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Opinión

Tengo razón… porque lo digo yo

Foto Unsplash.

 

[dropcap]E[/dropcap]n el mes de noviembre, con motivo del Día Internacional contra la Violencia de Género, publiqué un artículo sobre el machismo en esta columna de opinión.

 

Defiendo profundamente el concepto de feminismo, al menos según la definición de la RAE, que lo describe como el principio de igualdad de derechos entre la mujer y el hombre. 

Para incluir la igualdad de todos, a esa definición yo también añadiría a las personas que se identifican con el género no binario, pero bueno, lo que a mí me resulta obvio no tiene porque serlo para la Academia. 

Creo que ningún habitante de este planeta debería ser discriminado por razón de género, orientación sexual, edad, etnia, creencia religiosa, pensamiento político o por tener algún grado de diversidad funcional. 

Escribir esto me resulta tan elemental que me parece hasta ridículo, pero sé que no todos pensamos igual, así que dejémoslo en que es mi opinión y poco más. 

Sin embargo, ahora que se acerca el 8M, observo como en algunos sectores aumenta el nivel de crispación al exponer argumentos. Da igual que sean defensores y detractores del movimiento feminista, lo importante es hacer ruido. Un ruido basado en el “yo tengo razón… porque la tengo y tú no”. 

En estos vídeos, tertulias o artículos, se insulta, se ridiculiza o incluso se agrede al que piensa diferente. Es posible que se busque el titular o un aumento de visitas en Youtube, pero ver que las personas llegamos a esos extremos para defender nuestros ideales me entristece enormemente. 

Nada nuevo bajo el sol. Pongo el ejemplo del feminismo porque estos días se habla más sobre ello, pero podemos aplicarlo a cualquier tema que levante ampollas: la inmigración, el animalismo, la eutanasia, el aborto, el ecologismo, la monarquía o el pin parental, entre tantos otros. 

Siempre hay personas que, independientemente de su ideología, en lugar de defender su pensamiento mediante argumentos sólidos que puedan ser rebatibles, lo hacen a través de burlas, agravios y, en definitiva, el desprecio hacia las personas que no piensan igual. 

Discrepo profundamente con esos métodos argumentales y considero que nunca serán la mejor manera de plantear ni solucionar nada. Por mucho que ideológicamente pueda sentirme identificada con una persona, si su forma de justificar sus ideas pasa por ridiculizar o menospreciar al adversario, el debate no es sano y no me interesa. 

Si queremos ser una sociedad avanzada, lo primero que debemos de entender es que sin respeto hacia el resto de personas que opinan diferente a nosotros no vamos a conseguir nada. 

Una sociedad madura debe ser capaz de fomentar el diálogo entre todos sus ciudadanos y condenar a aquellos cuyos métodos incumplan el respeto al prójimo, incluso si estamos al cien por cien de acuerdo con el argumento. 

Sé que en el mundo actual en muchos ámbitos lo que funciona es un “o estás conmigo, o estás contra mí”, pero lo siento, si alguien con el que compartimos una ideología es un maleducado o se comporta como un tirano, tenemos que ser lo suficiente valientes como para ponerlo encima de la mesa y hacer autocrítica. De ese modo podremos seguir haciendo las cosas cada día mejor. 

Quizá el pensamiento blanco/negro/mi opinión es la que vale/la tuya es una basura funcione en algunos medios, pero afortunadamente la mayoría de personas nos damos cuenta de que es el matiz de grises lo que nos enriquece, da profundidad a nuestros pensamientos y nos permite modular nuestros criterios. 

Si has cambiado de opinión sobre algún aspecto de tu vida y deseas realizar cambios pero no sabes cómo hacerlo, pásate por aquí, quizá pueda ayudarte.

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