La tecnología se ha colado en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, pero quizás el ocio es uno de los más visibles. Sin embargo, el paso del ocio a lo cultural a través de la tecnología es mucho más sencillo de lo que pueda parecer.
La tecnología ha hecho que disfrutemos del ocio de una manera completamente diferente a hace unos años, creando experiencias inmersivas sin movernos del sofá, que van de juegos de casino realistas y en vivo a experiencias mucho menos mundanas, en las que podemos viajar a mundos extraterrestres gracias a la realidad virtual.
Precisamente, una de las aplicaciones tecnológicas que más protagonismo ha adquirido durante los últimos años ha sido relacionada con el sector de los videojuegos. A estas alturas, ¿quién no conoce Fortnite? Un juego que lleva años liderando el mercado y del que hemos hablado en alguna ocasión en La Crónica de Salamanca. Para los que todavía no se han familiarizado con este videojuego, cabe decir que se lanzó en 2017 por la empresa desarrolladora Epic Games. A grandes rasgos, el modo que más se popularizó fue el de Battle Royale, un modo gratuito en el que hasta cien jugadores combaten en una isla que va reduciendo progresivamente su espacio de juego debido a una tormenta, hasta que finalmente solo queda un jugador en pie. La idea, aparentemente, resulta sencilla, pero, lo crean o no, sigue siendo uno de los juegos más jugados de todo el mundo.
La tecnología y sus avances han pasado a formar parte de nuestras vidas de muy diversas maneras, pero quizás la más palpable y presente es nuestro teléfono o smartphone. Lectores de huellas dactilares, pantallas envolventes con diferentes tecnologías LED de última generación, cristales muy duraderos y resistentes, procesadores que no podíamos siquiera soñar hace unos años en ordenadores de sobremesa, cargas muy rápidas e interminables en una jornada y, por supuesto, modos de juego que ofrecen experiencias a los usuarios muy similares a estar utilizando una videoconsola o un ordenador.
Los smartphones han puesto, literalmente, la tecnología al alcance de nuestras manos y, para muchos, se han convertido en el único dispositivo digital al que recurren diariamente. Sin embargo, ¿qué más ha puesto a nuestro alcance tener un acceso tan sencillo e intuitivo a la tecnología e internet? Pues a la cultura, aunque no todos los usuarios hagan uso de ella.
Hace tiempo que el smartphone es una herramienta cultural en toda regla. En primer lugar, estos dispositivos móviles se han convertido en un medio que nos permite un consumo económico y rápido de productos culturales y artísticos.
Este elemento cultural va de cuestiones tan básicas como escuchar música a través de plataformas como YouTube o Spotify o ver películas en diferentes plataformas de vídeo bajo demanda, hasta cuestiones más complejas y con menos popularidad, como visitas virtuales a museos o la escucha de podcast de carácter cultural.
Además, existen muchos tipos de aplicaciones, así como tutoriales y artistas famosos, que utilizan sus móviles o tablets para crear auténticas obras de arte. Un ejemplo de ello es el profesor de arte Allan Paris, quien se popularizó hace más de trece años por crear arte con móviles mucho más rudimentarios que los que están en el mercado actualmente. París fue un ejemplo de que no es tanto el medio, sino el esfuerzo y las ganas, lo que convierte la tarea de crear arte a través de la tecnología en algo accesible.
La oferta cultural en los smartphones es verdaderamente amplia: crear vídeos, fotografías, dibujar, programar, visitar lugares, conocer su historia… Se trata, más bien, de qué quieres hacer y buscar las herramientas adecuadas.