Las inhabituales condiciones climáticas para esta época del año han obligado a adelantar el tratamiento contra la procesionaria del pino en numerosos ayuntamientos de Castilla y León, principalmente las zonas verdes de las grandes ciudades.
De este modo, algunos de ellos recogen el guante lanzado hace unas semanas por el Procurador del Común, que solicitó a aquellos de más de 5.000 habitantes que implementen las medidas de prevención y control de este insecto para una adecuada planificación de las labores de control y eliminación. También les pidió que presten especial vigilancia y seguimiento a los ejemplares situados en zonas escolares y en zonas de recreo para mascotas.
Algunos de esos ayuntamientos, entre otros, son los de Zamora y Valladolid, donde además de tratamientos de eliminación ante la proliferación de bolsas de orugas se están poniendo en marcha trampeos.
El tratamiento contra la procesionaria del pino se efectúa con un bactericida biológico y un insecticida específico que se aplican mediante un atomizador de cañón acoplado a un pequeño tractor. Son productos aparentemente inocuos para las personas pero que pueden originar irritaciones, en caso de sensibilidad a sus componentes, debiendo evitar la inhalación accidental o el contacto cutáneo.
En su invitación, el Procurador del Común también solicitó que se facilite una adecuada información al ciudadano, que efectúe un seguimiento de la incidencia en zonas verdes o fincas particulares y que recaben la ayuda y asistencia técnica de la Consejería de Fomento y Medio Ambiente en cumplimiento del mandato de cooperación y coordinación administrativa al servicio de los ciudadanos.
La institución inició una actuación de oficio ante la existencia de una elevada afectación de las áreas arboladas de Castilla y León por la llamada oruga procesionaria, por su “llamativa presencia en parques y jardines públicos y también en zonas de juego infantil o en los patios de los centros escolares”, que ha provocado “una cierta alarma social, sobre todo por los efectos urticantes y los daños que causa el simple contacto con ellas, tanto en las personas como en las mascotas, singularmente en los perros”.