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Opinión

Cuando las varvas…

Varvas glaciares.

 

– El otro día leí lo que había escrito sobre el refrán «Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar» y me llamó la atención una cosa…

– ¡Ya! ¿A que lo adivino? ¿A que es lo de las varvas?

– ¡Pues sí! ¿Por qué lo escribió con dos uves? ¿Es que quizás se llaman así, en vascuence, las barbas de las ballenas?

– No. No. Ignoro si los vascos, grandes pescadores –o cazadores– de ballenas en el pasado, usaban alguna palabra para definirlo en su habla, pero no. Las varvas no son eso.

– ¿Y que son, entonces?

– Pues verá usted. El origen de la palabra es escandinavo, creo que sueco. En aquellas tierras nórdicas hay muchos lagos que en el invierno se congelan. Entonces los sedimentos que se acumulan en el fondo, bajo el hielo, son arcillosos, oscuros, mientras que durante el verano hay recarga fluvial y los sedimentos son arenosos o limosos, claros. A cada par de capas de tonalidad diferente, que reflejan un ciclo anual, se le ha llamado varva.

– Se me ocurre, entonces, que si se pueden contar las capas oscuras, o las claras, tendremos la edad en que ha estado funcionando ese lago concreto. ¿No es así?

– Bueno. Sí, pero no es tan simple, porque no todos los años son iguales. Si alguna capa es más gruesa de lo normal puede indicar que hubo períodos climáticos más largos de frío o de calor. Y contabilizando desde una capa en la que se sepa exactamente cuando se produjo se puede saber la evolución detallada del clima en esa zona.

– ¡Fantástico! ¿Y eso se viene haciendo desde hace mucho?

– Desde mediados del XIX. Extrapolando los conocimientos de las varvas de unos lagos y otros se llegó, lentamente, a conocer la evolución climática de los últimos 15.000 años en la Península Escandinava. Al mismo tiempo se ha intentado correlacionar esos datos con los de otras regiones nórdicas, como Canadá, Rusia y Siberia, e incluso con zonas del Hemisferio Sur, como Chile o Argentina.

– ¿Y ya se sabe todo lo que se puede saber?

– No. En Ciencia nunca hay nada definitivo. Siempre se pueden añadir detalles nuevos. Para conocer la evolución detallada del clima se han empleado no sólo la correlación de las varvas glaciares. Son muy importantes los datos que nos dan la dendrocronología y otras técnicas.

Dendrocronología. Corte de un árbol, mostrando los crecimientos anuales de la corteza.

– ¿La dendrocronología es la ciencia que estudia las capas de crecimiento de la corteza de los árboles? ¿Noo?

– Efectivamente. El procedimiento es el mismo que para las varvas. ¡Contar y comparar!

– ¿Y en España se han utilizado estos métodos?

– No estoy muy al tanto de eso. Casi todos los lagos españoles de origen glaciar son los formados por la sobreexcavación en los circos, los «ibones», que no tienen un importante aporte fluvial para que se formen varvas. De barrera morrénica tenemos el lago de Sanabria, que no se hiela y por tanto no tiene sedimentos de fluctuaciones estacionales, pero puede que en el pasado sí las hubiese.

– O sea, que en España no hay varvas…

– Yo no diría tanto si nos referimos sólo a las de origen lacustre-glaciar. Pero si nos atenemos a la definición de pares de capas en que se suceden, alternando, las de verano e invierno, sí tenemos otro tipo, las lacustre-hipogeas.

-¿Y qué son?

– Pues mire usted. En las cavernas con cauces de agua activos pueden producirse, si no lagos, sí lagunas, o mejor «receptáculos hipogeos», formados por una barrera rocosa, de derrubios o estalagmítica. En los primeros, los de barrera rocosa, puede producirse un tipo de sedimentación muy lenta en que se depositan capas muy finas de diferente tonalidad, rojiza, negruzca o grisácea, según sean los aportes externos, que dependen a su vez de la estación en que se produzcan. Por extensión, se las ha llamado también varvas.

Reproducción de una figura de N. Llopis sobre sedimentación en cavernas (1949).

– Entonces… ¿se puede establecer una cronología, como con las varvas glaciares?

– Bueno. Sí. Pero sólo a escala local de esa cueva. Tenga en cuenta que en la vida de los ríos hipogeos hay, además de su discurrir natural, con su erosión y su sedimentación, derrumbamientos de techos, formación o ensanche de grietas que provocan el abandono de cauces y la precipitación o disolución de carbonatos, que varía con la presión y la temperatura… En fin, que es mucho más compleja y hace muy difícil una cronología general.

– Tengo entendido que su hijo ha sido un buen espeleólogo. ¿Ha encontrado alguna vez varvas?

– No. Él solía bajar a gran profundidad y probablemente las varvas se producen más bien en las cuevas superficiales, pero hay publicaciones que las citan…

– ¿O sea, que sí se han tenido en cuenta?

– ¡Por supuesto! Yo fui alumno del iniciador en España de estos estudios, Noel Llopis Lladó, catedrático de Estratigrafía en Oviedo y en Madrid. Algún día le contaré anécdotas de este gran profesor…

– ¡Vale! Pero tendrá que ser otro, que hoy se nos está haciendo muy tarde

-¡De acuerdo! Pero no quiero que se vaya sin que yo aporte mi granito de arena humorístico. Aparte del nombre de las varvas, que bien podría haber sido en castellano el de «milhojas«, se me ocurre un refrán aplicado a los amigos escandinavos. Es el siguiente: «Cuando las varvas de la laguna veas menguar, saca las ropas, que va a nevar«.

– ¡Muy bien! Pero también podría haberlo terminado con «…veas crecer, saca el paraguas, que va a llover«. ¿Y de las varvas cavernarias…?

– Pues, por ejemplo: «Cuando a las varvas de la caverna vayas a llegar, prepara el saco y… ¡a pernoctar!«

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