[dropcap]F[/dropcap]ue un domingo, en el otoño de 2013, cuando empecé a sentir curiosidad fotográfica por los cementerios. Los domingos tenía por costumbre andar por caminos rurales en compañía de mi amigo Jesús de la Nava.
Ese domingo decidimos visitar La Encina (comarca de Ciudad Rodrigo). En el trascurrir de la ruta vi en el horizonte la tapia encalada de su cementerio, marcando la frontera entre el cielo y la tierra. Me quedé fascinado por su estética, perfectamente integrada en el paisaje, pero jamás pensé que este momento tuviese un desenlace tan inesperado.
Siguieron los domingos, los caminos y la mirada empezó a buscar cementerios, siempre marcando una distancia prudente, como quien mira una isla sin pensar en el tesoro escondido. El archivo fotográfico fue creciendo y subí algunas imágenes a las redes sociales, sin más intención que mostrarlas a mis amigos y conocidos.
Pasados un par meses, Juan Francisco Blanco, director del IDES (Instituto de las identidades de la Diputación de Salamanca), se interesó por mi trabajo y me propuso la posibilidad de hacer una exposición sobre los cementerios de la provincia de Salamanca, en 2014. En la colección estarían representados cementerios de todas las comarcas salmantinas y por supuesto tendría que pisar campo santo para captar detalles, que él me indicaría previamente. Acepté.
Aquí nació Corrales de Muertos, una exposición cuyo nombre se debe a la descripción que hace Miguel de Unamuno, en uno de sus poemas, de un cementerio rural. No fue casualidad que ese año se celebrase el 150 aniversario de su nacimiento y Salamanca le homenajease a lo largo de todo el año.
En este proyecto fotográfico, el más importante que he desarrollado hasta ahora, tuve la oportunidad de recorrer la provincia de Salamanca haciendo la ruta de los cementerios.
Pasados los años, sigo recopilando información de nuestros campos santos.
Aquí muestro un breve detalle con estos ejemplos:
En el cementerio de Salamanca está el crucero de San Cebrián, perteneciente al conjunto arquitectónico de la iglesia románica de San Cebrián S. XII, la cual se derribó en el S.XVI y cuya cripta conforma lo que hoy conocemos como la cueva de Salamanca, en la cuesta de Carvajal.
Carlos III prohibió enterramientos en las iglesias y anexos, por razones de higiene, pero esta orden raramente se cumplió; así hoy tenemos cementerios en ermitas e iglesias, como en Sardón de los Frailes o en la ermita del Cueto, por ejemplo.
Son típicas de Alberguería de Herguijuela y alguna otra localidad las cruces funerarias en pizarra tallada.
Existen enclaves espectaculares, como el del cementerio de Vilvestre, vigía del Duero, desde lo alto del pueblo.
Inscripciones lapidarias singulares, como en el cementerio de Peñaranda, donde reza: “Ciudadano anticlerical, Ricardo Morán Moreno, Descatolizar a las Jentes y habréis hecho una obra de progreso”, con errata incluida de quien labró el texto.
Algunas tradiciones del día de Todos los Santos aún perviven, como en Tenebrón y otros lugares, donde los vecinos se reúnen en torno a su tumba familiar, mientras el párroco guía la oración por las almas de los sepultados.
Los cementerios de nuestros pueblos invitan al silencio y a la contemplación de su postal, perfectamente integrada en el paisaje salmantino, pero también invitan al estudio de nuestra cultura popular sustentada en ritos y tradiciones al amparo de la muerte.
Corral de muertos, entre pobres tapias,
hechas también de barro,
pobre corral donde la hoz no siega,
solo una cruz, en el desierto campo
señala tu destino.
Miguel de Unamuno: “En un cementerio de lugar castellano”
Bibliografía.