[dropcap]H[/dropcap]ace unos días, Fernando Rey, consejero de Educación, decía en un acto donde se homenajeaba a Diego Muñoz-Torrero, que cuando iba a América Latina y decía que era consejero, le preguntaban que qué consejos daba, si además añadía que de Castilla y León, muchos no situaban la región en España, pero al decir Salamanca, todos sabían dónde estaba y qué significaba.
Salamanca, según explicó el consejero, está considerada como un lugar donde grandes mentes han trabajado para que este mundo sea más justo e igualitario. De aquí, salieron los cimientos del Derecho Internacional gracias a Francisco de Vitoria, los principios de la economía aportados por la Escuela de Salamanca, internacionalmente reconocidos sus pilares, y más recientemente, el mencionado Diego Muñoz-Torrero, uno de los padres de la Constitución de Cádiz de 1812 y en el siglo XX, los Tierno Galván, Tomás y Valiente o Araceli Mangas, tantos hombres y mujeres que han dado prestigio a Salamanca.
Ahora bien. He leído en un artículo que los jóvenes que vinieron a disfrutar del Año Nuevo Universitario iban a estar más tiempo de viaje que en Salamanca. Me pregunto: ¿En cuántos restaurantes han cenado? ¿En cuántos bares han desayunado? ¿En cuántos hoteles u hostales han pernoctado?
Muchas voces, sobre todo en las redes sociales, claman porque esta fiesta es una gran publicidad para la ciudad. Publicidad, ¿de qué? de borrachera, macrobotellón, robos,…
De este macrobotellón me quedo con que tenemos unos cuerpos de seguridad excelentes, al igual que personal sanitario, de limpieza, bomberos y voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil. Y por último, voy a arrimar un poco el ascua a mi sardina, los periodistas y fotógrafos que estuvieron trabajando hasta altas horas de la madrugada para que los lectores, de los distintos medios, pudieran hacerse eco de la fiesta.
Cinco copas a 10€ deja poca riqueza en la ciudad.
Lira Félix Baz
Editora