[dropcap]D[/dropcap]os universitarios de Salamanca aparecen en El entierro del Conde de Orgaz, pintado por El Greco allá por el 1587. Estos dos estudiantes son Antonio y Diego Covarrubias y Leyva. ¿Por qué El Greco los pintó? Sencillamente, eran sus amigos
Es uno de los grandes cuadros de la historia del arte y como tal, aglutina leyendas y misterios. Cuenta la historia que Gonzalo Ruiz de Toledo, el protagonista del cuatro pintado por El Greco en 1587, no era conde, más bien era señor de Orgaz y murió en 1323. Era un hombre muy querido y respetado en Toledo. Fue una persona religiosa y piadosa y por ello cuando murió, los toledanos lo despidieron con un gran cortejo fúnebre por las calles de Toledo. El señor de Orgaz lucía de mortaja su mejor armadura, cincelada por artesanos toledanos y fue acompañado por numerosos nobles, amigos y clero regular y secular.
Para recrear el entierro, El Greco echó mano de señores de Toledo de su época y de amigos suyos. Entre ellos, los hermanos Antonio y Diego Covarrubias, que casualmente, fueron alumnos de la Universidad de Salamanca en el siglo XVI.
Así, Antonio de Covarrubias fue un gran amigo del artista. Estudió Leyes y Artes en la Universidad de Salamanca. Aquí obtuvo la cátedra de Derecho Romano. De Salamanca viajó a Grecia como oidor de la Real Chancillería. También vivió en Roma donde asesoró en el Concilio de Trento.
A su vuelta a nuestro país, llegó a ser consejero del Real Consejo de Castilla. Al dejar este cargo, fue nombrado maestrescuela de la Catedral de Toledo y por lo tanto máximo responsable de la Universidad de Santa Catalina. El Greco, a quien prestaba libros de su gran biblioteca especializada en textos legales, repleta de manuscritos griegos, le dedicó palabras de respeto y admiración entre las anotaciones manuscritas que han llegado hasta nosotros. También incluyó su retrato entre el conjunto de caballeros que aparecen representados en El entierro del conde de Orgaz.
También aparece retratado en el famosos cuadro de El Greco, Diego de Covarrubias y Leyva fue jurista, político y eclesiástico, además de uno de los representante de la escuela de Salamanca en su siglo de oro.
Como curiosidad, decir que Diego de Covarrubias y Leyva tiene vinculación no solo con la Universidad de Salamanca, sino también con Ciudad Rodrigo y su catedral, donde medio sobre el pago de trigo y cebada que debían hacer todos los vecinos de lo que recogían en la jurisdicción de la ciudad.
El 9 de febrero de 1562 salió de Ciudad Rodrigo. Covarrubias, acompañado de su hermano Antonio, entonces oidor en Granada, se embarcó en Rosas para Génova y llegó para asistir al Concilio de Trento el 18 de mayo, en cuya asamblea se le contabilizan al menos 10 intervenciones, en especial en asuntos relacionados con los sacramentos.
La Universidad de Salamanca y la Iglesia
Los dos hermanos Covarrubias participaron en el Concilio de Trento, donde los protestantes alemanes reclamaban la convocatoria de un concilio alemán, y el emperador Carlos I de España y V Alemania intentaba cerrar las diferencias entre católicos y reformistas para hacer frente a la amenaza turca. Se intentó zanjar las disputas, pero sin éxito: Martín Lutero acusó a Roma de ejercer la tiranía, y el Emperador se comprometió por escrito a defender la fe católica.
Teniendo en cuenta la historia, se pueda entender la vinculación tan estrecha que ha tenido la Universidad de Salamanca y la Iglesia Católica. Así lo escribe Fernando R. de la Flor en su libro La República Literaria. El mito de Salamanca en el Antiguo Régimen. Los letrados que forman en torno al Entierro del Conde de Orgaz, la obra de El Greco, parecen haber asumido los valores explícitos en la sociedad hispana del momento. Salidos,los más de ellos, de las aulas salmantinas, manteniendo su didelidad a los ideales expresados por una Monarquía Católica.
Entre los mismos, ciertamente, no hay rebeldes al ‘sistema español de pensamiento’. El pasaje, el paso, mejor ‘rito de paso’, por Salamanca, entonces, resulta ser obligado, en particular en el cursus de los intelectuales que se dirigen a los altos empleos del Estado, y van finalmente a ingresar en la aristocracia de la pluma.
Lope de Vega lo sintetizó en un verso, cuando dice que la Universidad de Salamanca a sus hijos los autoriza precisamente: «dotándolos de ciencia y renta honrosa».
Pero, este ejemlo en lo civil, no es, al fin y al cabo, sino una coartada que pone al frente de esa Universidad las pretensiones eclesiásticas. La lucha por la primacía entre la Monarquía y el Pontificado discurre como una guerra llevada a cabo en el ‘campo’ que ofrece la capital, desde el siglo XIV hasta podríamos decir que 1940, cuando la Iglesia española se segrega realmente de la institución académica, y crea por fin su propia dispositivo de saber: la Universidad Pontificia de Salamanca.