[dropcap]E[/dropcap]ntre castaños centenarios, avellanos y cerezos se encuentra el bosque de la Honfría, en el municipio salmantino de Linares de Riofrío. En este paraje singular tienen un terreno María Ángeles Martín y José Martín, con un pequeño refugio entre arroyos y su «maravillosa» plantación de arándanos. Este matrimonio salmantino, decidió hace cinco años lanzarse a la aventura y probar con el cultivo este fruto rojo, que apenas era explotado en la zona.
Beatriz Jiménez/ ICAL. Cuentan que todo comenzó a raíz de unas charlas organizadas por la Diputación de Zamora, a las que acudían María Ángeles y José, en las que se informaba de cómo plantar árboles y donde asistían para hacer microrrizadas y favorecer el nacimiento de las setas. En una de las reuniones se habló de la posibilidad de cambiar el cultivo en Castilla y León e introducir alguna variedad de frutos rojos, y ellos se quedaron «con el toque». Este matrimonio tenía una finca en Cuatro Calzadas con una explotación de vacas al cuidado y dedicación de María Ángeles. Allí intentaron también apostar por el cultivo del arándano, pero como relatan, no saben si el clima, al ser un terreno de mayor altitud «no era muy apto» o las mismas plantas pero «no se adaptaron».
José Martín es natural de Linares y ambos subían a menudo a la Honfría y siempre bromeaban con que «el mejor lugar para sus arándanos era ese terreno», como dice María Ángeles entre risas «le convenció». Además, cuenta que coincidió a la vez, que en las ferias ofrecieron un pincho «con algo de arándanos» y comentando con conocidos hablaron que en el pueblo de Madroñal ya habían salido las primeras remesas de este fruto. Y «no se lo pensaron dos veces». Se fueron hasta allí para informarse de todo lo necesario para comenzar su aventura. Aseguran que «el clima y las condiciones no son las mismas», pero «cada uno debe adaptarse a lo que tiene», dice José. Al parecer, todo fueron coincidencias, porque pudieron vender la ganadería y comenzar con la agricultura, «era difícil compaginar las dos cosas» comenta María Ángeles, ya que de este modo debían estar todo el día en carretera. Además, su marido se dedicaba a la banca y trabaja en la ciudad, por lo que la ganadera era ella.
Aprendizaje desde cero
Este es el quinto año desde que se iniciaron en esto de los arándanos. Todavía «va poco a poco», explica José. Comenzaron «desde cero», de hecho tuvieron informarse y asesorarse de todo lo necesario. Antes de plantar valoraron las opciones para la comercialización, porque no sabían si contaban con la distancia necesaria, cómo debía ser el riego o si el cuidado iba a ser el mejor. «Tuvimos que estudiar, pensar e informarnos de todo», avanza este salmantino. Aún así, «no ha sido fácil», porque «el terreno es irregular y cada planta necesita la misma cantidad de agua». De modo, que se pusieron a pensar y consiguieron diseñar una serie de medidores, con sus propios esquemas para elaborar el sistema de riego perfecto para cada una de las plantas.
En un principio, tuvieron que hacer los caballones sobre los que se plantarían los arándanos, con el fin de favorecer el drenaje y la aireación, también a poner la malla e instalar el goteo a mano, al igual que los primeros surcos. «Fue muy costoso, porque no sabíamos», dicen, pero poco a poco han ido adaptando el terreno y la explotación de este fruto. Aseguran que el cultivo del arándano «no necesita una dedicación complicada, solo estar pendiente». Cada día es necesario revisar que el riego llegue a todas las plantas por igual y que «todo esté en orden».
Las dificultades vienen cuando hay ataques de jabalíes en la zona, que como relata este matrimonio, ya les ha pasado en varias ocasiones. Entran en la finca y «destrozan lo que pillan a su paso». Recuerdan que el primer año «fue desastroso», entre «el otoño que llegó muy seco y además los jabalíes entraban cada dos por tres» y podían levantar hasta 100 plantas.
María Ángeles no olvida la primera vez que vio «el destrozo», no se lo podía creer, aún así no desistieron en su empeño. Es por eso, que en su explotación «hay plantas de distintas edades». Tienen unas cinco variedades, cada una se diferencia por la época de maduración del fruto, como explican. «Unas empiezan a mediados de junio y otras más tarde». De este modo, se aseguran también que la recogida sea más escalonada.
De la banca al campo
Para este salmantino, dedicado a la banca toda su vida, esta experiencia constituye una forma de «cambiar el rol de vida y de trabajo». Los fines de semana dedicaba junto a su mujer su tiempo a ir poco a poco aprendiendo y mejorando la cosecha. Prejubilado hace tan solo unas semanas, se muestra muy contento de poder dedicar más tiempo a esta actividad que «le llena enormemente».
En este terreno de la Honfría también tienen un par de surcos dedicados a las frambuesas, que este año en especial ha sido muy bueno y la producción «más de la esperada», también unas parras y algunas fresas, pero eso solo para consumo propio. «Hacemos muchos zumos, eso sí», añaden. Tanto María Ángeles como su marido han sabido transmitir esa pasión por el campo, la agricultura y desde hace cinco años por el cultivo de arándanos a sus dos hijos, quienes les ayudan siempre que pueden y afirman que «ellos están encantados». Los cuatro «arriman el hombro».
En verano la recogida «es lo más duro», como afirman. Pero no lo consideran costoso, como ocurre con la fresa donde se necesita una postura más incómoda. Explican que se sacan su taburete y su cubo y van seleccionando el mejor fruto de cada planta. Este año, el 5 de julio fue la primera vez que consiguieron llevar su recogida a Salamanca. Fueron dos mil kilos, de los que se sienten «muy orgullosos».
Por el momento, dicen que no compensa la venta a las fruterías y solo venden a particulares, conocidos e interesados. En ese sentido, dice José que el año pasado su pequeña producción «se fue hasta Inglaterra» y se exportaron casi todas. Al ser un fruto muy dulce «gusta mucho». Por ahora, sostienen que habrá que esperar unos años más para poder exportar su arándano de una forma más rentable y que la gente lo conozca.
Rentabilidad de futuro
En ese sentido, la variedad de arándano que mejor se da en este terreno son la ‘Ozarkblue’ y la ‘Bluecrop’, que son procedentes del Norte. Se diferencian en la época de maduración, entre julio y septiembre. María Ángeles Martín señala que «alguien entendido distingue su acidez y sabor», ya que el color, con su gama de azueles, es siempre muy similar.
Ambos esperan que este proyecto «sea rentable con el tiempo», porque una vez adecuada la instalación, el trabajo será «más fácil». Se trata de nuevas experiencias y formas de vida y ellos «están muy contentos con su decisión». La mayor producción sostienen que suele dar mayor rentabilidad a partir del séptimo año, por lo que aún les queda «tener un poco de paciencia». Sin duda, son conscientes de que es una inversión a largo plazo que han estudiado y que confían en que de «su fruto», entre risas bromean con su ‘arándano Martín Martín’.
En esta época solo hay que podar y quitar las ramas que no dan fruto. Lo fundamental, como insiste José, «es el riego», ya que la planta no aguanta el encharcamiento, por lo que hay que «regar poco pero a menudo». También es importante el abono «debe ser específico», y esto es algo que les ha acostado conseguir, que todas las plantas reciban también la misma cantidad, por ello tuvieron que diseñar un sistema de riego y abono, que «a través de Internet y buscando mucho» han logrado obtener a su medida. Consideran que esta zona de la sierra salmantina «puede producir mucho», porque las condiciones «son muy óptimas».
Este matrimonio salmantino señala que por otra parte, al ser un cultivo minoritario, «su salida en el mercado es muy rentable para los agricultores», aunque hay que tener en cuenta que «da mucho trabajo» en las épocas de recogida y que aún es un producto poco introducido en el mercado, «aunque el que los conoce los valora mucho por sus propiedades y porque tiene muchos beneficios para la salud». «Lo que no es fácil es encontrar mano de obra para recogerlos», aseguran, ya que hay que recogerlo «uno a uno», pasar varias veces por la misma planta y escoger el maduro.
Por su parte, manifiestan que con el tiempo necesitarían más mano de obra, y «eso es caro», por lo que el producto se encarece aún más. Ahora sus arándanos están en la época en la que la planta pierde la hoja, ya que es un cultivo de hoja caduca y se aprovecha también para podar. Además, las ramas que han dado su fruto este año, «ya no darán hasta dentro de dos», ya que duran unos cuatro o cinco años, por lo que deben ser cortadas, para que nazcan otras del suelo, es una planta que bien cuidada «dura muchos años», apunta José.
Beneficios de los arándanos
La palabra ‘arándano’ proviene del celta y quiere decir «arbusto espinoso». Los frutos que nacen en racimos, al principio son blancos y a medida que van madurando adquieren un color azulado. Estos frutos rojos aportan nutrientes que refuerzan el sistema inmunitario y protegen la salud del corazón, el sistema digestivo y el cerebro.
Además, según los estudios, califican al arándano como «el alimento de mayor poder antioxidante» y también antiinflamatorio. Dicen que este poder antioxidante es debido a la acción combinada de sus ácidos orgánicos y las 15 antocianinas que les confieren su peculiar color, además de contar con una amplia diversidad de micronutrientes, vitamina C y varias vitaminas del grupo B.
Tanto José Martín como María Ángeles, aseguran que con la mitad de la plantación que ellos tienen, «si hubiera un mercado bueno, viviría una familia». Sin embargo, no les queda más remedio que esperar unos años, a partir de ahora comenzarán a rentabilizar más este cultivo, tras ‘ensayo-error’. Con el tiempo esperan poder comercializar su «arándano Martín Martín» y ver cumplida esa «ilusión» a la que se dedican en cuerpo y alma para dar «placer y sabor dulce al paladar».