Tenemos santas, catedráticas, artistas, socialité, empresaria,… Salamanca tiene en su historia grandes nombres de mujer y La Crónica de Salamanca inicia una serie donde se recordará a estas mujeres que dejaron su impronta en la ciudad y fuera de ella.
[dropcap]G[/dropcap]onzala Santana, adinerada salmantina, que era conocida entre la ciudadanía como ‘La pollita de oro’, por su generosidad y fortuna. Nació en Valladolid, en 1844, porque su padre, José Santana, era un rico agricultor de Alaejos. Pero, ella, se consideraba salmantina, porque su madre, Petra Delgado, lo era.
Al morir su padre, tanto Gonzala como su madre se trasladaron a Salamanca y aquí compraron terrenos. Pero el luto volvería a su casa al morir su madre al poco de instalarse en la ciudad, en una casona junto al Palacio de Monterrey.
Se queda huérfana de padre y madre siendo joven y rica. Hablamos de finales del siglo XIX. Ella no necesitó casarse para saber administrar maravillosamente su fortuna. Vivir extraordinariamente bien y repartir su fortuna en becas y ayudas humanitarias.
Su estado civil era muy raro en su época, esto le permitió gozar de una vida de libertades. Entre los rumores que acompañaron su vida, se decía que mantenía una más que estrecha amistad con otro ilustre salmantino, Vicente Rodríguez Fabrés. No sabemos si la amistad pasó a algo más, pero sí que les unen a los dos, a Gonzala y a Vicente, su amor por los más desfavorecidos y por repartir sus fortunas entre ellos.
A pesar de la riqueza que poseía, a Gonzala no se le olvidaba el mundo en el que vivía, y era plenamente consciente de que ella era una afortunada, por ello su altruismo era considerable, daba dinero a aquellos que lo necesitasen y se lo pidieran, cambiando su destino. Eran muchos lo que se reunían frente a su casa para hacerlo. Cuentan que en ocasiones, la cifra alcanzó las 400 personas.
Para poder atenderlos debidamente, Gonzala creó múltiples becas para niños pobres. En los inventarios que se conocen de su generosidad, se habla de que apadrinó a 33 internos y más de 200 externos, los cuales gozaban de una buena educación gracias a ella, pues creía realmente que la educación era la mejor baza para salir de la pobreza. Con parte de su dinero -100.000 pesetas- se construyó un colegio.
En Salamanca, era famosa su filantropía. No le suponía ningún problema perdonar el alquiler de sus fincas si la cosecha no había sido buena.
Entre otras obras, se cuenta que fue una de las benefactoras de la cofradía Vera Cruz, le proporciono un órgano a la Iglesia de la Purísima, así como luz eléctrica y entregó unas 5.000 de pesetas para un aeroplano que necesitaría el ejército español.
Su grandeza perduró muchos años, incluso después de fallecer. Gonzala dejó encomendado que, cuando ella ya no estuviese, su dinero se distribuiría, cierta parte en su fundación, con unas 500 acciones en el Banco de España que se invertirían en la educación de niños salmantinos.
Asimismo, Donó grandes cantidades de dinero a las capillas y organizaciones religiosas con las que había colaborado en vida, se habla de 50.000 pesetas para la construcción de la capilla de las Hermanitas de los Pobres, otras 5.000 para la Purísima Concepción y la misma cifra para la capilla de la Vera Cruz a esto se le suman 1.000 pesetas para la iglesia de religiosas de las Úrsulas y por último, 2.000 pesetas para las Hermanitas de los Pobres de Alaejos.
Salamanca honra su memoria con una calle que lleva su nombre y la casa donde vivió, junto al Palacio de Monterrey se convertirá en un establecimiento hostelero.
Bibliografía
Mujeres singulares salmantinas, María Dolores Pérez Lucas.
Blog. Salamanca en el ayer.
Por: Aurora Corvo Félix