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Envejeciendo con amigos

JESÚS MÁLAGA: ‘Desde el balcón de la Plaza Mayor’ (Memorias de un alcalde)

[dropcap]N[/dropcap]o hay nada más importante en la vida que tener amigos con los que compartir las alegrías, las penas y cuantas cosas pasan a diario. Los hijos nos dejan, es ley de vida, cuando forman su propia familia, pero los amigos que lo son de verdad perduran, están a tu lado cuando los necesitas o te piden ayuda cuando la precisan. Envejecen contigo y saben, sin que se lo digas, cuando estás contento, alegrándose por ello, y cuando estás triste se prestan de inmediato para ayudarte a superar los problemas que ocasionan tus penas.

Hace unos años, en el paso de peatones situado entre Canalejas y la calle de La Alamedilla, donde vivo, me solía encontrar con un hombre entrado en años, según él mismo me confesó superaba los noventa. Gozaba de buena salud y cierta agilidad para su edad. Un día, después del saludo formal, se dirigió a mí y sin rodeo ni preámbulo me dijo que estaba muy triste. Intenté animarle creyendo que se trataba de una depresión por la edad o por alguna enfermedad sobrevenida. Él me aclaró de inmediato que estaba sano y en forma y que, aunque viudo desde hacía años, se llevaba bien con sus hijos y ellos con él. Pero se sentía solo porque habían desaparecido todas sus referencias en la vida, habían desaparecido todos sus amigos y ya no tenía con quién hablar, se habían esfumado sus referentes vitales, hasta el extremo de haberse quedado en la más estricta soledad, rodeado de gente, querido, pero solo. Este sucedido nos muestra la importancia de la amistad para dar sentido a nuestra vida. Sobre todo cuando has experimentado amistades verdaderas.

La vida en el plano afectivo ha sido propicia con nosotros, con María José y conmigo, llenándonos de hijos, de nietos y de amigos a los que sabemos que podemos recurrir en todo momento para compartir nuestras vivencias y recuerdos. Y refiriéndonos al paso de muchos de nosotros por la Universidad Pontificia de Salamanca, cabe hacer una reflexión más. La vida de las instituciones puede compararse a una carrera de relevos. El resultado depende de todos y de cada uno de los corredores. Sabemos que lo que importa es la clasificación final, pero los tiempos de algunos hacen que se logre el triunfo. Tita, Freijo, Pastor, Aubach han sido algunos de los eslabones en esta carrera sin fin que es la vida de una Universidad, su quehacer ha sido clave para la supervivencia de esta entrañable colectividad, sus tramos en la carrera han sido record de calidad. Profesores, alumnos y personal no docente somos deudores del compromiso de todos ellos con el mundo universitario.

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