más corta si el autor es mujer, que si es hombre.«

– ¡Caramba con el bedel! ¡Ni Sherlock Holmes lo hubiese hecho mejor!

– Siguió diciendo el bedel: «Habría que indagar si ayer, por la tarde, hubo un examen y si alguna alumna mostró señales de enfado o discrepancias con el profesor...». Y efectivamente, gracias a estos comentarios se pudo saber quién fue la infractora, que, avergonzada, confesó su culpa.

-¿Y qué la ocurrió? ¿Qué castigo impusieron?

– Eso no me lo dijeron.

– ¿Y en qué centro ocurrió eso…?

– Permítame que le cante aquello de la Jota de la Dolores:

Por una moza del barrio,
Jacinto está que se muere.
No diré cual es su nombre.
Que lo diga ella si quiere…

– Muy buena contestación a una pregunta indiscreta.