[dropcap]S[/dropcap]egún consta en los libros de esta parroquia, a finales del siglo XVII –hace dos días se cumplieron exactamente 325 años– en la iglesia de Hinojosa se celebró una boda, la de Josef de Francia con María Corral. Él se había asentado poco antes en este pueblo, procedente del riojano Haro, a donde a su vez había llegado desde Francia. A Hinojosa el caballero don Josef llegó como inquisidor. Un nieto de la pareja, Francisco de Francia Santos, nacido aquí en 1732, se casó en agosto de 1753 con Teresa Sendín en Lumbrales, pueblo natal de la novia. Y desde entonces los Francia nos asentamos en Lumbrales. De modo que mis orígenes están en Hinojosa, donde aún sigue el escudo de la familia. Fue el escritor Luciano González Egido quien me contó que cuando la denominada “Casa de la Inquisición” quedó en escombros, él mismo recogió el bloque granítico del escudo y lo colocó sobre la puerta en su casona en la plaza del Solejar, que hoy es propiedad de mi amigo el investigador Antonio Cea.
Incluso antes de conocer esa historia, yo venía con agrado a Hinojosa desde muchacho. Lógicamente, aquí teníamos parientes, seguía una rama de los Francia. Pero lo mejor era venir desde Lumbrales en bicicleta, cuando ya éramos rapaces. Los amigos pensábamos en llegar al Caño del Sierro, pero una vez allí, ya nos apostábamos a llegar a La Carva, para luego subir esas curvas, aunque terminábamos aplazando la escalada y decidíamos llegarnos a Hinojosa, y el motivo, en general, era subir al teso de San Pedro, para sentarnos al arrimo de la hermosa ermita románica del Cristo, mientras comentábamos el relato del feudal depredador de mozas. Más tarde, descubrimos también la Cabeza de San Pedro.
Entre esos amigos del grupo que veníamos a Hinojosa figuraban también conocidos apellidos nijoseros: los Galante, los Olivo. Por eso no dejábamos de ir a ver a Marusa Galante, que siempre nos sacaba ricos dulces, y a aquel hombre grandote y bondadoso que fue Luis Olivo, que parecía imposible que cupiera en un coche tan chiquito como un Biscuter y más aún que ese vehículo fuera capaz de agatar por las curvas de La Carva. Los que también sudábamos en esas curvas éramos nosotros al regresar a casa en el desafío de ver quién se llevaba el premio de la montaña. Aunque hay que decir que era “más montaña” la subida desde el puente de La Molinera por la carretera sin asfalto, y en esa subida había que darse un respiro en espacios tan nijoseros como el llamativo Cachón del Camaces y en los restos del poblado de San Leonardo. Entonces, en aquellos tiempos felices, precisamente éramos felices con situaciones que hoy parecen tan simples.
He seguido viniendo mucho y con agrado a Hinojosa, y no sólo por motivos festeros, al ritmo del baile de La Bandera, o al reclamo del queso. Y es el queso el que nos tiene aquí precisamente ahora. Si Hinojosa hoy suena en el mundo, es por el queso que se elabora aquí. Las peculiares hierbas de estos territorios motivan que la leche de las ovejas aporte tonos y sabores que se aciertan a manejar debidamente en esas fábricas donde se elaboran con criterios centenarios los miles de quesos que salen desde aquí para su distribución en espacios de gourmet, donde se busca por su sabor y su calidad.
El queso es un ejemplo de lo que se puede y debe tratar de conseguir en la propia Hinojosa en relación con otras ofertas. En Hinojosa y más allá. Quiero decir, en el entorno de la comarca de El Abadengo, de la comarca de Arribes. Y también, con los vecinos de Portugal por medio. No pretendo dar consejos a gente tan bregada y en muchos casos tan escaldada. Pero sí deseo apuntar que a Hinojosa en particular, y a todo el territorio del entorno en general, deberían llegarle horas mejores que las actuales, cuando todo se representa en caída de población sin freno, en la escasez de gentes jóvenes con ideas y fuerzas para desarrollar vida. Se podrían ofrecer cifras elocuentes y aterradoras de la pérdida de esa población, pero prefiero que recordéis un detalle: cuando antaño las gentes de Hinojosa tenían que atravesar en coche la carretera en Lumbrales, los viajeros se desesperaban porque esa carretera estaba llena de gentes que paseaban y éramos remisos a ceder el paso; ahora, al pasar, hay ocasiones en las que quizá se ve a tres personas y en ocasiones a nadie. Esa soledad corroe todos los pueblos de la zona.
La situación de esta tierra nuestra requiere mucha tarea, de la que lo conseguido con el queso puede ser una guía. Pero incluso el queso reclama que, seguramente, deberían buscarse nuevas formas y sistemas de explotación, elaboración y distribución. Hinojosa es la capital del queso, pero en pueblos como Sobradillo, La Fregeneda, Lumbrales, Bogajo y otros también se elaboran buenos quesos. ¿Por qué no os atrevéis a lo que vulgarmente se denomina “ampliar el negocio”? Es decir, buscar fórmulas de entendimiento que entre todos los productores de la zona aumenten la producción, de modo que –y no sería soñar– se piense en tender hacia el establecimiento de una denominación de origen, en torno al prestigio innegable del sello de Queso de Hinojosa. Creo advertir lo que ya estáis pensando, los de aquí y los de fuera: que eso es imposible.
Es imposible si sólo se piensa en que lo es. Pero ese tipo de terrenos dejan de ser baldíos cuando la gente se dedica a trabajar con ganas y con ideas, con ansias de futuro y olvidándose del estéril individualismo que es propio de este territorio nuestro. En un pasado no tan lejano yo conocí a los jamoneros de Guijuelo, cada uno a su aire, desconfiando y haciéndose la competencia y dejando que otros se llevaran el beneficio de su excelente producto. Hasta que años después, finalmente, fueron conscientes de cómo se iban al hoyo si no se unían en la denominación de origen que permitiera rentabilizar el gran recurso que era ese jamón. Y hoy Guijuelo figura como un emporio económico. Allí había un producto de calidad. Y aquí, en Hinojosa y en el entorno, también se cuenta con un producto de calidad, un queso con calidad y prestigio.
Para sacarle rendimiento a ese producto es imperioso trabajar en consonancia con los nuevos tiempos, lo que también incluye vapulear a todo lo que suene a autoridades del signo que sean para que desde las instituciones se aporten los recursos y apoyos que requieran los proyectos. Y también para eso habrá que trabajar con no poco esfuerzo, porque a esta tierra la han abandonado de modo lamentable. Hay que batallar, y eso implica dejar de ser sumisos. De lo contrario, todo seguirá como está…, lo que quiere decir que cada vez, peor.
Lo del queso es un símbolo, porque es valioso como guía. Pero esos mismos planteamientos hay que desarrollarlos con otros aspectos, como el turismo, porque en ese ámbito se dispone de unos recursos valiosos, pero que están improductivos. Tampoco se pueden dejar del lado otros recursos ganaderos y agrícolas –el aceite, el vino, y algunos ejemplos funcionan ya– con nuevas miradas diferentes a las antañonas.
Es evidente que todo ello requiere gente joven…, y esas mentes y esos brazos son escasos. Pero ahí está el desafío: habrá que atraerlos. Y en eso también será imperioso trabajar. Nadie va a regalar nada. Aquí hay dos opciones: una, seguir cómo se está; la otra, aspirar a un programa de vida que trate de buscar mejores días.
En fin, que estamos de fiesta, y no quiero ser aguafiestas. Pero, en vez de recitar romanzas, he preferido hablaros desde el corazón, desde la geografía y las realidades, desde los hechos y las situaciones que nos envuelven a los que somos de aquí, de este Abadengo que nos acoge, de La Ribera-Las Arribes que nos escoltan, con Portugal ahí a la vista, en lugar de recurrir al pasado, a la historia.Además, ya en Hinojosa disponéis de un libro y un agradable folleto que relatan debidamente esos tiempos del pasado.
He querido hablar a gentes que seguramente desean mejores horas para esta tierra nuestra y señalar que nada nos caerá gratis, sino desde el esfuerzo en actuaciones razonables y razonadas. Y un buen ejemplo de ello es esta magnífica realidad de la Feria del Queso de Hinojosa, porque reconoce y proyecta ese producto realmente singular y con fama merecida por doquier al conservar la calidad en tiempos en los que tantas veces predomina lo falso.
Adelante con la Feria, adelante con el queso. Y vamos a degustar el queso y todo lo que con él sabe a beso.