La crisis de salud pública generada por el coronavirus ha puesto patas arriba nuestras vidas, las ha paralizado y lo acapara todo. Es, además, un entorno propicio para delatar la ineptitud y la falta de cualidades de los dirigentes políticos, que en condiciones menos traumáticas tienen más controlada su exposición y aminoran el riesgo de aparecer como lo que son.
Mientras nos preocupamos por librarnos del contagio, nosotros y los de nuestro entorno más cercano, cobran especial protagonismo los dirigentes políticos que llevan las riendas de los servicios que combaten la epidemia.
Tras una indefinición inicial en Castilla y León, al final ha sido la consejera Verónica Casado la que se ha hecho con la situación, y comparece a diario de lunes a viernes para dar cuenta de unos datos pavorosos.
Su experiencia como reputada médica de familia le permite hablar de una tragedia sin precedentes sin aumentar la angustia que cada uno gestiona individualmente como puede. Acostumbrada como está a dar malas noticias y a gestionar esas emociones, nos lo cuenta con la misma naturalidad y tranquilidad que se le supone en la consulta de su centro de salud. Sin echarnos encima el paso de tantos muertos y los que están por venir.
Una eficacia que no le quita importancia a la peor crisis sanitaria, económica y social que sufrimos en muchas décadas, pero que tampoco genera falsas expectativas. Al fin y al cabo, nosotros mentimos más a nuestro médico que al contrario.
Un equilibrio que solo se puede tener desde la seguridad que da saber de qué se habla, aunque del coronavirus aún nos falta mucho por saber y avanzar, y que se traduce en una credibilidad aún sin erosionar, aunque en nuestro fuero interno todos nos tememos que los datos oficiales solo reflejan la punta del iceberg.
Verónica Casado es una apuesta de Francisco Igea (Cs), vicepresidente de la Junta y cirujano de profesión, para tratar de arreglar el desaguisado de la sanidad pública en Castilla y León tras más de 30 años de Gobierno del PP y su irrefrenable tendencia a la privatización, para lo cual es requisito indispensable el descrédito y deterioro previos del sistema público que con tanto esmero y sin disimulo ha estado cultivando el ejecutivo regional.
Abrasada en los primeros meses de su gestión, tras proponer una polémica reforma de la atención primaria en el medio rural, y por no poder poner las primeras medidas para luchar contra las tremendas listas de espera (que son el gran torpedo al sistema público de salud), su figura ha emergido con fuerza en medio de la tempestad, transmitiendo una calma que impide la propagación del miedo y el desánimo.
Mientras en ella siga pesando más su faceta de médico de familia cualificada que el de política que solo mira por sus cálculos electorales, todos estaremos algo más tranquilos.
1 comentario en «Verónica Casado, la figura emergente en la crisis»
Completamente de acuerdo con el análisis de la noticia que habéis hecho en la crónica de Salamanca respecto a Verónica Casado cuyo compromiso con la Sanidad es innegable.