[dropcap]O[/dropcap]rquestado y bien estructurado. Digno de una familia que sabe cómo funciona la caja registradora de los medios de comunicación.
Desde que Isabel Pantoja se subiera a un escenario, sintió en sus propias carnes aquella mítica frase de la fama cuesta. Más si la quieres conseguir sobre las tablas. Giras, promociones, estudios de grabación, ensayos, músicos, entrevistas,… y todo por un puñado de euros que se reparten entre el equipo, los derechos de autor, los manager,… Vamos que para el artista le queda poco.
Antes de ennoviarse con Francisco Rivera ‘Paquirri‘ vio que algo de interés despertaba en las revistas del corazón. Su relación con Máximo Valverde y alguna que otra entrevista para promocionar un disco hacían que la imagen de la tonadillera comenzara a ser habitual en el papel couché, aunque por aquella época, finales de los años setenta, principios de los ochenta, salir en la prensa del corazón fuera caza mayor, porque se rivalizaba con las estrellas de Hollywood y las de la realeza.
Pero, su golpe definitivo fue cuando se prometió a ‘Paquirri’ figura del toreo. Se daba el binomio tan español del torero y la tonadillera. Aquí, Isabel empezó a vislumbrar que el público demandaba más sus salidas en las portadas que las entradas de sus conciertos.
Siempre se ha dicho que Isabel Pantoja sabe sacarle a todas las circunstancias dramáticas de su vida, el mejor de los rendimientos. La muerte de Paquirri la convirtió en el objeto más deseado por las revistas del corazón. Viuda joven, guapa, con un hijo de meses… La tragedia perfecta.
Ella lo aprovechó al máximo. Su ‘Marinero de luces’ consiguió que hasta la reina Sofía acudiera al primer concierto que daba la artista. Este disco lo sacó un año después de morir Paquirri. Grabar y trabajar en esta producción musical son muchos meses, por lo que debió de pensar, con buen criterio que el duelo con pan es menos.
Después vino Encarna Sánchez, relación de amigas especiales de la que sacó sus frutos, pero no en las revistas. Tenían que pasar años para que este tipo de uniones se pudieran ver en las publicaciones de corazón.
La época tranquila con Diego Gómez y el tsunami que supuso Julián Muñoz en su vida, con ingresos nada claros en sus cuentas que la llevaron a la cárcel. Isabel Pantoja, siendo una de las mejores voces de la copla, le gusta poco pisar los teatros y prefirió los platos, los concursos de supervivencia y demás…
Herencias que le ha dejado a sus hijos. Sus vástagos, Kiko e Isa, han visto como su madre desgranaba por fascículos su vida cada vez que mermaban las cuentas corrientes o subían las deudas. De la tragedia perfecta de 1984 al vodevil de 2020.
Por resumir el argumento. Kiko se sienta en un plato y dice que tiene depresión, su madre entra en directo y le suplica que esas cosas no las cuenta en directo. El hijo reclama amor, que parece que la madre no le da. Entra en escena una actriz secundaria, pero con mucho peso, Isa Pantoja, la hermana pequeña, que no se posiciona, pero se inclina por su hermano para constatar que ella tenía razón en lo que ha dicho durante años, que su madre no es muy afectuosa.
A continuación entran en juego las redes sociales. Fotos cuidadas de familias tristes y la proclamación de Kiko que él siempre será un buen padre.
Instagram ha sido la lanzadera para una exclusiva en Lecturas donde gritaba que su madre no le había dado todos los besos y abrazos que necesitaba ni a él, ni ahora tampoco a sus nietos. Y reclamaba la herencia del padre y los presuntos engaños de los que había sido víctima por parte de su madre.
Isabel Pantoja que es catedrática en intrigas, dejó caer dos o tres perlas para que los tertulianos del corazón las hicieran brillar en sus programas.
Kiko utilizó las redes sociales, propias de su generación, e Isabel el teléfono, más acorde con su edad.
Total que entre dimes y diretes, desde el 17 de octubre que se sentó Kiko Rivera en Sálvame Deluxe hasta este 11 de noviembre que Isabel Pantoja es portada en la revista Hola, la familia Pantoja Rivera ha hecho números y seguro que le han salido muy rentable estos 30 días, y eso que ni uno ni otra han tenido que pisar un escenario o un estudio de grabación.