Opinión

Orientarse

Imagen de Andrew Martin en Pixabay

 

– ¡Mire que mapa le he traído!

– ¿A veer? ¡Hombre, pero si es un 1:50.000 norteamericano! ¿Cómo lo ha conseguido?

– Se lo dio a mi padre un amigo de la Facultad de Ciencias, hace muchos años.

– Supongo que le habrá llamado la atención la rotulación de las coordenadas UTM, que no responde a lo que le expliqué el otro día. Pero sólo es aparentemente. La diferencia es que antes se daba otra importancia a los cuadrados de 100 km/lado (hectakilométricos), que se nombraban con la combinación de dos letras. Así, un cuadrado kilométrico se designaba, por ejemplo, como 30T UK 04 57 (30T corresponden a huso y banda; UK son las siglas del cuadrado de 100 k/l). Tal como le expliqué, dicho cuadrado, simplificado, es 304 4457 del huso 30. Por lo demás, todo es similar. O sea, que para evitar las letras de la banda del huso y las dos del hectakilométrico se citan todos los dígitos que figuran en los bordes del mapa.

Fragmento del mapa de España 1:50.000; Hoja 577 (Bohoyo). Publicada por el Defense Mapping Agency Hydrographic/Topographic Center, Washington D. C., en colaboración con el Consejo Superior Geográfico. Las coordenadas kilométricas UTM de Navamojada son 30T TK 90 66 (o bien 290 4466).

– Pero lo que me intriga es el cómo y el porqué los americanos hicieron este mapa tan minucioso de esta zona de España, en donde todo es montaña. ¿Qué utilidad tenía para ellos hacerlo?

– Pues mire usted. España fue una de las seis naciones pioneras para la determinación del metro y para la confección de los mapas 1.000.000 y 1:50.000. Pero nuestro dramático siglo XIX impidió, junto a la dificultad del relieve, la consecución de esto último. ¿No ha oído decir que durante la guerra civil se emplearon los mapas Michelín?

– Sí. Lo había oído. Pero a mí me parece una exageración. Mi padre tiene en su colección unos antiguos mapas 1:200.000 que no es que sean de mucho detalle pero supongo que cubrirían las necesidades militares…

– ¡Efectivamente! Yo pienso que en aquellas circunstancias se emplearía todo lo que hubiese a mano. Y que en algún momento algún periodista extranjero vio una guía Michelín en manos de algún jefe y propaló la noticia sensacionalista de la falta de recursos del ejército republicano o del nacional. Y así nacería la leyenda, digo yo…

– Lo que sí tengo entendido -no sé si será cierto- es que la Wehrmacht tenía una magnífica cartografía de España, como si tuviese preparada una invasión germana, y que al final cayó en manos de los vencedores…

Nomenclatura del retículo hectokilométrico UTM de la Península Ibérica y Baleares.

– Entonces habrá oído que también la tenían tanto los norteamericanos como los soviéticos ¿Noo?

– ¿Pero con los medios de entonces podían hacerlo?

– ¡En cada época de la Historia los métodos militares han sido siempre, y lo seguirán siendo, los más avanzados del momento!

– ¿Y qué me dice de este mapa norteamericano? ¡Fíjese que es del año 1976!

– No tiene nada de particular, salvo que no se pudiese adquirir así como así… Yo trabajé durante muchos años con las fotografías (o fotogramas) estereoscópicos del famoso vuelo americano del capitán Gamble, como los llamábamos nosotros, de los años 50. Tenían fotografiada toda España y a partir de ello hicieron una cartografía 1:50.000 con acuerdo conjunto del Consejo Superior Geográfico. Supuso una gran mejora del trazado de las curvas de nivel, que se empleó como base de los mapas españoles a partir de los años 80.

– ¿Y por qué no los copiaron completamente?

– Pues porque los americanos habían logrado una gran precisión técnica de interpretación del relieve, gracias a sus poderosos medios fotogramétricos, pero tenían muchos defectos en lo demás. Por ejemplo, yo me divertía mucho al ver que en ocasiones ponían con letras más grandes «Iglesia» que el nombre del pueblo… Sí. Para el relieve eran una gran mejora, pero lo demás dejaba mucho que desear…

– ¿Y para usted supuso una gran ayuda el disponer de esos mapas?

– ¡Ya lo creo! Con una buena lectura de las curvas de nivel en el campo se conseguía una ganancia de tiempo para orientarse.

– Sobre eso quería yo preguntarle. ¿Cómo se orientaba usted antes? ¿Cómo podía determinar con exactitud dónde se encontraba en el mapa?

– ¿Cuántas veces lo habré explicado en clase? Plantados en el punto que queremos señalar, sea llano o montañoso, medimos con la brújula (con la declinación corregida) las direcciones apuntando hacía dos puntos destacados que figuren en el mapa: la torre de la iglesia o una cumbre, o lo que sea. Y luego, sobre el mapa, trazamos esas direcciones desde dichos puntos. La intersección de esas líneas nos dará el punto en el que estamos. Por si acaso, conviene repetir la medida tomando otro punto como comprobante. Pero con unas buenas curvas de nivel en el mapa y un sencillo altímetro también se determinaba rápida y razonablemente el punto en que estabas…

Para saber dónde estamos con una brújula, se determinan (I) las direcciones hacia tres puntos (A, B y C) conocidos en el mapa. Después (II), sobre éste, se trazan las direcciones con los ángulos suplementarios desde A, B y C. Si no coinciden en un punto, quiere decir que hubo error en la toma de datos.

-Entonces… la llegada de los GPS supondría una gran ayuda…

-¡Ya lo creo! Pero le voy a contar una anécdota que le va a dar en qué pensar. Mi primer GPS tenía una precisión de unos 7 m para la «x» y otros tantos para la «y» en coordenadas UTM, más que suficientes para nuestros fines. Y estábamos todos tan ufanos con nuestros aparatos. Pero estalló la «Guerra del Golfo». Los GPS dependían de los satélites que volaban sobre nuestras cabezas y eran todos norteamericanos. Pues bien, los mandamases dieron la orden oportuna y nuestros GPS pasaron a tener una precisión de 700×700 m. ¡Dejaron de ser útiles para la ubicación UTM!

-¡No me diga! ¡Qué catástrofe!

– Pues sí. Y no se ha dicho nada sobre el desastre ecológico mundial que supuso entonces la quema de los pozos petrolíferos… Mire usted; yo veraneaba por entonces en la costa astur-gallega y todas las mañanas limpiaba con un trapo la humedad acumulada en la carrocería del coche. Pues bien, después de aquella guerra, el trapo siempre mostraba como carbonilla… ¿Cuántas afecciones pulmonares provocaría aquel sadánico desmán, sin necesidad de fumar…?

– ¡Como siempre, las noticias son ocultadas o manipuladas convenientemente por los que mandan! ¡Hoy como ayer! ¿Qué pasaría si se desactivasen todos los satélites?

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